Día 7: Gargantilla de estrellas

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Prompt: "Estrellas"
Pareja: JayDick

ACLARACIÓN: Este es un AU en el que Richard y Jason son Dioses.




   Cuando el primer destello de luz nació del caos, el primer atisbo de conciencia despertó. A partir de tal instante, los engranajes del tiempo dieron inicio a su movimiento perpetuo. Aquella era una conciencia superior. Un pensamiento solitario y etéreo, flotando en las inmensidades del cosmos observando como éste se reorganizaba con pasmosa lentitud, cómo se estiraba, se destruía, se reformaba y moldeaba hasta que, de aquellas tinieblas surgieron los mundos.

   Fue allí que la conciencia desolada descubrió que no se hallaba solo. Había más, muchos más como él. Todos con habilidades inauditas. Todos con la inherente capacidad para la creación o para la destrucción como descubrieron más tarde.

   Lo que vino después resultó de una experimentación continua de aquellos seres. Ellos se reconocían a sí mismos como los "Primordiales", criaturas originadas en el origen mismo del comienzo. Eternos y, a la vez, mutables.

   En los albores de su despertar solían ser muy juguetones, revoloteando en las tinieblas mientras se divertían con sus invenciones; compitiendo incluso los unos con los otros por ser aquel cuya creación maravillara a sus congéneres. Es así que con la primera risa surgieron las estrellas, parajes de luz para iluminar tan inmenso abismo. La materia nació del sueño de uno de ellos y el viento de un suspiro. El sonido ya estaba allí para entonces pues se había originado junto a ellos en el primer destello y los acompañó a partir de ese momento en cada colisión de sus ideas.

   Para cuando aparecieron los planetas y, con ellos, la vida, los "Primordiales" eran viejos. Tan viejos como el tiempo mismo y, sin embargo, el mismo tiempo no les alteraría jamás. Las bestias brotaron de las aguas y dominaron las tierras y los cielos. En casi un parpadeo los humanos empezaron a caminar y disfrutar de todo cuanto ellos habían creado en sus ratos de aburrimiento. Pronto empezaron a adorarlos, llamándolos con tantos nombres como grupos de mortales existieren. Les veneraban pues reconocían su obra y eso les satisfacía. "Dioses" les llamaron y tan solo unos cuantos de los cientos que existían se manifestaron frente a aquellas rudimentarias criaturas.

   Uno de aquellos Primordiales era él. A él los mortales lo habían bautizado como el Señor de los vientos y los cielos. El Hacedor de las tormentas, las lluvias, los huracanes y el rayo, pues cuando se enfurecía resultaba digno de temer; insaciable, cambiante y salvaje como su misma sempiterna naturaleza. Lo habían nombrado como la deidad del aire, de las brisas calmas, responsable del vuelo de todas las criaturas aladas pues estas se hallaban bajo su dominio y de la verdad, pues tan solo ella podía aligerar el corazón de los hombres. Él era benevolente y curioso. Adoraba adoptar una forma mortal y vagar entre ellos, maravillándose con cada invención de sus primitivas mentes. Deambulaba por toda la tierra. La exploraba con asombro, siendo de los pocos en responder a las plegarias en su nombre y prestar su servicio.

   Él tenía muchos nombres. Nombres arcanos que resultaban impronunciables. No obstante, había adoptado el nombre de Richard para cuando se encontrase entre los hombres, siendo acogido por ellos en cada ciudad a la que fuese con los brazos abiertos. Los mortales ciegos todavía frente a aquella presencia divina y, sin embargo, incapaces de resistirse a su candidez.

   Siempre le había observado. Desde el destello. Por ello le había seguido al planeta azul, el único que había captado la atención de él. Es por ello que se había decidido también a presentarse ante los humanos.

   Él fue proclamado como la deidad del fuego, del coraje y la inventiva que germinaba en la mente y en el corazón humano. Señor de los incendios, los volcanes, la forja y protector de los herreros. Creador de vida pues las llamas traían consigo los verdes brotes de la tierra, la resurrección de aquello que había muerto bajo su yugo. Patrón de las pasiones ardorosas, de la ira que explotaba ante la injusticia y de la purificación. Era la inmortalidad, el calor y el hogar. Y, sin embargo, en su forma terrenal, él había adoptado el nombre de Jason.

