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Es algo apropiado que el día en que la vida de Frank Iero empezó a ponerse de cabeza, hubiese iniciado como un día normal... Del infierno.

Para empezar, se quedó dormido. Normalmente, él era bastante puntual a la hora de levantarse y salir del trabajo, pero la noche anterior se quedó dormido en el sofá después de estar completamente absorto en esta nueva y asquerosa novela de ciencia ficción hasta las 3 de la madrugada. Entonces se despertó con un enorme calambre en el cuello para responder la llamada en la que su jefe le gritó exigiendo saber dónde diablos se encontraba.

Por supuesto, hoy también es el día perfecto para que algún idiota provocara una congestión masiva que mantuviese bloqueada toda la carretera, obligando a Frank a tener que tomar una ruta alternativa a través de un bonito y largo desvío por los callejones de la ciudad.

Para el momento en el que su auto llegó al aparcamiento de la oficina, no solo se encontraba llegando increíblemente tarde, sino que se encontraba privado de nicotina y cafeína, habiendo dejado accidentalmente su paquete de cigarrillos en casa.

Le mostró su pase de identificación al guardia de seguridad en la cabina de la barrera — gracias a Dios que recordó su pase — pero por alguna razón, el guardia no levantaba la barrera para él.

—El aparcamiento está lleno — dice sin rodeos.

Frank lo mira fijamente, sin entenderlo por un momento.

—El aparcamiento está lleno— repite el guardia. —Tendrá que aparcar en la carretera.

—Tienes que estar bromeando, joder. ¡¿Estás seguro de que no hay ni siquiera un espacio disponible?!

—El aparcamiento está lleno — dice el guardia de nuevo, y Frank juraba por dios, que si el tipo decía eso una vez más no se haría responsable de embestir al idiota y a su estúpida cabina.

—¡¡No puedo aparcar en la carretera!!— Frank dice desesperadamente. —¡¡Vendrá la policía!!

—Intenta en el aparcamiento del centro comercial, entonces — El guardia se encogió de hombros, pero estaba claro que disfrutaba de joder a alguien que a simple vista se notaba que no estaba en su mejor día. —Está a unos cinco minutos por la carretera.

Frank miró hacia adelante pasando la barrera del aparcamiento de la oficina, estaba llena de coches brillantes. Su mente no podía crear un plan decente para entrar ahí, aparte de entrar a las malas con simpleza y arrollar la bendita barrera con su auto.

—El aparcamiento está lleno— repitió el guardia y para este punto Frank estaba seguro de que vio al maldito sonriendo esa vez.

Sin decir nada más, Frank da marcha atrás y se aleja de la barrera, quemando la carretera en dirección al centro comercial.

"Cinco minutos por el camino" resultó ser una completa y absoluta mentira y a pesar de los mejores esfuerzos de Frank por pasar desapercibido en la oficina de su jefe, fue arrastrado allí para tener una charla de diez minutos sobre la importancia de la puntualidad que terminó en "no dejes que vuelva a suceder, y por cierto, tu camisa está al revés".

Esto se convierte en el discurso de "nos consideramos una empresa de mente abierta y nos parece bien que tengas tatuajes visibles, siempre que no aparezcas con una esvástica en la frente, ¿pero podrías por favor hacer algunos intentos de mejorar tu presentación?" que Frank estaba bastante seguro de que a su jefe le gustaba practicarlo en el espejo de su casa a diario especialmente para él.

El día de trabajo no mejoró a partir de ahí.

Frank trabajaba en soporte técnico para una corporación que podría permitirse el lujo de actualizar sus sistemas a algo que no sea Windows Vista, pero frustrantemente elegía, en cambio, gastar su presupuesto en la renovación de la empresa como algo "moderno y de moda" cada tres meses.

The Science Of Sleep | TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora