Introducción

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El callejón era estrecho y húmedo, el típico lugar donde se encuentran los cuerpos después de ser brutalmente asesinados

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El callejón era estrecho y húmedo, el típico lugar donde se encuentran los cuerpos después de ser brutalmente asesinados. La oscuridad que lo inundaba era rota por una luz tenue y parpadeante, realmente parecía sacado de una serie de ficción. El hedor que provenía del alcantarillado rodeaba notablemente la desafortunada escena que sucedía allí, en ese momento. 

Un chico joven de cabellos dorados, labios abultados, ojos rasgados y rostro angelical aferraba su cuerpo contra la pared final del callejón buscando a su alrededor la manera de poder huir, trataba de mantener su cuerpo en pie aun cuando sentía que en cualquier momento las piernas le iban a fallar, los cabellos que caían por su rostro se pegaban en la frente bañada en sudor ¿Por qué hacia tanta calor?

El cazador le acechaba impasible, con ojos lascivos miraba una y otra vez la presa que tenía acorralada. Era perfecto para él, pequeño y adorable, hacia tiempo que no conseguía una víctima para saciar sus despreciables instintos. Bajo la capucha y el pasamontañas que le cubría, dejando ver su piel castigada por una vida llena  de excesos y poca higiene.

— ¿Porque huyes? –preguntó burlón– Ven, nos lo pasaremos bien.

El hombre avanzó firme hasta estar frente al chico y sonrió cruelmente. Se lamentó mentalmente por tener que acabar con él después de esto, realmente deseaba poder destrozarlo durante más tiempo y hacerlo suplicar por su vida.

— ¿Tienes miedo pequeño? – dijo acariciando la mejilla del chico.

Este apartó el rostro chocando así su cabeza contra la pared, sintió una aguda punzada ahí donde se había golpeado pero no fue capaz de moverse.

— Vamos, no me hagas perder la paciencia –apretó los dientes.

Agarró al joven por el cuello y lo atrajo hacia él, inspiró su perfume dulce y escuchó su respiración irregular. En cuanto sus labios estuvieron a punto de rozarse, la presa, rió a carcajadas a dejando caer su cabeza sobre el pecho de este sin dejar de reír.

— Vas a morir –sentenció el chico callando su risa en seco.

El hombre oyó un leve chasquido detrás de él, pero no le dio importancia, estaba a punto de perder la paciencia, aquella risa psicótica le había puesto los pelos de punta. Sujeto de nuevo al chico por el cuello el cual mantenía una sonrisa ladina con una mirada desafiante, entonces sintió algo frío y puntiagudo clavarse en su espalda. No pudo gritar, su cuerpo se paralizó soltando al chico, giró con dificultad la cabeza para ver detrás de él. Unos ojos felinos y oscuros brillaban como el fuego, sus labios dibujaban una suave línea creando una expresión de indiferencia y aún sujetando el arma en el interior de aquel hombre con firmeza, se atrevió a quejarse.

— Deja de jugar y vámonos –dijo el chico de ojos felinos mientras sacaba el cuchillo de las entrañas del despojo humano que acorralaba a su amigo.

Jimin dejó caer su sádica sonrisa y abulto los labios tiernamente salteando la mirada entre su amigo y el supuesto atacante, ahora víctima.

— ¿Porque eres tan aburrido Yoongi? –cruzó sus brazos– Quería jugar un rato más.

Este puso los ojos en blanco, Yoongi nunca entendería lo divertido de este tipo de situaciones, su amigo tenía un problema real y deberían de hablarlo seriamente. Entregó el arma a su amigo que volvió a cambiar su rostro por uno emocionado y ligeramente satisfecho.

— Remátalo, pero que sea rápido, Namjoon y los demás nos están esperando –añadió Yoongi colocando las manos en los bolsillos y dando media vuelta para marchar.

El hombre, atónito por la naturalidad con la que hablaban miró a los chicos con los ojos totalmente abiertos, intentó huir torpemente pero las piernas le fallaron cayendo de rodillas y manos al suelo. Jimin se colocó detrás de él ágilmente y agarró los cabellos de su presa con una mano, tiró de ellos y se inclinó para verle el rostro mientras rasgaba su cuello. Observó atentamente cómo la cara de este se descomponía sintiendo como un placer indescriptible le inundaba el pecho.

— Te lo dije –canturreo Jimin divertido– vas ha morir.

Criminales | La vida de Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora