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La imagen uniformada frente al espejo le devolvió la mirada y no pudo evitar llevar su mano al cabello recientemente cortado y teñido. Sus superiores habían insistido en que debía dar una apariencia más seria al momento en que le entregaran la placa y las hebras de un rojo profundo parecían no ser lo adecuado.

Con un suspiro, abandonó su sitio y comenzó a quitarse la ropa, ya habiendo comprobado que la talla le sentaba perfecta, que toda ella parecía una oficial de policía excelsa. Su madre había llorado al ver el uniforme más temprano, sabiendo que su pequeña niña había conseguido su propósito y se convertiría en una servidora de la ley.

En su corazón, Yuqi aún guardaba las mismas aspiraciones de cuando inició la escuela de policía, aún esperaba encontrar a los responsables de que su madre debiera caminar con un bastón y abandonar la profesión que tanto le apasionaba, aún esperaba poder acabar con todo el crimen que consumía ese pequeño sector del país...

Sin embargo, ahora había algo más.

Se desplomó sobre el asiento de su escritorio e inició su mantra diario, sacando las carpetas que celosamente guardaba en uno de sus cajones con candado. Ser la hija de una antigua miembro de la comisaría estatal le había abierto las puertas para avanzar en su investigación personal, los ex compañeros de su madre le brindaron información sin dudarlo cuando ella alegó que estaba buscando un caso para inspeccionar y presentar en su tesis final. Resultó que eligió uno relacionado a las mafias más comunes de los alrededores, un tema que preocupaba a todos y del que supo sacar provecho, los profesores la felicitaron y dijeron que esperaban grandes cosas de ella.

En paralelo, Yuqi solo se había dedicado a reunir todos los datos que fue capaz sobre una persona que había sido borrada de la faz de la tierra y sobre otra que parecía esconderse por debajo de ella.

El expediente de Jeon So Yeon era sumamente corto, detallaba a duras penas sus rasgos físicos y el terrible robo a sus padres, seguido de asesinato. En las páginas avejentadas se dejaba constancia de que ella podría haber sido víctima de trata de blancas, se la buscó durante un par de años hasta que el último de sus familiares, su abuelo, falleció. Entonces ya no hubo nadie que reclamara por ella.

Yuqi eclipsó el rostro de la pequeña niña que bailaba ballet y horneaba galletas en las fotografías del caso con el de aquella mujer que puso su mundo de cabeza hacía seis meses...

La apartó de sus pensamientos y se enfocó en la siguiente carpeta.

En esa había todavía menos datos, no existían fechas de nacimiento, tipos de sangre o personas afiliadas, no había fotografías ni mucho menos un nombre, solo una palabra brillaba en letras rojas sobre la parte superior del archivo: Jelly.

Lo más sustancial de toda la investigación policial acerca de la misteriosa criminal internacional eran los testimonios de dos miembros de la fuerza que habían tenido la gracia de toparse con ella y salir vivos, aunque no ilesos.

El primero alegaba haber ingresado a un bar de los bajos suburbios de Nueva York, él y su compañero se habían llevado una horrorosa sorpresa al ver a todos los miembros de su escuadrón muertos, al igual que a unos pocos comensales. En el lugar solo había una pequeña niña que lloraba tras una de las mesas, estaba cubierta de sangre y ellos no dudaron en socorrerla, pensando que había sido herida en la redada.

En el momento en que su colega se acercó a ayudarla, ella pareció moverse a una velocidad imposible y lo asió por el brazo para rompérselo instantáneamente, con la mano libre tomó su arma y les disparó a ambos. Su compañero murió y él quedó agonizando en el suelo, viendo incrédulo como ella escapaba.

No day but TodayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora