Once. Dolor.

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Con el paso de las horas ya me sentía mucho mejor y ya no tenía ganas de estar más tiempo acostada en una camilla

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Con el paso de las horas ya me sentía mucho mejor y ya no tenía ganas de estar más tiempo acostada en una camilla. Con cuidado mi esposo me levanto de la camilla y rápidamente los Cullen volvieron a dejar la sala como estaba antes, para que después Edward me dejara con cuidado en el sofá.

Rosalie me envolvió con un montón de cobijas y mantas, me sentía como un burrito. Lo bueno de todo aparte de que ya me sentía mucho mejor es que ya no necesitaba tener tantas agujas pegadas a mi brazo y mano, solo tenía una que estaba conectada a un suero pero no me molestaba tanto como las anteriores.

Edward estaba sentado a mi lado con mis piernas en su regazo, y Rosalie se mantenía sentada en el suelo muy cerca de mí.

No me había dado cuenta de que alguien había entrado a la habitación hasta que Edward levanto el rostro con dirección a la entrada. Era Jacob, le dedique una sonrisa y lo salude con la mano.

—Vengo a hablar, nada más. —dijo mirando a Edward. —No pronostico ningún ataque durante los próximos días. —

—Si. —contesto mi esposo. —Escuche la mayor parte de la conversación. —

Jacob lo miro confundido.

—¿Cómo...? —

—Ahora me es mucho más fácil, por la familiaridad, te leo con más claridad. Además es más fácil escucharte cuando estar como humano. Escuche la mayor parte. —contesto.

—Ah... que bien, porque no me gusta repetir. —dijo Jacob.

—Me encantaría pedirte que durmieras un poco pero no creo que hagas caso. —le dije mientras veía como caminaba hacia la salida murmurando algo que apenas escuchaba.

—Todos cuentan hasta seis en el arca de Noe: uno...dos... tres...—

—¿Dónde está el diluvio, perro callejero? —dijo Rose.

—¿Sabes cómo se ahoga una rubia, Rosalie? —le pregunto sin parar de caminar y sin verla. —Pega un espejo en el fondo de un charco. —termino de decir mientras cerraba la puerta principal.

Edward comenzó a reír.

—Ya lo había oído. —grito Rose en dirección a la puerta.

Después de un minuto Edward tomo mis piernas con cuidado y las coloco en el sofá.

—¿Adónde vas? —pregunte.

—Olvide decirle algo. —

—Deberías dejarlo dormir un poco. —

—Sera rápido, corazón, lo prometo. —me dio un beso y salió de la casa.

¿Qué sería tan importante que no podía esperar? —me pregunte.

Solté un suspiro, ya no estaba tan cómoda como antes. Intente moverme un poco pero un golpe llego directo a mi costilla. Solté un grito e intenté acostarme de inmediato. Las lágrimas comenzaron a bajas por mis mejillas. Me dolía mucho.

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