Sakusa Kiyoomi odiaba las fiestas. No soportaba la simple idea de estar rodeado de la multitud donde todos estaban demasiado cerca uno de otros como para compartir los mismos vahó de oxígeno y dióxido de carbono y donde tus brazos terminaban rozando con el sudor de otros. Quién sabría por cuales superficie pasaron aquellas manos cuyos dedos te tomaron del hombro. Entre tantos gritos de seguro era inevitable que diminutas gotas de saliva volasen por todos lados y se metiesen en tus ojos, boca o se quedasen en tu piel sin que pudieses siquiera darte cuenta. Odiaba las fiestas y todos los gérmenes que por ellas circulaban, a muerte.
Suspiró, aquella no es como si fuese la fiesta más alborotada a la cual pudo terminar siendo arrastrado, pero aún así había demasiada gente alrededor. Tenía un límite más o menos expandible de doce personas, cada uno portado su respectiva distancia, como si estuviesen en una cancha de voleibol. Pensar en eso le hacía sentir menos nervioso.
Con catorce años, no es como si de verdad disfrutara de ser tan amargado, todo lo contrario, existían aquellas ocasiones en donde repudiaba su propia fobia, se odiaba y hasta lloraba por no poder disfrutar su juventud de la misma manera de los demás. Observó sus manos más secas y ásperas de lo que debería tenerlas un jugador de su edad, debido a las contantes desinfecciones con jabón, gel de manos, alcohol y hasta cloro cuando los nervios por la exposición al exterior eran demasiado fuertes. Con esos pensamientos acumulándose sacó un gel antibacterial de su bolsillo y empezó a frotarse.
Allí, en aquella esquina de la casa, de seguro todos le observaban de reojo y lo tomaban como un chico sombrío y raro con una mascarilla, nadie de seguro se paraba a pensar en que el simple hecho de estar allí ya era un gran esfuerzo.
Siempre ocurría lo mismo. Su primo Komori le arrastraba a aquellos lugares con la intención de que pudiese convivir un poco más. Sabía que no lo hacía con mala intención, trataba de ayudarlo, pero las cosas solían salirse de control.
"Vamos a Hyogo a quedarnos en casa de un amigo mío por unos días. Es libero, como yo y sus padres no van a estar, así que él invitará también a unos chicos que conoce. ¡Todos juegan volleyball, de seguro será divertido!"
Eso le había dicho y así fue como las cosas transcurrieron, pero jamás le dijeron que Michinari Akagi, a diferencia de ellos, ya era un alumno de primer año de preparatoria, ni que las cosas iban a volverse un desastre cuando empezaron a llegar chicos de escuelas tras escuelas hasta abarrotar la casa.
Desde su preciada esquina observó como el bullicio de chicos que saltaban y cantaban a todo pulmón openings de animes, empezó a dispersarse desordenadamente entre gritos y salir al patio trasero, lanzándose con ropa incluida a la piscina, tirándose los balones de voleibol mojados de un lado a otro. Le pareció tan desagradable que sintió una punzada en el estómago.
Inhaló profundo, tratando de convencerse de que las cosas podrían ser peores. Podría ser como esas incómodas películas americanas de adolescentes donde todos se emborrachaban ilegalmente. En ese caso, simplemente se trataba de adolescentes y pre adolescentes con altos niveles de estamina dado a los excesos de azúcar por mezclar helados con refrescos.
Alzó la cabeza y se colocó de puntillas intentando ver si localizaba a su primo. Lo vio dentro de la piscina teniendo un duelo de quien ahogaba a quien junto con otros chicos, mientras se abrazaba de la espalda de Akagi. Ahogó una risa, esos dos parecían sentir mucho más que un cariño amistoso el uno por el otro. De alguna manera le dio cierta envidia.
Casi nunca salía de casa, no lo soportaba, su fobia no se lo permitía. No tenía muchos amigos, solo sus compañeros de equipo de los cuales no era tan cercano, debido a que nadie entendía como funcionaba su miedo y lo tomaban más como una excusa para ser odioso. Solo tenía a Komori, pero sabía que no siempre podría mantenerlo aislado.
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MAKE ME FEEL SICK - SakuAtsu. Haikyuu!!
FanfictionEl primer beso de Sakusa Kiyoomi resultó ser apartado en una fiesta revuelta de gente compartiendo sus bacterias, en una habitación desconocida que Dios sabría cuántos gérmenes tenía, con un chico que estaba ardiendo en fiebre y conocía de hace quin...