La Abuela

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Graciela hacía los deberes con ayuda de todos, hasta de la abuela desempolvando los muebles a la altura de su silla de ruedas, pero al voltear al reloj, se dio cuenta que Aris ya debió regresar con las tortillas, a los pocos segundos se apareció el menor, con medio kilo cuando debía ser un kilo, fue obvio que jugó en las máquinas con el resto del dinero.

Cenaron y después todos hablaron por teléfono con Naye, al oscurecer todos quisieron escuchar las anécdotas de su mamá en la infancia, y si pensaban que luego la abuela Matilda que vivía con ellos era cascarrabias, que regañaba y gritaba, pero jamás las hacía sentir mal, les cambiaba los nombres y olvidaba fechas.

—No me cae bien la abuela Ana—susurra Aris—. Trató muy mal a mi mamá.

—Pues no creo que te guste, la abuela Ana viene de visita—responde Arzy.

A ninguno le gustó la idea, ni a su propio padre, porque al llegar la mujer hasta disgustó a Matilda, todo el tiempo la abuela Ana tenía cara de cómo si apestara el lugar, quejándose de todo con su hija, tan indiferente.

Desde entonces todos le han visto el lado bueno a la abuela Matilda, a pesar de sus pensamientos algo retrógradas, ella ayudaba, jamás rezongaba, se quejaba ni juzgó, olvidó el nombre de alguien o alguna fecha importante, pero ella fue una mujer trabajadora e independiente, con algunas manías chistosas, como por ejemplo, que sus chocolates los esconde hasta el final del refrigerador y los cubre con lo demás para que nadie lo vea y se lo coma, y se enoja con Jaime por haberlo encontrado comiéndoselo.

La abuela Matilda les enseñó a cosechar, a tener carácter cuando alguien se quiere meter con ellos, al reciclaje, rehusar y reducir, a cocinar y matar animales. Esa última parte no fue bonita, pero algo aprendieron.

En familia veían Los Simpson, pero para mala fortuna de Jaime, tuvo la mala idea de apagar la televisión, la mujer de noventa y tantos años lo único que pronunciaba bien eran insultos hacia su hijo, así que lo insultó, y con unas de sus miradas asesinas fue más que suficiente, todos temblaron de miedo, y es que con la mirada te dice todo y es aterradora, asesina. Le pegó a su padre con una fuerza impresionante para el estado en que está y su edad.

Llegó la madre, interrumpiendo la caricatura, todos se asustaron, pero quedaron sorprendidos cuando la abuela bajo el volumen todos quedaron sorprendidos, les llama su atención para escuchar lo que iba a decir su madre, la noticia: que ya tenía el disfraz para la Noche Oscura, se trataba de una hamburguesa, Suya iba a ser el primer pan, Lauren la lechuga, Rubí el jitomate, Arzy la carne y Aris la tapa. Todos se quejaron, pero se callaron a la mirada asesina de la abuela.

—Vamos niños, se están yendo todas y me es más difícil hacer un disfraz en conjunto—intenta animarlos Graciela.

—¿Por qué nos haces esto madre, qué te hicimos, por qué nos odias tanto?—dramatiza Rubí tomando de los hombros a su madre, ya que pues, están de la estatura.

—Será porque tuvo que parirlos a ustedes seis—gruñe la abuela y sube el volumen.

Su madre hace una mueca de aprobación.

—Miren, es una tradición, ya nos hicimos conocer así entre los vecinos. Además, cada año se me van a ir yendo, y me estoy quedando sin ideas... ¡Ya sé! El siguiente, van a ser un desayuno americano, Lauren será el jugo, Rubí el hot cakes, Arzy el huevo estrellado y Aris el tocino.

Sueltan un gemido de frustración.

Suya baja muy animada con cajas pesadas y se le ocurre la maravillosa idea de ordenar las fotos en los álbumes que hizo, Graciela encantada acepto involucrando a todos, Rubí agradecía que no estuviera Corbyn para ver esas fotos vergonzosas, de cuando todos eran bebes, desnudas o por cualquier movimiento, hasta defecando, también de sus disfraces ridículos, de bailables, obras de teatro, reportes, lecturas, cursos de verano... Absolutamente todo.

—Wow, abuela, ¿Está eres tu?—muestra la foto en blanco y negro Mia.

Era una joven hermosa, con sus chinos bien recogidos en un peinado de la época, al igual que el maquillaje y vestimenta. La abuela sólo dio un pequeño vistazo, asintió y siguió viendo Los Simpson.

—Chanclas, las fotos que verán mis nietos cuando era joven, será mi cosplay—expresa Lauren y todos la ven—. Te ves muy bien abuela.

Julia y RubíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora