La humanidad esta muerta. La sangre es combustible. El Infierno ha caído. Gabriel no muere a las 24 horas de que la Luz del Padre le fue retirada. Ahora, con el Infierno en decadencia, desterrado del Cielo, y sabiendo cosas que nunca debió conocer, se refugia en la tierra post apocalíptica donde no queda nadie para hacerle compañía. Aterrado por un futuro tan solitario, decide ofrecerle a V1 la posibilidad de alimentarse con su sangre para postergar su vida después de que el Infierno desaparezca. Gabriel tendrá que enfrentarse a su mente cerrada por el trauma religioso, a sus deseos, a la culpa y a la revelación de que los designios del Padre no fueron los únicos en moldear el universo y que él, desde un inicio, formó parte de una forma diferente de divinidad a la planteada por las religiones abrahámicas. Y claro, con sus sentimientos encontrados por V1.