El aire despeinaba su cabello suelto. Una luz de armonía combinada con felicidad centelleaba en sus pupilas, que habían resuelto superar la belleza del más fino azabache.
- ¿Es esto conservador? preguntó Johana preocupada utilizando como espejo el cristal exterior del restaurante.
- ¿Conservador? protestó Daniela ¡Pero si vas vestida de monja! ¿Cuál es la idea?
- La idea es precisamente esa sonrió En la primera clase nos exigieron decencia en el vestuario.
- Y ahora esas palabras. ¡Háblame en español!
- Significa que nada de minifaldas o blusas con escote.
- Pero así nadie se fijará en ti. Además, si es el vestuario que elegiste para las clases de francés, ¿por qué lo utilizas hoy para salir a almorzar conmigo? chistó Daniela acomodándose en la silla que el maître le indicaba.
- Porque necesito probarme a mí misma que sin importar el lugar o la situación, me sentiré cómoda con este tipo de ropas sonrió Por cierto, no tengo la intención de llamar la atención de nadie.
- ¿No hay ningún sabelotodo interesante en tu aula?
- En caso de que hubiese alguno, sería sabelotodo a secas, nada interesante que contar, de existir ya me habría percatado; sabes que tengo un buen radar para eso bromeó cuando llegaba el primer plato.
- Lo sabía gritó Daniela antes de devorar una papa frita con kétchup Ya lo has encontrado y no quieres compartirlo.
- No, solo bromeaba respondió más calmada Johana antes de llevarse el tenedor con un trozo de hamburguesa a la boca - No soy capaz de juzgar a las personas a esa velocidad.
- Pero ¿me prometes que me contarás si lo conoces? suplicó.
- Dani, ya te he dicho que no conozco a nadie con esas características…
- Aún la interrumpió No conoces a nadie con esas características aún.
- No tomo las clases de francés porque en ellas vaya a encontrar un novio.
- Y entonces ¿por qué?
- Porque realmente quiero aprender el idioma.
- A veces quisiera que te parecieses un poco más a Alma.
- ¿De qué hablas?
- Nada, solo hay que ver la forma en que admira al profesor.
- Alma también quiere superarse, por eso matriculó.
- Con tu ayuda, sabes que si no la hubieses arrastrado no hubiese ido por su cuenta.
- Sí, la arrastré a la matrícula, pero aprobó el ingreso por su propio mérito. Además, no teníamos idea de quién sería nuestro profesor. Su admiración es sincera, él es muy joven y ya sabe cuatro idiomas. ¿Quién no lo admiraría?
- Yo. Ese es un sabelotodo que no tiene nada que enseñarme. A veces el conocimiento más importante no es el que se estudia, sino el que nos da la vida.
- ¿Y qué hay de malo en tener los dos?
- No podemos tenerlo todo. Yo lo sé.
- Daniela, la profeta, ha hablado.
- En la creencia antigua, las mujeres podían ser videntes, pero no profetas.
- Tú sí que eres una sabelotodo interesante.
- A los intelectuales les sorprende que una chica sexy sepa eso.
- Y tú, ¿a cuántos intelectuales has conquistado?
- A más de los que te puedo contar le brillaron los ojos observando el postre.
Salieron entusiasmadas del restaurante, con la alegría de la juventud y esa infinita creencia en que todo lo que desean es perfecto.
Fue entonces cuando Johana lo vio: alto, cabello ondulado, peinado al antojo del fuerte viento que había aquel día a orillas del mar; de tez castaña. Buscó sus ojos, eran perfectos, luego encontró el paraíso en su sonrisa. Sabía quién era y lo que estaba haciendo allí, Daniela había estado dándole largas desde la primera vez que hablaron; pero esta vez, él no se veía triste, sino impaciente. Johana enseguida supo el motivo y quiso jugarle una broma a su amiga, por lo que comenzó a fingir.
- ¿Estás bien? interrogó Daniela Parece que el almuerzo te hubiese caído mal.
- Estoy bien sonrió Soy feliz. Acabo de descubrir que sí existe el príncipe azul.
- ¿Ya estamos en esas? Definitivamente el almuerzo te cayó mal.
- Míralo exigió Lo tenemos delante. Es una lástima que seguramente ya encontró a su princesa.
- ¿Por qué dices eso?
- No creo que esa rosa sea para regalársela a sí mismo.
- Siempre podemos averiguarlo diciendo esto Daniela le guiñó un ojo y con un gesto le pidió que se acercara.
- ¿Me llamas a mí? dudó él acercándose como un gato desconfiado.
- Sí, ¿ves a alguien más?
- La verdad es que hay varias personas aquí intentó ser chistoso.
- Pero - creó suspenso Daniela.
- Pero ¿qué? se impacientaron él y Johana.
- Ninguno es tan sexy como tú sonrió Daniela y lo besó en la boca.
- ¡Lo sabía! protestó sonriente Johana, feliz de que al fin sus amigos encontraran a la pareja adecuada Siempre te quedas con los mejores hombres del planeta.
- Johana, te presento a Raynold, mi novio sonrió Daniela siguiéndole el juego a su amiga Cariño, te presento a Johana, aspirante a monja mientras no aparezca su príncipe azul.
- Mucho gusto saludó educadamente él continuando con la broma.
- El placer es todo mío rió Johana, luego se puso seria y lo miró amenazante Tengo que hacerte la típica advertencia de amiga.
- ¿Cuál?
- Como le hagas daño a Daniela se te cae el pelo; y lo digo literalmente. Alma y yo nos encargaremos de que suceda.
- Mi vida es poco para proteger a tu amiga; y de paso a mi pelo.
- Dani, como veo que estás bien acompañada tomo un taxi a casa se despidió Johana feliz Nos vemos pronto.
- Sí, cuando encuentres a tu príncipe azul.