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Los miembros de la agencia habían llegado demasiado tarde, pues Atsushi ya no se encontraba en ese lugar, sino, había sido "raptado" por alguien, mirando la manera en que fue destruída la jaula.

¡Demonios! ¡El mocoso fue raptado y viendo la jaula fue ese perro de la Port Mafia!

Comentó Kunikida. Acomodó sus gafas y se acercó a observar mejor a la jaula.
Kyouka estaba molesta. Tenía la sensación de que Akutagawa había sido el culpable de llevarse a Atsushi y  creía que no tenía buenas intenciones.

— Fue él. Estoy segura. Kunikida-san, debemos rescatar a Atsushi antes de que Akutagawa lo mate.

Dijo decidida, apretando sus puños y dándose valor.

Por su parte, el joven del Rashōmon había llevado a Atsushi a una casa justo al lado de donde él y Chuuya vivían con los niños. Pensaba si decirle o no toda la verdad sobre su identidad y sobre Daichi, pero temía que eso ocasionara problemas.

Recostó al débil peligris sobre la cama, y le limpiaba la sangre de sus heridas con algunos pequeños pañuelos, para después pegarle parches curativos y venditas que disminuirían su dolor.

A Atsushi le parecía extraño. ¿Akutagawa ayudándolo? Era difícil de creer. Lo observaba con los ojos entrecerrados, débil y sin fuerzas. Antes de ser picado con varillas a través de la jaula, le inyectaron una sustancia desconocida que estaba entumeciendo sus huesos, impidiendo sus movimientos de cualquier tipo.

— Akutagawa... Déja-me morir... Quiero... Ir con ellos...

Suplicaba con esfuerzo, apenas podía mover los dedos de sus manos, abriendo y cerrando el puño con dolor.

— ¡¡¿Estás loco, Jinko?!! ¡No te dejaré morir! ¡Tienes que recuperarte! Recuerda que debemos cuidar a Dazai-san. Según todos, él es nuestro hijo.

Se quitaba la gabardina negra para colgarla en un estante a la entrada de la casa. Chuuya desconocía esa otra casa que Akutagawa tenía justo al lado de la suya. Era un hogar que el pelinegro tenía preparado para cuando se llegara ese momento en que podría estar con Atsushi como su esposo, y con su hijo Daichi. Aún era su secreto.

— Tú puedes cuidar a Dazai-san. Después de todo, quieres que él te reconozca. En cambio yo, no tengo una razón para vivir. Nadie espera nada de mí... Estoy solo. En el Orfanato decían que sólo era un problema y que nunca debí existir... ¿Aún así crees que merezco seguir viviendo?

Respondió con lágrimas en sus ojos. Se sentía menos entumecido, y se sentaba sobre la cama, un poco mareado. Akutagawa se acercó a él y tomó asiento a la orilla de la cama, mirando hacia el peligris con preocupación, algo raro en él.

— Jinko. ¿Qué harías si tu hijo estuviera vivo y alguien te lo trajera ahora mismo? ¿Tendrías el mismo pensamiento sobre tu vida?

Cuestionó con seriedad, sin mirar a los ojos al joven tigre que lloraba en silencio.

— Lo abrazaría, besaría y le diría lo mucho que lo extrañé. Pero, Akutagawa, eso nunca sucederá... Mi niño está muerto, y su padre también...

Respondió agachado, sin ánimos de seguir hablando.

— Si ese niño estuviera vivo, ¿me dejarías ser su padre, Jinko?

Esa pregunta sorprendió al peligris. ¿Qué quería decir con eso? ¿Acaso Akutagawa le estaba insinuando que quería algo serio con él? Estaba nervioso. Él no podía aceptar a nadie más que no sea Daisuke y él ya estaba muerto. No quería volver a tener pareja y pasar por nuevos sufrimientos o pérdidas tan graves.

— Lo siento, Akutagawa, pero no. Mi Daichi está muerto junto con su único padre y seré fiel a ellos hasta que muera. No puedo mirar a otra persona como pareja...

Contestó con dolor. Fue sorprendido por el pelinegro, quien lo empujó y besó sus labios. Akutagawa lo recostó de nuevo en la cama, continuando el beso que iba de tierno, delicado a apasionado y lleno de amor. Una manera de besar única de Daisuke que pronto, Atsushi imaginó que se trataba de su amado.
Cerró sus ojos, para imaginar a Daisuke. No quería ver a Akutagawa frente a él. Y tampoco entendía porqué ese rival suyo que tanto lo odiaba, lo estaba besando de esa manera.

Por falta de aire, se separaron. Atsushi parpadeó rápidamente y miró a Daisuke, pero después de unos segundos, era Akutagawa quien estaba con él, de pie al lado de la cama.

— Akutagawa... ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? ¡No me hace ningún bien! ¡Sólo...me conviertes en infiel a Daisuke...!

Derramaba lágrimas, que prefirió darse la media vuelta, recostado sobre la cama. Se cubrió con un cobertor que había y estaba dispuesto a descansar e ignorar todo lo posible a Akutagawa.

— No eres infiel, Jinko. Espera un poco, iré a traer algo...

No muy convencido, pero queriéndolo hacer, el joven del Rashōmon salió de la casa para entrar a la de al lado. Al verlo, Daichi, mejor de salud, corrió hacia él para recibirlo con emoción.

— ¡¡Papá!!

Akutagawa lo levantó en brazos y besó una de sus mejillas con cariño. Mientras que Chuuya preparaba el almuerzo del mediodía.

— Daichi-kun, ¿quieres ir conmigo a un lugar?

Preguntó dudoso. El niño sonrió, abrazando del cuello a su padre, sin intenciones de soltarlo.

"Espero que no esté equivocado al decirle la verdad a Jinko"

Pensaba nervioso.

— ¿Dónde, papi?

— Volverás a ver a alguien que te extraña mucho.

Salió de la casa.

— ¿Uh?

Sin comprender.




Me Comí a... Dazai-sanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora