La guardia permanecía a la espera de que su líder volviera a sus filas, pero en vez de eso, Aro les ordenó adelantarse con un ademán.
Edward decidió que era hora de irnos a nuestro lugar, empujándonos a Emmett y a mí. Nos fuimos rápidamente sin quitar la vista de los enemigos. Leah se fue con nosotros, cuidando a los niños y estando muy atenta a que nada nos pasara, mientras Jacob le cuidaba la espalda mientras retrocedía lentamente. Tenía el pelo erizado y le enseñaba los colmillos a Aro. Nos reunimos con nuestra familia al mismo tiempo que la guardia rodeaba de nuevo a Aro.
La distancia entre ellos y nosotros se había reducido a cincuenta metros, una distancia que no me gustaba para nada, cualquiera podía cruzarla si era lo demasiado rápido.
Cayo comenzó a discutir con Aro de inmediato.
—¿Cómo soportas semejante ofensa? ¿Por qué permanecemos aquí sin hacer nada ante un crimen tan espantoso, burlados por un engaño tan ridículo? —
—Porque es la verdad hasta la última palabra. —le contesto Aro. —Observa el número de testigos. Todos ellos están en condiciones de dar testimonio: han visto a esos niños crecer y madurar en el poco tiempo que los han conocido. Todos ellos. Se han percatado del calor de la sangre que corre por sus venas. —
Cayo se serenó hasta obtener una expresión fría y calculadora al escuchar esas palabras.
Cayo no cambio su mala cara mientras pensaba. Al darse cuenta de la situación su cara cambio a una más preocupada. ¿Qué le preocupaba tanto? ¿Sería capaz de dar un señal invisible para que nos ataque sin que nos demos cuenta a la primera? La respuesta era, si, si eran capaces. Estudié mi escudo. Lo noté tan impenetrable como antes. Hice que cambiara su forma a la de un domo para que cubriera a todos los de nuestro grupo. Sentía a mis amigos y a los miembros de mi familia como finas columnas de luz, cada una con una tonalidad propia. Lo que me preocupaban eran los huecos que existían alrededor de los puntos brillantes. Fruncí el ceño por el esfuerzo mientras intentaba que mi escudo tocara a todos. Carlisle era el más alejado. Moví el escudo centímetro a centímetro, para así poder llegar lo más lejos posible.
Lo bueno es que el escudo estaba cooperando muy bien. Aumenté su tamaño, y cuando Carlisle cambió de posición para estar más cerca de Tanya, la protección se estiró con él.
Fui poniendo mi escudo alrededor de cada silueta iluminada que correspondía a un amigo o a un aliado.
Sólo había transcurrido un segundo y Cayo continuaba con las deliberaciones.
—Los hombres lobo. —murmuró.
Me sentí una completa tonta cuando me di cuenta de que no todos los lobos estaban protegidos. Pero algo raro paso, si los sentía brillar bajo mi escudo, pero no estaban en mi escudo, era algo...curioso. Quite por un momento el escudo de Amun y Kebi, los dos miembros más alejados del grupo en ese momento, que se hallaban en compañía de los lobos. Las luces de ambos se apagaron, pero no ocurrió lo mismo con los lobos: continuaban siendo columnas luminosas... o casi, por lo menos la mitad de ellos brillaban. Extendí de nuevo el escudo y en cuanto Sam quedó cubierto, todos volvieron a brillar.
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Eternal Love
Fiksi PenggemarLibro I4I Es algo extraordinario conocer a alguien a quien abrir tu corazón y que te acepta como eres, he esperado lo que parece ser un tiempo muy largo para asumir lo que soy y contigo siento que por fin puedo empezar, el tiempo que quiero pasar ju...