[13] Lugar seguro.

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Grecia

Me alegraba muchísimo que Gerardo buscara a su familia, porque estaba claro que su familia sí lo quería, que para ellos él sí era importante, así que lo menos que él podía hacer, era buscarlos y disculparse con ellos. Mientras él estaba con su familia, yo me quedé en casa, preparé la comida y cuando estuvo lista, me senté a comer en el gran comedor, por supuesto sola, con la tablet de Gerardo a mi lado, antes de empezar a comer entré a Facebook, pero ahí sólo estaba la cuenta de famoso de Gera, pero no quería iniciar sesión en mi cuenta, así que decidí hacer una cuenta falsa, para saber qué estaba pasando con la gente que conocía. Cuando la cuenta estuvo lista, lo primero que hice fue revisar mi perfil, al hacerlo me quedé sorprendida, habían varias publicaciones de mi prima buscándome.

—¡Oh por Dios! —empecé a leer los comentarios de algunos conocidos, compañeros de trabajo y de la universidad, preocupados por mí y que decían haber compartido la publicación para buscarme.

De los nervios ya hasta me había dado hambre, así que empecé a comer, ya se estaba enfriando mi pollo. Mientras comía, seguía viendo las publicaciones, mi prima en serio estaba preocupada por mí y yo que pensaba que no le importaba a nadie. Bueno, al menos a mis padres parecía no haberles importado mi desaparición, pues no había nada de ellos. Debía buscar a Marlee, mi prima, necesitaba que ella estuviera tranquila. Cuando terminé de comer, me arreglé un poco, le dejé un mensaje a Gerardo, saqué dinero del que me había dado y salí de casa, tomé un taxi y le di la dirección de mi prima. Esperaba que ella estuviera ahí y de preferencia que estuviera sola, lo que menos quería era encontrarme con alguien más de la "familia".

La verdad es que no tenía ni idea de cómo reaccionaría si me encontrara con algún otro familia que no fuera mi prima o en el peor de los casos, mis papás, sólo de pensar en ese encuentro, se me erizaba la piel. No soportaría que se acercaran a mí con hipocresías, con esos falsos estuvimos preocupados por ti o... que simplemente me hicieran algún desplante y no les importara mi existencia. Ok, era complicado, todo estaba siendo complicado, tanto que en algún momento pensé en decirle al conductor que girara, que me llevara de regreso a casa, que aunque era de Gerardo y no mía, ahí me sentía a salvo, por alguna razón, o medio dicho, por una obvia razón, a su lado me sentía a salvo.

Prefería a Gerardo que a cualquier otra persona en el mundo, no consideraba tener amigos, todos se habían olvidado de mí, sí, en Facebook decía estar preocupados por mí, pero no era algo que me constara. Si mis papás que decían amarme y que yo era más importante que nada en el mundo para ellos, me habían dado la espalda, qué podría esperar de otra persona.

No, ya no esperaba nada de nadie.

El taxi se detuvo frente a la ya conocida y acogedora casa de mi prima, por la ventanilla me quedé viendo su jardín, siempre se veía tan bien. El taxista carraspeó y reaccioné, debía bajar y precisamente eso hice. Bajé del auto, me acerqué a la barandilla y abrí la pequeña puerta, caminé por el camino empedrado, mientras me estrujaba las manos, estaba nerviosa, incluso estas empezaban a sudarme. Al llegar a la puerta me debatí entre tocar o simplemente dar la vuelta y regresar a mi lugar seguro. Incluso un par de veces estuve a punto de girar sobre mis talones e irme, pero no pude, algo dentro de mí si confiaba en ella, a ella siempre le había importando, ¿por qué no la había buscado? Su casa no era muy grande, tenía dos hijo, su marido no era que tuviera un trabajo en el que ganara mucho y lo que menos quería, era darle una carga, porque estaba segura que ambos me habrían recibido, los niños también me querían y yo era madrina de ambos.

No iba a irme, no sabiendo que a ellos les importaba y seguramente estaban preocupados por mí. Toqué la puerta tres veces y escuché risas al otro lado de la puerta, eran los niños. La puerta se abrió y ambos aparecieron en mi campo de visión.

—¡Madrina! —gritaron al unísono y se lanzaron a mis brazos.

Me parecía que habían crecido mucho desde la última vez que los había visto.

—Mis niños —besé sus frentes—. Los extrañé, pequeñitos —Carlos era el mayor y tenía ocho años, Camilo tenía seis.

—¿Con quién hablan? —levanté la mirada y mi prima al verme cubrió su boca con ambas manos—. ¡Oh por Dios!—me acerqué a ella y la abracé—. Estás bien —empezó a llorar.

—Sí, lo estoy —me apretó más fuerte y se sintió tan bien. El primer abrazo sincero de alguien que no era Gerardo.

—Estaba tan preocupada —nos separamos y limpió sus lágrimas—. Cuando mis tíos me contaron lo que pasó, estaba tan furiosa, me fui de ahí y con Carlos empecé a buscarte —su marido también se llamaba Carlos—, pero nadie sabía nada de ti...

—Vi las publicaciones en Facebook, por eso vine...

—¿O sea que de no ser por eso no estarías acá? —bajé la mirada—. No todas las primas, ni todos los familiares somos iguales, ya sabes que soy como adoptada en esta familia —ambas reímos un poco—. Para todos nosotros eres importante —se acercó y besó mis mejillas—. ¿Quieres tomar algo? Vamos—me agarró de la mano y me llevó a la cocina—. Cuéntame que ha sido de ti estos días, porque te ves muy bien.

Sonreí.

—Te voy a contar, pero no te vayas a escandalizar —frunció el ceño—. Siéntate —puso dos vasos con jugo frente a nostras y se sentó frente a mí—. Después de todo lo que pasó y sin tener a dónde ir... consideré muy en serio el suicidio.

—¿Qué? ¿Estás loca? —suspiré—. Bien, sigue.

—Me sentía muy mal, no veía alguna razón para seguir viviendo y una mañana lo intenté, estuve a punto de atravesármele a un auto, pero alguien me detuvo, ese alguien salvó mi vida y es quien me ha ayudado todo este tiempo.

—¿Quién fue? Necesito agradecerle por salvarte, loca.

—Se llama Gerardo Ortíz, él es un...

—¡¿Qué?! —fruncí el ceño sin entender por qué había gritado—. ¿Estás bromeando? ¿Gerardo Ortíz el cantante? ¿El rey del corrido?

—Sí, es famoso, canta muy bien.

—Mi reina, mi sueño era que él tocara en mi boda, pero no se pudo, no nos alcanzó —rio y yo reí con ella.

—Pues él me ha ayudado, vivo en su casa, me ha comprado ropa, o sea, todo esto se lo debo a él.

—Sólo a ti te pasan esas cosas, estás para Netflix.

—¡Ay, no mames! —empecé a reír.

—¿Mis tíos saben que estás bien? —y las risas se acabaron.

—No y no quiero que sepan, no quiero que nadie ahí sepa nada de esto.

—Por mí no te preocupes, yo no les diré nada, pero en serio, presentame a Gerardo.

—Lo haré, él es muy lindo —sonrió—. ¿Qué?

—¿Te gusta? —negué.

—Somos amigos.

—Carlos y yo también, ahora estamos casados y con dos hijos —eso no me iba a pasar a mí.

—Oye, voy a necesitar tu ayuda para que me consigas mis documentos y mis ahorros.

—Claro que sí, yo te ayudo, aunque me tenga que meter a esa cueva de lobos. Este fin de semana hay una comida, por lo de la boda y eso.

—Ya vi que salieron en una revista y todo —tomé un poco de jugo para pasarme el mal sabor de boca.

—Ambos son un par de sin vergüenzas, pero mira el lado bueno, ya te libraste de ese tipo, yo siempre te dije que no me caía bien.

—Y no te equivocaste, pero pues yo estaba ciega —bufé—. Todo pasa por algo, yo ahora estoy mejor y estaré aún mejor que ahora.

—Eso, así te quiero ver, divina, perrisima y empoderada —lanzamos carcajadas.

Realmente necesitaba estar con ella.

Dos Extraños [Fanfic] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora