Diez

4 3 0
                                    

Alma se levantó sintiéndose un poco mejor. Mientras dormía se le había bajado la fiebre, pero de todos modos le dolía la garganta. Fue al baño, el espejo estaba encima del lavamanos. Abrió la boca y se revisó. Lo sabía: dos pequeñas placas blancas asomaban incrustadas en sus amígdalas. Se creía muy fuerte, pero en cuanto había cambio de estación, las alergias le recordaban su falta de inmunidad. Se metió a la ducha resignada y se bañó con la parsimonia y pesadez que se apoderan del cuerpo de los enfermos. Salió del baño sintiéndose un tanto más ligera. Fue entonces cuando vio parpadeando el bombillito del móvil, era una lucecita titilante que informaba las llamadas perdidas y los mensajes sin leer. Se apresuró a revisarlo: tres llamadas perdidas de Alessandro, tres del profesor, ocho de Johana y otro mensaje de ésta última: - ¿No asistes a clases? ¿Por qué no respondes las llamadas de nadie? ¿Estás bien? Llámame, estoy preocupada  Alma se percató de la preocupación de su amiga:  Tuve un poco de fiebre porque estoy enferma de la garganta, pero no es nada por lo que preocuparse. Cuando me sienta mejor pasaré por tu casa a copiar los apuntes  La respuesta de Johana no se hizo esperar: - No, si te sientes mal puedo llevártelos yo, tan solo dime cuándo y allí estaré  Alma volvió a sonreír, esta vez feliz: - Si quieres y puedes, ven ahora mismo  Johana miró por la ventana, era un poco más tarde que mediodía, pero no había dejado de llover  Dentro de una hora estoy en tu casa.
Puntual como siempre, a la hora exacta, Johana estaba tocando el timbre de la casa de su amiga.
- Hola  sonrió Alma al abrir la puerta
- Hola  la miró, le tomó la cara entre las manos, le abrió la boca y le revisó la garganta.
- ¡Ay, qué me haces daño!  protestó.
- Déjame verte  insistió Johana - ¿Cuántas placas tienes? Seguramente un montón, porque cuando te sientes mal lo callas hasta el último momento.
- No seas embustera  se quejó  Solo tengo dos; y ya estoy tomando medicamentos para quitarlas.
- ¿Quién te los recetó?  la escrutó.
- Bueno - intentó sonar convincente  Estoy tomando los mismos que me ayudaron la última vez.
- Tú no eres doctora  regañó, luego pasó a un tono más cariñoso - ¿Están ayudando en algo?
- Sí, al menos ya no tengo comezón.
- Esperemos que den resultado  extendió los brazos entregándole el cuaderno  Ten, copia los apuntes y presta mucha atención, la semana próxima tendremos examen.
- ¡¿Qué?!  se alarmó  Dejo de ir a clases un día y deciden hacer examen ¿sobre ese contenido?
- No me mires a mí  se escudó su amiga  Sabes cómo es el profesor.
- Un - calló.
- Un ¿qué?  bromeó su amiga  Termina la frase, querías decir: ¿un encanto?, ¿un amor?, ¿un hombre con quien te encantaría tener una aventura?
- ¡No!  gritó.
- Vale  continuó bromeando  ¿Una hermosa historia de amor?
- No seas tonta. Es un insufrible.
- No le gustará escuchar eso.
- La verdad no ofende, ¿cómo va a hacer un examen así?  continuó protestando mientras copiaba los apuntes  Este contenido está complicadísimo. Reprobaré seguro.
- No reprobarás, eres su estudiante favorita.
- Ni siquiera es capaz de recordar mi nombre.
- Finge no recordarlo porque le encanta ver la cara que pones cuando te molesta.
- No lo justifiques.
- No lo justifico, te digo la verdad. Todos nos damos cuenta, incluso Alessandro ha hecho comentarios al respecto.
- ¿Qué comentarios ha hecho Alessandro? Acaso, ¿no se me nota que estoy molesta?
- Sí, pero los hombres adoran vernos así. Por increíble que parezca, cuando las mujeres nos molestamos, nos vemos más atractivas; y tú Bueno, tú eres un caso especial.
- ¿Por qué?
- Porque además de atractiva te ves ridículamente chistosa.
- Eso no puede ser bueno, si me veo ridículamente chistosa” cuando estoy molesta, nadie me va a respetar.
- Es que tú, con el profe, jamás te has molestado en serio. Por eso luces así, las mejillas se te llenan de vapor y los ojos te brillan. Cuando te molestas en serio, asustas.
- Eres una idiota  intentó tirarle el borrador.
- Y tú tienes mala puntería  dijo atrapando la goma en el aire y devolviéndosela por las buenas - ¿Ya terminaste de copiar?
- Sí  sonrió devolviendo el cuaderno  Por cierto, ¿cómo volviste a tu casa luego de clases?
- Caminando.
- ¿Bajo la lluvia?
- Bajo una sombrilla.
- Que yo sepa, tú siempre usas un impermeable y no sombrilla, por eso de que la lluvia es libre y te gusta verla chorrear.
- La sombrilla no era mía, sino de Alessandro. Él me acompañó a casa.
- ¿Ya no lo odias?
- Es muy pronto para decidirlo  puso cara de misterio.
- Te estás enamorando de él  bromeó su amiga sin saber cuánta razón tenía.
- Sabes que me he enamorado una sola vez.
- Sí, ¡qué pesada eres! De Saúl.
- Exacto.
- Pues yo pienso que deberías borrarlo de tu vida para siempre. Fue un amor dañino.
- Eso será un poco difícil  sonrió  Es imposible borrar a alguien a quien sigues viendo.
- ¿Qué?
- Hace unas semanas me llamó y salimos a tomar algo, pasamos la tarde juntos, charlando; y preguntó si tenía alguna posibilidad.
- Dime que le dijiste que no.
- Le dije que necesitaría conquistarme.
- Estás cometiendo un error terrible.
- Estoy viviendo mi vida. Creo que lo merezco.
- Johana, te enamoraste de él, te dejó, sufriste amargamente y ahora ¿Crees que las cosas serán diferentes? Sabes que solo piensa en ti cuando se siente solo.
- No es cierto, me ha demostrado que está dispuesto a reconquistarme y lleva ya más de un mes intentándolo. Quería esperar un poco, saber cuándo se cansaría; pero no lo ha hecho. Ha continuado a mi lado incluso cuando he sido cruel con él. Yo me siento bien a su lado. Le daré una oportunidad.
- ¿Estás segura?
- Sabes lo obstinada que soy. Además, tú te has hecho una idea con Alessandro porque lo conoces y te gusta para mí, pero yo no lo veo de ese modo.
- Si no hay opción  se resignó  Soy tu amiga y te quiero, pero no hay nada que pueda hacer para convencerte. Aunque sí tengo una pregunta.
- ¿Cuál?
- ¿De qué modo ves a Alessandro?
- Ya te he dicho que es muy pronto para decidirlo.
- Hagamos algo, dime una palabra que se te ocurra cuando piensas en él.
- Encanto  espetó sorprendida.
- Sientes algo por él.
- Amistad  repuso naturalmente.
- ¿Y por qué no dijiste esa palabra?
- No lo sé.
- Porque quieres algo más que eso.
- No puedo desear más.
- ¿Por qué?
- No creo que él sienta lo mismo por mí  suspiró recordando la forma en que miraba a Alma en clases  Además, si algún día llegara a amarlo, callaría, no quiero arruinar las cosas, ni entre nosotros, ni en su vida.
- Gran explicación  observó  Pero no mencionas a Saúl en ella.
- Saúl no tiene nada que ver.
- Sí, la única razón para no enamorarte es que ya ames a alguien más; y has dado un millón, pero no has dicho que sigues amando a Saúl.
- Eres una gran psicóloga  se quejó Johana  Ni Freud hubiese llegado a semejante conclusión por algunas de mis palabras.
- No hay que ser Freud para conocerte. No amas a Saúl desde hace tiempo, te aferras a él porque temes quedarte sola  aseveró  Pero en el mundo hay mucho más de lo que ves; y quieres alejar tus sentimientos por Alessandro, ese hombre perfecto que te has cansado de describirme, temiendo a ser lastimada otra vez.
Johana se marchó de casa de su amiga sin darle la razón, pero tampoco se la arrebató. Se limitó a marcharse en silencio, martillando aquellas palabras en sus pensamientos, intentando entenderlo...

ImpredecibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora