C A P Í T U L O 7

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Cuatro días, cuatro malditos días teniendo el mismo sueño.

Desde que desperté tras aparecer esa... Cosa, e tenido el mismo sueño con Darcy.

El pasillo oscuro de la mansión.

La habitación de la pelinegra.

Ella herida.

Su ala.

Y esa pregunta de la que nunca escucho la respuesta: ¿Fué él?

Cierra el cuaderno de cubierta dura trás terminar de escribir aquello.

Un suspiro pesado lo abandona entonces y frota su rostro con ambas manos en un gesto que expresa frustración.

Esa emoción ya le es habitual y terriblemente familiar, principalmente cuando se trata de sus "sueños", más este en especial lo tiene inquieto. Perturbado. Un mal presentimiento se cierne sobre él cada mañana en los últimos días. La expectativa de qué pasó después esa noche lo atormenta. Teme por la respuesta, y más al tener ya una idea de cuál es.

Una oscura y tormentosa idea.

Darcy nunca fué de su agrado. Le recuerda su subconsciente y un escalofrío recorre su columna.

Inhala ondo por la nariz y exhala con fuerza por la boca en un inútil intento por calmarse.

Él la lastimó. Susurra una voz lejana en su mente y la frustración se convierte en rabia que se transforma rápidamente en impotencia.

Apega las rodillas contra su pecho y las rodea con las brazos para apoyar así sus rostro sobre ellas, haciéndose un ovillo entre las sábanas de la cama, esforzándose por mantener juntas sus piezas y no derrumbarse.

Más su mente le traiciona y nuevamente revive aquellas Imágenes, obligándolo a cerrar los ojos con fuerza y apretar los puños hasta clavar las uñas en sus palmas, intentando así contener las ganas de gritar hasta que su garganta sangre, romper algo, lo que sea, u echarse a llorar hasta quedar seco.

Más lo hará. Aunque le duela, no se lo permitirá.

Simplemente no.

Pasan unos segundos más así hasta que inconscientemente lleva una mano hacia la esmeralda que cuelga de su cadena y la aprieta. Es casi del tamaño de su palma, así que envolverla no le es complicado.

Aún se mantiene en su posición con los ojos cerrados y la cabeza enterrada, rogando a todos los dioses habidos y por haber que su mente se ponga en blanco de una vez y no tenga que seguir reviviendo la imagen de aquél ángel herido.

Pero contrario a sus peticiones, termina reviviendo todo, absolutamente todo.

Desde su primer sueño hasta el último. Todos tan nítidos, claros, reales y confusos.

—¿Ahora qué hago? —se cuestiona, en un hilo de voz, y siente como su pecho se comprime por tanta presión.

Sus sospechas eran ciertas, claro está, pero aún así... Se siente perdido.

Natura: Et Animam MeamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora