Eso que llaman <<Amor>>

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NOTA DE LA AUTORA

En primera, agradecerles ¡HEMOS LLEGADO A LOS 1.5K! Y bueno, estos días han sido de locura, no he podido editarles, pero no he querido dejarles en suspenso. Mis disculpas si hay errores. Cuando me haga de tiempo, editaré el capítulo.

Pamela está flotando sobre el mar y provocando una tormenta. Su objetivo: hundir el barco con la tripulación dentro. Razón para que lo permita: transportan drogas. Es lo que merecen por causarle tal cosa a la humanidad, todos ahí son culpables. No hay ningún justificativo para estar en la mafia.

―Debo admitirlo ―exclama Pamela para que su voz sea escuchada sobre los truenos― Cuando me permites utilizar al máximo mi poder ―hace que una ola azote a la pequeña barcaza― Comienzo a tolerarte.

Ruedo los ojos y hago que un poco de agua sea imposible de sacar para quienes intentan evitar que la popa se llene de agua.

―Mi objetivo no es que me ames ―digo haciendo que mis pies toquen un  poco el agua― Sino trabajar bien en conjunto.

Con sus manos, hace que las olas le respondan y con un jalón brusco el navío se pierde entre el horizonte.

―Como quieras ―suelta una sonrisa brusca mientras su mano helada toma la mía. Aparecemos en nuestra cueva. La erosión lleva miles de años formándola y el mundo humano nos ha brindado todo lo que necesitamos. Todo lo que pierdes y jamás encuentras, eso está aquí. Espero con eso resolver el eterno misterio de la secadora y tus medias. A Alelí le encanta lo suave.

Contemplo el umbral del tragaluz, la forma perfecta en la que ilumina la cueva y no nos deja en la oscuridad absoluta. Es solo un círculo arcaico. En el techo de la cueva, se encuentran en abstracto los comienzos de este planeta: el libro de la vida. Ese famoso e interesante nombre se resume en unas cuantas pinturas que reflejan los hechos históricos de la vida de este planeta.

― ¿Cuánto crees que tarden los asiáticos en darse cuenta de que se hundió su barco? ―Pamela juega con una roca recostada en su sillón aterciopelado.

―Con lo tecnológicos que son… Creo que ya deben estar buscándolos ―me acerco a ella, que está a unos cuantos pasos alejada de la luz. Tengo intensiones de decirle, hablar con ella sobre lo que sucedió en aquel templo. Analizo sus facciones, sus posibles reacciones y lo que sé de ella.

― ¿Quieres saber algo? Hermanita ―la última palabra la dijo con una malicia que me heló la sangre.

― ¿Qué tan enferma está la rubia?

Suelta una carcajada. Está disfrutando de esto.

― ¿Cuál de tantas?

Quiere que lo diga, que me rinda ante ella.

―Con tu poder, debes saber cual.

―Eres tú quien decide quien muere, ¿lo olvidas? Yo solo le aplico la enfermedad que su alma merece ―se levanta dejando a un lado la roca, se acerca a mi oído y me susurra― ¿Crees que ya tuvo suficiente?

Me quedo con expresión inmutable mientras ella desaparece. Estando sola, me voy a las calles de New York a recoger un alma. Un chico de color acaba de morir tiroteado, su cuerpo está en la acera y el ente está parado a su lado.

Me ve y abre los ojos.

― ¿Vienes por mí? Yo no tuve nada que ver.

Generalmente, esto lo hacen mis hermanas: recoger almas con mucha bondad o demasiada malicia. Es cuando hay que juzgar muy bien los actos que aparecemos las tres. En éste caso, le robé el trabajo a Alelí. Necesito despejarme.

Al tenerle en frente, veo como fue abandonado en las puertas de un orfanato siendo un bebé; su madre era una prostituta. Lo adoptaron a los seis años unos cubanos que lo trataron como un rey. Fue marginado en la escuela por su color de piel. Era destacado en los estudios. Su novia salió embarazada al salir del secundario. Estaba trabajando cuando lo asesinaron al confundirle con algún otro chico malo.

Dejo a una chica embarazada y una niña. Su misión en la vida era darle compañía a la chica que era tan o igual de marginada que él.

―Estarán bien ―sonrío y aparezco con él en Canadá. Luchará en contra del bullying.

Aparezco de nuevo en la escena del crimen. La justicia humana me parece que no es necesaria, pero ayuda. En su mayoría, son gordos corruptos llenos de dinero que acosan a sus secretarias y se esconden tras un gran escritorio. Todo es movido con dinero y se olvidan de que los verdaderos verdes, los que importan, se llaman árboles.

Entre luces rojas y azules, veo a una figura humana moverse hacia mí. Su sombra es inconfundible y cuando toma mi muñeca, la rotación de la tierra se detiene.

Tyler lleva uniforme de policía y unos ojos muy abiertos.

― ¿Puedes decirme qué me está pasando?

Mi mano se escabulle de la de él. Con voz dudosa logro decirle: ―No lo sé.

― ¿Hablas solo luego de tu accidente Mcarby? ―un chico alto de pelo rubio le da un codazo.

Él se queda paralizado unos segundos y responde ―: Hablaba por radio. Al parecer no saben que sucede en la estación de Florida ―Sigue mirándome. No es capaz de mirar a los ojos azules de su compañero.

―Deben estar bien trastornados. Te asignaron aquí.

―Allá no habían tantos crímenes ―estoy pensando en la decisión de irme o quedarme cuando el rubio le pone la mano en el hombro.

― ¿Cuánto alcance tiene esa cosa?

―Ocúpate de tus asuntos, Carson.

El rubio murmuro algo sobre el humor y el clima y se alejó del callejón.

― ¿Estoy enloqueciendo? Él no pudo verte y tú… El accidente…

No sé que responder, porque en realidad, cuando crees saberlo todo del mundo: historias, vidas, idiomas, biología; te das cuenta de que no sabes nada de eso que muchos llaman <<Amor>>

Desaparezco y dejo a aquel chico en el callejón neoyorkino. Estoy en alguna playa de Brasil y camino por la orilla. ¿Será que esta es el alma que me enamoró?

BalanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora