No estoy muy seguro del papel que juego en esta pelea familiar. Solo estoy seguro de dos cosas: 1.- Alelí, la otra de las chicas, sigue en su sueño absoluto y no estoy muy seguro de porqué. 2.- Tengo cientos de preguntas que no me he atrevido a hacer.
Estamos en Marrakech, Marruecos. Ya me he acostumbrado un poco a viajar entre los países con solo pestañar. Beberly sigue paseándose con rapidez entre la gente, con su túnica grisácea tambaleándose y conmigo como accesorio persiguiéndola. No sé en qué nos ayudará el hecho de ir de país en país sin hacer nada en contra de Pamela, pero me he acostumbrado en los últimos días a que Beberly tiene el mando.
— ¿Puedes parar? —me he dado cuenta de que la gente no puede verme; eso desde que estamos en Praga.
—Debemos acudir a un alma —me regaña sin detenerse.
— ¿En qué nos ayudará esto?
Silencio. Me estoy cansando de que no diga nada y solo ejecute, de sus sorpresas absolutas y sus silencios sepulcrales.
— ¡Detente! —no pude contenerme y grito haciendo que el mundo deje de girar, que el tiempo se ponga en pausa, que las personas se congelen como piedras y que Beberly voltee casi asustada. ¿Qué he hecho?
—Tyler —Beberly parece contener la respiración—, cálmate. ¿Crees que no puedo escuchar el bullicio en tu mente?
—Solo si dejaras de escuchar mi mente y respondieras a todo lo que sabes que formulo, entonces ahí deshago lo que no tengo idea de que he hecho.
—Sabes lo que has hecho —mira alrededor a las personas congeladas como el hielo, inertes e inmóviles—. Has sentido lo mismo que yo.
—No estoy seguro de que sientas algo.
Beberly levanta una ceja en sincronía perfecta con la comisura de su labio. Con un chasquido de sus dedos anular y pulgar, el mundo vuelve a girar como una gran máquina y las personas comienzan de nuevo sus actos como si nada hubiera pasado.
Estamos en el centro de una plaza famosa en Marruecos y lo siento; siento como si algo girara en el lugar donde está mi corazón, como si tuviera electricidad en mis dedos.
— ¿Qué le pasó a tu hermana? —pregunto casi por instinto.
—La maldad en el mundo, el surgimiento de tanto poder del lado de Pamela… está débil.
— ¿Y tú no se supone que eres el balance? —Reclamo sin darme cuenta— ¿Tu trabajo no es mantenerlas por igual?
—La mayoría de las veces —comienza a caminar—. Me encargo de que tengan el poder necesario para mantener al planeta en equilibrio, para llevar a las almas a su lugar… Pero, la procedencia de los poderes nuevos de Pamela no es de la tierra, están fuera de mi alcance.
— ¿De la tierra? —nos acercamos a una parte alejada del mercado, a un callejón oscuro.
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Balance
General Fiction¿Qué pasaría si te dijera que soy la causa de tus problemas? ¿Me matarías? ¿Y si te digo que no puedes matarme? ¿Qué tal si te pido que lo hagas y acabas muriendo tú? ¿Y si te digo que estuve en el año 1800 y te conozco desde entonces? ¿Qué pasaría...