Joaquín no debía salir después de las siete, tampoco debía hablar con personas como Emilio ni mucho menos debería estar en una tienda de tatuajes, pero ahí estaba rompiendo todas las reglas de sus padres con tal de celebrar su cumpleaños a su manera por primera vez. Emilio sabía que no debía poner sus ojos sobre el hijo de los Bondoni, era una fruta prohibida y probarlo lo llevaría directo al infierno, pero no era su culpa que estuvieran a solas, ni que su piel de porcelana estuviera totalmente expuesta solo para él en un estudio vació mientras su celo iniciaba. De lo único que podían culparle era de haber caído ante aquellos ojos color chocolate y seducirlo para tenerlo en su cama, aunque si estaba condenado desde el principio, mejor era disfrutarlo hasta el final. Tres meses de secretos y un bonito tatuaje, terminaron con Joaquín viviendo en su casa con un diminuto vientre haciendo aparición. OMEGAVERSE