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El muro maría había caído ya hace tres años. No había forma de tapar el hoyo sin que miles de soldados y constructores murieran, así que el gobierno se rindió después de un tiempo.
Fueron duros y largos años, pero al fin, se unieron 11 reclutas nuevos a la línea de expediciones.
Empezó cuando uno de ellos, Eren Jaeger se transformó en un titán, y al parecer, podía hacerlo y volver a su figura humana.
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Era un día caluroso y yo estaba con Hange, observando los titanes. La mujer tenía brillos en los ojos de la emoción, y yo escribía todo en un cuaderno junto con Moblit.
—¿Cuándo crees que vayamos a comer?— me preguntó. —No creo que pronto, vela, apenas está comenzando— reí un poco.
Mi trabajo con Hange era agotador, pero me gustaba bastante. Era interesante ver la reacción de los titanes a todo lo que hacíamos, pero por otro lado, sentía algo de pena por ellos, lo que me causaba culpa por todo lo que han hecho sufrir a la humanidad... a mucha gente que yo quería.
—¡Rose!— Hange me llamó. Levanté mi mirada y fui hacia ella. —Debemos de ir a Sina, me llegó una carta— me explicó. —Levi también estará ahí, vamos—.
Nos subimos a un carruaje que nos llevó al centro de la ciudad, donde estaban los canales que conectaban las murallas y los distritos. No hicimos tanto tiempo como el esperado, pero si fue algo lento. Cuando llegamos a Sina, yo no podía estar más agradecida que por fin tocara tierra firme.
Avanzamos hacia la base de la policía militar. Hange me había explicado todo por el camino, el chico convirtiéndose en titán, perdiendo el control, retomándolo, cerrando el hoyo...
—Veremos al chico, nos quedaremos aquí unos días, hasta que su futuro sea decidido— explicó. —¡Quiero que sobreviva, tenemos tantas cosas que hacer!— dijo Hange emocionada.
—Nada más no lo mates— suspiré. —Si sobrevive, será un arma del gobierno, o eso pienso— razoné.
Bajamos hacia el sótano de la base, donde los calabozos se encontraban, conteniendo al pobre chico de tan solo quince años.
—¡Hange! No lo asustes, suficiente tiene con estar aquí amarrado— dije después de que a Hange le entrara una emoción grande hacia Eren.
—...Está bien...— dijo el chico nervioso. Lo miré, tenía el cabello café y unos ojos esmeralda muy bonitos. Parecía estar algo asustado y confundido, y me sentí algo mal por él.
—No te vamos a hacer nada— dije, pero luego pensé bien. —Al menos nosotras... no se como te vaya con la policía o con Erwin y Levi— intenté no reír. —No estarás acá por mucho tiempo, ten paciencia—.
Los siguientes cinco días, no podía dejar de pensar en el. Si yo estuviera en su lugar, ya hubiera perdido la cabeza. Se veía que era un chico fuerte, decidido y muy valiente. Una sensación de protección hacia el nació en mi, haría todo para convencer a Erwin de ganarlo a nuestra custodia.
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