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El ambiente en la habitación era cálido con un sutil olor a madera vieja, la luz entraba por la ventana, iluminando gran parte de la estancia. Jimin se acomodó junto a mí, con la mirada perdida tratando de traer de vuelta aquellos días ya un poco lejanos.

— Recuerdo que me parecías extraño. Lo controlabas todo, pero mirabas alrededor como si nada te importará, también me di cuenta que tratabas de evitarme, al principio siempre huías cuando me acercaba —sonrió.

— Eras como un torbellino en ese tiempo... —Traté de excusarme, — no estaba acostumbrado a que alguien me prestará tanta atención.

— Lo sé, pero por esa misma razón quería estar a tu lado. Tu tranquilidad me traía paz y de eso me di cuenta a medida que pasaba más tiempo contigo, —me miró. — No sabías el infierno que vivía. — Bajo la mirada, —mi padre conoció a mi madre de casualidad en un bar, después de esa noche mama siguió su vida y al tiempo nací yo, para ella fui un desliz de una noche, así que ella me entregó a mi padre al poco tiempo de tenerme, dejándome bajo el cuidado de un mafioso, borracho y adicto a las drogas. Aún no sé por qué, el me acepto y trató de cuidar de mí.

Jimin se acercó un poco más a mí colocando su cara cerca de la mía y escondiéndola en mi cuello inspirando lentamente.

—... No tardo mucho en perder la paciencia, la paternidad era demasiada responsabilidad y a los pocos años comenzaron las palizas. Yo era un niño con ganas de jugar encerrado en un piso oscuro, pequeño y descuidado. Veía poco a mi padre, él pasaba gran parte del tiempo fuera de casa en sus turbios asuntos, pero cuando volvía apestaba alcohol y le bastaba cualquier motivo para desahogar su ira y frustración en mí, era su saco de boxeo. Comencé a ir al colegio más tarde que los demás niños, lo que provocó un retraso en mi aprendizaje. Los años pasaron y yo salía adelante cómo podía, hasta que llego una carta que nos informaba de la muerte de mi madre, dejando una gran deuda en el bar donde trabajaba...

Jimin escondió aún más su rostro en mí y noté como su cuerpo se tensó.

—... Y mi padre decidió que yo debía pagarla. Me llevó donde conoció a mi madre y me dejó ahí para que saldara la deuda.

Lo miré atónito.

... Apenas tenía doce años, —su voz tiembla ligeramente— pero decían tenía una buena aparecía y eso les llamaba la atención. Noté como cada día, con cada persona que pasaba enloquecía un poco más, mis emociones eran como una montaña rusa. El alcohol y las drogas eran parte de mi día a día, las necesitaba para desconectar de la mierda en la que estaba metido. Conseguí que me permitieran ir a la escuela a cambio de turnos más largos los fines de semanas, me gustaba ir al colegio, —conseguí sentir una leve sonrisa— poder relacionarme con la demás gente de mi edad, aprender cosas y meterme en problemas, como cualquier adolescente, me hacía sentir quién era, aunque en mi interior sabia que me rompía cada día un poco más.

... Cuando tenía quince años conocí a Jk en la escuela, él era menor que yo y su inocencia me conmovió. Sabía que detrás de esos ojos de cervatillo escondía algo, no lo descubrí hasta mucho después. Namjoon, Taehyung y Seokjin aparecieron de repente, la verdad no recuerdo como fue, solo sé que un día estaban a mi lado sin pedirme nada. También apareciste tú, nunca me preguntabas porque faltaba a clase o por qué tenía moretones, no juzgabas mis actos o como yo era, simplemente estabas ahí mirándome de reojo, compartiendo tu almuerzo conmigo, ayudándome a estudiar, dándome cosas que "no necesitas" como ese mp3 que tanto quería o comprando pomada para mis heridas.

Alce una mano para acariciar su cabello. Me sentí extraño, algo se removió en mi pecho. Saber que le había hecho sentir bien me consolaba, pero a la vez me entristecía el no haber hecho más por ayudarle.

— Las cosas iban bien, hasta que todo explotó. Un día apareció mi padre en el bar, estaba borracho y pidió estar conmigo. Me resistí, le supliqué que no lo hiciera, no sirvió de nada... abusó de mí después de darme tal paliza que me dejó inconsciente. Lo último que recuerdo fueron sus palabras de advertencia: "Recuerda a quién perteneces". Cuando desperté apenas podía moverme, pero el dolor físico no era lo que más me dolía. Necesite una semana para recuperarme, fue ahí cuando te mande ese correo de: No me busques. No tenía fuerzas para dar la cara, —apretó los dientes, — el odio que había acumulado hasta ese día estaba llegando a su límite, quería ser libre y vivir mi vida, pero ese bastardo que se hacía llamar mi padre me lo impedía. Cada noche soñaba con estrangularlo con mis manos y luego quemarlo, quería hacerlo desaparecer. —dijo casi gruñendo.

—... Unos meses después llegaron hombres trajeados al bar, los rumores corrieron, al parecer, eran un pequeño grupo perteneciente a una de las mafias más fuertes de Seul. Entre ellos había un chico joven que reconocí inmediatamente, era Seokjin, el primogénito del líder, futuro jefe y mi amigo. No lo dude, me presente ante su padre allí presente y le ofrecí mi vida a cambio de ayudarme a matar a mi padre. — Se separa de mí para colocarse de rodillas sobre la cama— así fue como acabe siendo parte de la mafia DarkMoon, ¿lo más divertido de todo? Mi padre es Draco, líder de Las hienas... El que te contrató para hackear la mafia a la que pertenezco, —comenzó a reír— ¡Ha jurado matarme! —otra carcajada sale de su boca.

Lo miré horrorizado, no conseguía hacerme una idea de todo lo que Jimin había vivido. El dolor que debe haber llegado a sentir me abrumaba con tan solo tratar de imaginarlo. Había sido abandonado por su madre, vendido y maltratado por su padre, vivió cosas que un niño no debería de ver, pero lo que más se retorcía era el no haber hecho nada.

La risa histérica de Jimin era una manera de disimular lo que sentía, pero le conocía demasiado bien, así que era suficiente ver cómo pestañeaba frenéticamente para saber lo que sentía de verdad, rabia, estaba furioso.

Deslicé mi mano lentamente hasta encontrar la suya, haciendo que parará de reír y se quedará en silencio, entonces le miré y como un lobo mira la luna, mi luna, aullé.

— No permitiré que vuelva a tocarte —le dije decidido.

Criminales | La vida de Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora