Ya había pasado otra semana desde el primer día del prometedor japonés. Después de aquella "charla" (por llamarlo de alguna forma) con Javier, Yuzuru y él no habían vuelto a dirigirse la palabra.
La misma rutina de cada semana estaba por comenzar. Tras terminar las 3 horas de intenso entrenamiento, un Javier notablemente sudado se quedó hablando con una preciosa chica que había estado sentada durante todo ese tiempo en unas pequeñas gradas junto a la pista de hielo. Se le veía particularmente feliz. Yuzuru se quedó mirando a aquella mujer asiática, de complexión pequeña pero atlética. Entonces se dio cuenta de que era la mismísima Miki Ando, una celebridad en su país. ¿Qué hacía ella ahí, en Canadá?
En ese momento, Javier y Miki fueron en dirección a Yuzuru, pero éste último ya se estaba marchando a las duchas.
-¡Espera un momento, por favor!- Una voz suave en japonés le llamó desde la distancia. Yuzuru giró su cabeza con los ojos abiertos y lleno de sorpresa.
-Yuzuru-kun, soy Miki. Un gusto conocerte por fin.- Ambos nipones hicieron una reverencia y a Yuzu se le escapó un suspiro de alivio. Oír su lengua materna a tantos kilómetros de distancia le producía un sentimiento de alivio difícil de describir.
Mientras Miki y Yuzuru empezaban a hablar, Javier se mantuvo al margen. Le regaló un fugaz beso en la mejilla a su novia y se marchó a las duchas.
-Ya conoces a Javier, fue él quien me pidió que viniera aquí. Creyó que necesitarías un poco de ayuda.-
-¿Sois pareja?-
-Sí, pero no lo hemos formalizado. A él le encantaría decírselo a todo el mundo, pero prefiero reservar mi vida privada... sobre todo después de cómo quedaron las cosas con su antiguo entrenador, mi exnovio.-
-Oh, entiendo. Mantendré el secreto-
-Gracias. Te he traído esto.- Miki cogió la mochila que llevaba en la espalda y la abrió. Sacó un libro que ponía en portada "Inglés básico" en hiragana y dos cuadernos.
-Javi-kun me dijo que tenías problemas con el inglés y esto me ayudó mucho cuando yo empecé a estudiarlo. Tómalo, es un regalo-
-Yo... muchas gracias, no sé que decir. Eres muy amable- Yuzuru volvió a hacer una reverencia hacia Miki, mostrando su total respeto.
-No me des las gracias a mí, la idea fue de Javier. Espero que te ayude y... ¡Ánimo!- Miki le sonrió y se dirigió fuera del Centro.
Yuzuru no supo qué decir. No iba a estar solo después de todo. Quizá en Toronto había encontrado un buen amigo.
Habían pasado un par de días y Yuzuru se disponía a salir del Cricket Curling. Hoy su madre no iba a recogerle a la salida así que podía tomarse su tiempo en caminar por las calles de esa ciudad que dentro de un año iba a ser su hogar. Quería empezar a familiarizarse con el entorno tan diferente al que estaba acostumbrado.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio desde lejos a Javier y Miki en la pista de hielo, los dos solos, bailando. No supo por qué, pero se quedó allí mirándoles, hipnotizado por la química que desprendían los dos juntos. Decidió esconderse detrás de las gradas y observó cauteloso la escena.
Javier y Miki giraban al unísono sin ninguna música salvo el ruido de los patines chirriando contra el hielo. Se acercaban y se alejaban, sin llegar a tocarse. Pero sus ojos no se despegaban el uno del otro. Javier se acercó con elegancia y posó su mano izquierda en la fina cintura de ella mientras que su mano restante se dedicaba a acariciar su mejilla con extrema delicadeza. Esa delicadeza duró poco pues al cabo de unos segundos sus labios se fundieron en uno solo con una pasión propia de una película. Ambos estaban peligrosamente juntos y aquel beso no tenía intención de terminarse, sino de ir más allá. Javier rodeó con sus grandes manos la nuca de Miki. Ella simplemente dejaba empapar su boca por aquella juguetona lengua. La japonesa no había estado acostumbrada a ese tipo de besos hasta que empezó a salir en secreto con el español. Ahora que había probado su boca, no quería besar ninguna más.
Una fría y traviesa mano se hizo paso por debajo de la camiseta térmica que llevaba Miki y Javi empezó a sobar uno de sus pechos haciéndole soltar un tímido gemido. Se separaron de aquel húmedo beso. Un fino y casi invisible hilo de saliva aún los mantenía unidos. Sus labios estaban rojos e hinchados y aún con los ojos entrecerrados Javi empezó a tocar con el pulgar aquel rosado pezón aún escondido por la camiseta.
-Javi...- Otro gemido.
Para Javier eso era música para sus oídos pero tenía que parar ahora si no quería hacerle el amor ahí mismo en el frío hielo, con patines incluidos.
Mientras Miki intentaba recobrar el aliento y desanublar sus sentidos, sólo Javier se percató de que alguien les observaba.
Javier y Yuzuru cruzaron miradas. Rápidamente Yuzuru salió corriendo hacia la salida. Javier se mordió el labio y miró de nuevo a Miki.
-Vamos a mi casa...- susurró con voz ronca, llena de deseo, a la oreja de Miki. Ella simplemente asintió. Cuando Javier se ponía de ese modo, era imposible decirle que no. Simplemente te atrapaba. Hacía contigo lo que quería. Poseía un encanto magnético irresistible.
Yuzuru seguía corriendo por las calles a una velocidad pasmosa. En su mente se repetía en bucle que no debería haberse quedado a mirar. ¿Pensaría Javier que era un mirón pervertido? Cuando ya se sintió exhausto decidió parar en una cafetería. De repente se notaba la boca muy seca.
-Té verde, por favor.-
Con el té caliente entre sus manos, se dirigió a una mesa vacía y ahí por fin pudo respirar con tranquilidad. Se sentía tremendamente... ¿excitado? ¿avergonzado? ¿cohibido? No se esperaba para nada aquel beso, sólo quería verles bailar... Esa imagen de Javier, tan posesivo y ardiente, casi devorándole literalmente los labios... No se asemejaba nada a la imagen de chico dulce y simpático que se había formado en los pocos días que había compartido entrenamientos con él. Sacó los cuadernos y el libro que le regaló Miki y decidió distraerse de aquella escena mental estudiando inglés.
Effie miraba a Miki fijamente desde la esquina de la habitación. Javier estaba tumbado boca abajo y desnudo dentro de la cama. Miki estaba sentada a su lado, mirándole. Más bien mirando los lunares de su espalda. Se había quedado profundamente dormido después de aquella sesión de sexo tan intensa. Por desgracia, Miki no podía quedarse más tiempo allí con él. Su vuelo salía dentro de unas horas, tenía que volver a Japón. No solían darle muchas vacaciones aunque esa semana hicieron una excepción.
Un leve beso en la nuca y una pequeña nota en la mesilla fue suficiente despedida para Miki, quien se marchó en silencio sin saber muy bien cuándo volvería a verle.
Entre el cansancio de los entrenamientos y aquella última actividad extra Javi no pudo evitar caer profundamente en los brazos de Morfeo. Y en su sueño tan hondo una imagen se repetía en bucle. La mirada de Yuzuru. Sus ojos vidriosos, brillantes. Las mejillas sonrosadas y la boca levemente abierta. Con aquel rostro soñó durante varias horas antes de que su teléfono móvil le despertara.
*Bip bip*
Un mensaje de texto. De su madre.
Le avisaba de que ya estaba disponible toda la familia para que él les llamara. Allí en España ya era el cumpleaños de su hermana y tenía que apresurarse a ser el primero en felicitarla.
Cogió el ordenador portátil, y mientras éste se encendía se puso una camiseta de manga corta de Call of Duty y unos boxers negros. La cara de Yuzuru todavía seguía rondando su cabeza sin saber muy bien por qué. Ni siquiera se dio cuenta de que Miki ya no estaba, ni de la nota de despedida que había en la mesilla.
"No quería despertarte.
Gracias por ser como tú eres.
Te quiero mucho.
Tuya siempre, Miki."
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Mágica aura.
Fanfiction"Los finales felices no tienen historia. Los seres humanos felices tampoco." Javier y Yuzuru son amigos, compañeros y sobre todo rivales. Pero hay algo más, un secreto inconfesable e imperceptible que solo ellos dos saben.