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Los siguientes días fueron algo callados. Muchos procesaban las muertes de sus amigos o el tan solo ver a un titán comiéndose a un compañero. Llegué a la conclusión que estaba viva por suerte. Muchos se habían encontrado tres titanes, y nosotros tan solo uno, claro, era un anormal, pero de todos modos no fue complicado acabar con este.
Unos días después me llegó una carta de Anna. Siempre me contaba de lo que estaba pasando en aquel muro asegurado. Agradecía que siguiéramos en contacto, había veces que la extrañaba demasiado.
También conocí a una de mis compañeras, Hange. Era una mujer algo extraña, pero me agradaba su compañía. Hange tenía al rededor de 21 años pero de todos modos me sentía muy cómoda con ella. Tenía una curiosidad por titanes muy extraña que me causaba gracia.
—Sigo tratando de convencer a Erwin de capturar a un titán vivo— dijo ella cuando me tocó darles manteniendo a los caballos con ella supervisándome. —¿Y que vas a hacer una vez que lo tengas?— pregunté curiosa. —¡Experimentar con ellos!— dijo emocionada. —Podríamos descubrir varios secretos sobre ellos— agregó. —Hm... Tienes razón, no es mala idea— admití.
Un silencio se hizo y la volteé a ver. —¡¿En serio crees eso?!— me preguntó emocionada con una gran sonrisa y sus ojos brillando. —Si, nos ayudaría a varias cosas— asentí. —¡Me tienes que ayudar a convencer a Erwin!— Propuso emocionada. —Espera... espera... todavía no estoy en confianza— dije riendo un poco. —No te preocupes de eso, ¡ahora estarás bajo mi ala!—
El resto del día se trató de Hange contándome de todo lo que quería experimentar y descubrir de los titanes. No comprendía porque aún no le daban permiso, tendríamos la delantera.
Hange estaba completamente loca, me sacaba grandes risas de todo lo que decía y me hizo tenerle un poco menos de miedo a lot titanes. Por más peligroso que fuera mi trabajo, estaba feliz de que lo había elegido.
En la cena me senté en mi dual lugar junto a Levi. No sabía porqué me seguía sentando con el, apenas y hablábamos. Tal vez era porque siempre lo veía muy solo o porque me daba curiosidad. De todos modos, no hablamos.
—¿Por qué siempre comes con Levi si no habla?— preguntó Sophia una vez en nuestro cuarto. —Hmm... pues... la verdad ni yo sé— admití. —¿Te gusta?— preguntó con una mirada pícara. —No, no me atrae ni nada por el estilo— dije cepillando mi cabello aún húmedo por bañarme.
No me preguntó más de Levi, pues mi respuesta era sincera. Me subí a la cama de arriba, la cual era mía, y el momento que cerré los ojos me quedé dormida.
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