   Así habían existido desde el inicio mismo. Dos entidades idénticas, la una persiguiendo a la otra. Adorándose a la distancia cuando el otro se hallaba lo suficientemente distraído como para alertarlo. Danzando a través del cosmos, de las eras y de las civilizaciones sin nunca comprender la ferviente melodía que marcaba su ritmo. Sin entender aquello que los asaltaba al contemplar al otro. Sin poder darle un nombre...

   Jason fue el primero que logró reconocerlo. Amor. La palabra tan ajena a él que no supo cómo reaccionar al principio. No obstante, había oído acerca de ello antes. Lo había visto en los hombres. Ellos lo anhelaban, lo poseían, lo desbarataban y lo perdían solo para volver a buscarlo. Morían por él. Vivían por él. Lloraban y reían por él... Y Jason aprendió de ellos.

   Fue así que logró comprender lo que siempre había sentido, abandonándose finalmente a aquel sentimiento sin reserva alguna.

   Amor.

   Jason le amaba y no dudó en buscar la manera de demostrárselo. Compuso canciones y sonetos según la costumbre mortal. Creó flores en su nombre pues sabía lo mucho que él disfrutaba de ellas. Moldeó nuevas criaturas para que pisaran la tierra y hasta se atrevió a darle vida a un ave que surcara los cielos con el fuego imbuido en su cuerpo, inherente a su esencia divina. La alegría por tal descubrimiento lo llevó también a originar nuevas constelaciones, con estrellas rojas que brillaban en la bóveda nocturna. Un día decidió tomarlas, una a una, deleitándose nuevamente por el alegre recuerdo de aquel por el que habían surgido. Jugueteó con ellas entre sus dedos y, tras largo tiempo de meditación, decidió usarlas como cuentas para crear una gargantilla. Una gargantilla de estrellas.

   No sabía cuándo se confesaría. No quería pensarlo siquiera pues se encontraba demasiado contento con su música, sus creaciones y sus obsequios. Ansioso por mostrárselos un día pero a la vez temeroso de hacerlo.

   Poco sabía Jason de que sus pasiones no harían más que crecer. Y estas crecieron. Crecieron tanto que se creyó desfallecer y no pudo hacer más que sucumbir a ellas.

   Ocurrió una noche en la que, sobrepasado por sus crecientes emociones, se presentó ante él.

   Ambos se hallaban en sus formas mortales, sus ropas agitándose con el viento que nacía de los suspiros de su amante. Richard le miró sorprendido cuando se le apareció ofuscado por el amor que le profesaba. Escuchó con paciencia su acalorada declaración y rió extasiado en cuanto le ofreció la gargantilla. Su níveo cuello refulgió con el resplandor de un centenar de incendios, captando en su incandescencia algo parecido al destello que los hubo despertado hacia tanto. Los ojos de Richard se llenaron de lágrimas mientras lo admiraba, acariciando con la punta de sus dedos los intrincados patrones del collar. Rió otra vez y una lluvia de estrellas se precipitó de los cielos.

—Amor... —musitó con la voz vibrante de emoción—. Amor siempre fuiste tú.

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   Con honestidad no sé qué es esto pero espero que igual les guste xD

   Quiero aclarar que todos los drabbles, aún aquellos que se ambientan en AUs, están todos relacionados unos con otros. La idea siempre fue esa. Si prestan atención verán los detalles y las referencias. Este drabble en particular se relaciona con el del "Día 4".

   Me gusta pensar que el suyo es un amor que sobrepasa tiempos, eras, civilizaciones, vidas... Es lo que pretendo plasmar con los drabbles...

   Ah, y puede que también haya una referencia a otra obra mía de ellos dos ("Alizéh"). Los que no la leyeron recomiendo que lo hagan <3

   En fin, ya hablé mucho jajaja

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   Bye ~

12 días de Navidad || JayDickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora