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Es un largo pasillo y es blanco. No tiene ventanas, pero hay demasiada luz. Luz blanca que envuelve sus cuerpos mientras son llevados a quién sabe dónde.
Los descubrieron. Descubrieron la llamada de MinHo y, una vez más, mataron al traidor. O eso es lo que cree... Su cuerpo se ha quedado en aquella celda vacía, mientras ellos son arrastrados por un largo pasillo. Es increíble: la salud de JiSung se ha deteriorado tanto en todos esos días que no parece un cambio humano. Apenas y puede moverse; sus piernas tiemblan mientras camina, mientras lo empujan a su destino.
Y ahí están esos hombres que le hicieron daño, también otros más que no recuerdan haber visto, pero están.
Llegan a una enorme puerta, nuevamente de acero. Nuevamente fría y pesada. Uno de ellos - el más alto y delgado, que incluso podría lucir amable si no lo hubieran conocido de aquella manera - inserta un código en el pequeño panel que acompaña a la puerta en la pared. Ésta última se abre, sin siquiera necesidad de jalar o empujar.
Y, esta vez, todos entran con ellos.
No es un lugar tan grande, tal vez porque son pocas personas. La puerta se cierra a sus espaldas y uno de los hombres les quita las esposas. Otro de ellos les entrega armas.
MinHo nota que todos los demás sacan las suyas también, jugando con ellas como si de cualquier otra cosa se tratase.
Puede girar un poco el rostro; en el suelo yace un pequeño JiSung llorando sin control, con los ojitos cerrados y un arma al costado, abandonada. Ha caído ahí apenas entrar porque no soporta siquiera su propio peso. MinHo entiende ahora que alguno de esos hombres debió golpearlo continuamente antes de dejar que lo vieran. Sabe que debe estar sufriendo demasiado.
- Si realmente quieres saber quién la mató... - Comienza a murmurar roncamente el mismo hombre que abrió la puerta. - Fueron esos dos: HongSeok y ChangGu.
Los dos hombres alzan una mano y saludan con una sonrisa, como si realmente fuera una situación encantadora.
- ¿Y cómo fue...? - Les pregunta entre dientes. - ¿Se sintieron mejor?
- Realmente no, por eso están aquí. - Habla otro de ello. - Nunca me sentí mejor que cuando ví a tu novio llorar debajo de mí.
MinHo alza su propia arma entonces, apuntando directamente a la cabeza del último tipo que confesó sus asquerosos delitos. No entiende porqué duda en ello, pero es difícil tirar del gatillo.
- Lo haré por ti, no te preocupes. - Son sus últimas palabras antes de dispararse a un costado de la cabeza y caer al suelo.
El corazón de MinHo late con velocidad, acelerando una hiperventilación de la cual es víctima de nuevo. Alguien suelta una pequeña risa en un suspiro complacido; siente escalofríos.
- Ah~ yo quería traer a tu hijo también. Cuando fui a tu casa se veía lindo, no sé, se hubiera divertido mucho conmigo. O al menos el chico alto y de piernas largas; ese era demasiado bonito.