Capítulo VII

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No le importaba el dolor que sentía, de todos modos iría a donde se encontraba ese joven hombre. Un poco más y se arrastraba por como sentía su cuerpo. Si Samon Gokuu se ofreció a entrenarlos, ¿por qué Yamato Godai tenía que llegar?

Sin llamar a la puerta, pasó a la sala de guardias de su ala, haciendo sobresaltar al único que estaba allí dentro. Seitarou Tanabata, por su parte, se levantó de su asiento para dirigirse hacia el recluso.

—Sabes que no debes escaparte, número 15, ya regresa...— habló cansado, sabiendo que él no podía implantar autoridad por su forma de ser.

—Me iré cuando respondas mi pregunta— mencionó algo molesto, apoyándose en el umbral con uno de sus hombros.

 —¿Qué sucede? ¿Quieres ayuda para responder?

—No, no, no. Quiero saber si has estado mandando tal cual mis cartas a _____— dijo seriamente.

—¿A-a qué te refieres?— preguntó algo nervioso.

—A que si has reescrito las cartas con tu propia letra— entrecerró un poco sus ojos.

Rendido, el de larga cabellera suspiró, quitándose el sombrero del uniforme.

—Sí... lo he hecho. No quería que tu futura esposa no te entendiera nada cuando hablabas con ella...— confesó finalmente.

—¿Y has cambiado algo de lo que decía?

—No, puede que quizás agregara una o dos palabras de más...

—Vaya...

Jyugo se dirigió a sentar, para descansar un poco los músculos, respirando con algo de dificultad. Y soltó una leve risita, extrañando al mayor por algunos años.

—Todos tienen razón, sólo sé fugarme. Y ella dice que soy interesante...— pasó una de sus manos por su rostro, desanimado.

Seitarou volvió a colocarse su sombrero, para sentarse a un lado del recluso.

—Si dice que eres interesante, debe ser porque de verdad lo eres. Aunque sea para ella— intentó alentarlo.

—Pero las cartas que llevo enviándole las han escrito mayormente tú o los chicos. Así que yo no le parezco interesante...

—Entonces escríbele tú.

—¿Qué? Ni de broma. ¿Has visto mi caligrafía? ¿O mi forma de expresarme y comunicarme? Pensará que me habré cansado de ella, pero no quiero dejar de hablarle...

El de cabellos celestes se le quedó viendo unos momentos más, apoyando una mano en su espalda.

—Número 15, confío en que lo harás bien. Si ella te interesa, le escribirás todo lo que quieras y como te sientas cómodo— le regaló una pequeña sonrisa amigable.

El de ojos heterocromáticos se le quedó mirando con su semblante habitual, para voltear al suelo. Tenía razón; en su mente pensaba miles de cosas para responderle, hasta una conversación normal en la que no fuera tan cortante.

Y también estaba el hecho de ocultarle varias cosas de él, para no espantarla tal y como lo harían los dos chicos del ala 3. No sabía qué haría la muchacha si le contara que pasó toda su vida en prisión, fugándose y todavía seguía igual. Por eso, el escaparse de su celda, lo disfrazó como el "resolver un rompecabezas", pero uno muy fácil a su parecer.

—Bien. Pero tú escribirás.

—¿Pero no querías hacerlo todo tú?

—No entenderá nada mi caligrafía, así que hazlo tú.

Dijo haciendo que el apellidado Tanabata asintiera sin tener opción. Más claro no estaba que los reclusos lo controlaban, y no viceversa como debía ser.

Se acomodó en su asiento, volviendo a hamacarse.

—¿Y Hajime?

Preguntó para saber si tenía tiempo, luego, de dormir una siesta en el sillón que se encontraba en esa sala. Lo adoraba por lo cómodo que era, más la tranquilidad que había sin el supervisor cerca de allí.

—Acababa de salir a una reunión con la Alcaidesa. Últimamente lo ha estado llamando muy seguido, espero que todo esté bien— mencionó un poco preocupado por su mayor.

—Sí, sí, no importa. ¿Podemos ir comenzando?

—¡Claro! Sólo aguarda.

Y se levantó a buscar una hoja y bolígrafo para escribir todo lo que le dictaría el prisionero escapista.

—Cuando gustes— indicó al volver y ya estar listo.

—Bien... Querida futura esposa...

 Querida futura esposa

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QUERIDO FUTURO ESPOSO |Jyugo/Número 15 y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora