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- ¿En serio Alba? – dijo Natalia viendo salir a su novia completamente vestida de rosa chicle, incluido el pelo.

- ¿Qué? – Se miró a sí misma y dio una vuelta buscando algún defecto en su ropa – Julia dijo que era una fiesta temática, colores, ¿recuerdas?

- Sí, pero es que es... Muy rosa. – Natalia puso una mueca de desagrado y Alba se mordió las palabras que le iban a salir disparadas en contra de su chica.

- Es mi color favorito, me apetecía. – Se fijó entonces en que Natalia aun no iba vestida o eso pensó – ¿Y tú?

- Azul, ¿No se nota?

- Pero solo el jersey, ¿y el resto?

- ¿Pretendes que me ponga también pantalones? – Negó mientras se cruzaba de brazos en el sofá.

- De eso se trata, fiesta temática cariño, colores, todo el outfit del mismo color. – Se sentó a su lado – Prometiste pasarlo bien y entrar en el juego.

- Ya pero... Es que no me apetece mucho la verdad. – Alba se giró para mirar a Natalia qué sintió sus ojos encima y bajó la vista a sus manos.

- Es una fiesta con nuestros amigos. – Acarició su mejilla obligándola a que la mirase – No habrá nadie más, ¿vale? – Natalia asintió y le dio un beso que Alba se ocupó de alargar un poco más de la cuenta.

- No sé que habría hecho sin ti. – Se separaron y se sonrieron.

- Lo mismo, pero con menos rosa y sin dos gatas a las que alimentar. – Miró a su alrededor – Por cierto, ¿dónde están nuestras hijas e hijo? – Natalia señaló al techo y ahí los vio, los tres felinos subidos a las vigas blancas del apartamento que compartían, observándolas con ese pose de juez y jurado – Me da miedo que trepen hasta ahí arriba.

- Son gatos, no se les puede poner barreras.

- De todos modos. – Se puso en pie y le tendió la mano a la más alta – A cambiarte que llegamos tarde.

Natalia entró en la habitación y buscó entre la ropa esos pantalones azul eléctrico que tanto le gustaban a Alba, le hacían un culo precioso y lo sabía. Se miró al espejo y suspiró, solo era una fiesta con sus amigos, nadie más. Cerró un momento los ojos buscando calmar sus nervios, aquellos que ahora aparecían con demasiada frecuencia y que quería de verdad poder controlar. Unos golpes en la puerta y una sonrisa, era lo único que necesitaba sin saberlo para estar bien. Y es qué Alba tenía ese poder, el de ser su paz cuando la marejada llenaba todos los espacios de su interior. La abrazó por la espalda y Natalia se dejó caer un poco hacia ella, su peso sujeto entre esos brazos fuertes y capaces de todo por ella. Y es que Natalia no lo sabía, aunque lo sospechaba, pero Alba estaría dispuesta a cruzar desiertos y océanos por ella.

No habían tenido el mejor de los comienzos, de hecho fue de los peores, una otaku ilicitana pretendiendo dar lecciones de estilismo y música. Aún recordaban ambas ese día, primer día de clase en la universidad y primer día de trabajo en ese pub donde ambas iban a servir mesas y cantar algunas covers para pagar el piso que compartían. Alba con su mejor amiga Julia, a la que adoraba y confiaba sin dudas. Natalia con sus dos amigos de la infancia, hermanos en realidad, Haus e Ici. Las primeras palabras que cruzaron fueron para demostrar lo mal que se habían caído, una toda emo y la otra toda luz. Pero a veces la vida tiene giros inesperados y el suyo fue cuando se escucharon cantar. Alba podía afirmar sin lugar a dudas que, el primer día que escuchó a Natalia cantar The Scientist en ese pequeño escenario, se enamoró de ella sin remedio. Aunque tardó meses en reconocerlo. Por su parte Natalia no fue tan consciente del cuando, pero si del como. Se enamoró como una idiota, como una loca que pierde la cabeza y el corazón sin remedio y que no duda en darlo todo aunque no vaya a salir como cree. Se enamoró como se enamora alguien por primera vez sin ser la primera.

CALENDARIO DE ADVIENTO ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora