[4] Débil.

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Antes de irnos a casa le propuse pasar por algunas tiendas comprándole ropa, porque pues ni modo que anduviera todo el tiempo con la misma ropa, y aunque al principio se negó porque le deba pena, luego de decirle que lo tomara como parte del trato, aceptó, asegurando también que sólo lo hacía porque no tenía otra opción y ya le urgía cambiarse de ropa. Hacia dos días que sus papás la habían echado, el primer día se quedó en casa de una amiga, pero ella también vivía con sus padres, los cuales eran muy estrictos y sólo permitieron alojarla un día nada más. Así que llevaba casi un día entero deambulando por la calle y sin saber dónde quedarse a dormir. No llevaba ni un sólo centavo con ella cuando sus padres la echaron, dijo que tenía ahorros, pero que ni siquiera eso la dejaron sacar. No tenía ni idea de qué tipo de padres harían tal cosa, dejar a su hija sola, en la calle y ni siquiera importarles lo que le pudiera pasar. En las calles habían muchos peligros y ni siquiera quería pensar en las cosas que le pudieron haber hecho de no haber coincidido en el mismo lugar.

Quizás mi lesión no era cosa del karma.

Cuando tuvimos la ropa y zapatos que pudiera necesitar, ella había escogido muy poquitas cosas, pero yo prácticamente la obligue a elegir más; tomamos un taxi y nos fuimos a mi casa. Al llegar con mi mano buena le ayudé con algunas bolsas, hasta llegar a la entrada, donde puse todo en el suelo para poder abrir la puerta.

—Tu casa es hermosa —dijo viendo el jardín.

—Gracias, pero es demasiado grande, a veces es abrumador estar acá —logré abrir y pasamos al interior de la hermosa casa, sí, sí, muy hermosa, pero de nada servía si estaba solo. Claro que para las reuniones familiares estaba bien, pero para nada más—. Bien, siéntete como en tu casa, ¿eh?

—Woau —estaba embelesada con todo, ella al parecer lo veía todo como un palacio, yo sólo veía lo mismo de siempre. Dinero desperdiciado en tan enorme lugar—. Esto es hermoso —ella vio todo a su al rededor y yo hice lo mismo.

Lo único que veía era las paredes blancas, muebles negros, alfombra gris, una puerta corrediza de cristal que daba a fuera, a la zona de la piscina, donde hacíamos buenas carnes asadas, por otro lado las escaleras de madera con un pasamanos de cristal. Después de tanto tiempo, no lograba encontrarle lo tan hermoso que ella veía. Todo me parecía igual de vacío que yo.

—¿Cómo puedes estar triste pudiendo divertirte por acá? —empezó a caminar por la sala, sin tocar nada, sólo viendo todo, incluso llevaba sus manos entrelazadas en su espalda.

Quizás le daba miedo romper algo, pero lo que ella no sabía era que lo único valioso que había en la casa ya estaba roto y ese era mi corazón... era yo completo. Estaba roto en mil pedazos.

—Sí, la verdad es que me la paso bien llorando por cada rincón de la casa. Cada día que pasa es un lugar diferente, este lugar es tan grande que tengo esa ventaja —ella me vio con el ceño fruncido.

—No pareces alguien de llorar, pareces más el tipo que por más que se esté ahogando se guarda todo, le duelen muchas cosas, pero siempre se hace el fuerte.

Quizás sí, porque lo que dije era realmente una broma, no andaba llorando por los rincones por más mierda que se sintiera todo. Simplemente recogía todo lo que me dolía y lo utilizaba para volverme más fuerte. Era casi como si tuviera una picadura de serpiente y utilizara su propio veneno para el antídoto.

Al menos eso había aprendido mientras me emborracha y veía Discovery Chanel.

—Sólo creo que no sirve de nada demostrarle a la gente lo débil que eres —me encogí de hombros—. ¿Por qué no me acompañas arriba para mostrarte cuál será tu habitación?

—Claro —cargamos las bolsas y empezamos a subir las escaleras—. Oye, tienes algo de razón en lo que dijiste —fruncí el ceño porque no sabía a qué de todo lo que había dicho se refería—. Yo nunca lloré frente a nadie lo que pasó, no quería verme derrotada, lloré en silencio y tengo que seguir haciéndolo porque aún duele, todo duele.

—Llorar no es malo, el problema a veces es frente a quien lo haces, hay personas que te consideran débil y quieren aprovecharse de eso, en cambio otras quieren apoyarte, entienden que no estás pasando por un buen momento. El problema es que existe la hipocresía y uno nunca sabe.

Llegamos a la habitación que estaba al lado de la mía y abrí la puerta.

—Entonces este será tu cuarto —entró y sonrió.

—Me gusta, gracias —sólo había una cama grande, dos mesitas de noche y un clóset.

—De nada —puse las bolsas en el piso—. Bien, te dejo para que hagas lo que tengas que hacer —asintió y sin decir más la dejé sola.

Bajé las escaleras y volví a la sala, estaba cansado y necesitaba tomar un baño, pero antes de eso, preferí lanzarme al sillón, ya habían pasado demasiadas cosas en tan poquito tiempo, necesitaba un respiro. Tomé el control de la tele y la encendí, más que nada para tener el sonido de fondo mientras intentaba dormir, aunque fuera un rato.  Aunque segundos después de cerrar los ojos, empecé a escuchar como uno de los del programa que estaba la mencionó a ella, así que abrí mis ojos y presté atención.

«Los preparativos de la boda de Stephania Rojas, están siendo compartidos por ella en redes sociales, algo que tiene muy emocionados a sus fans que esperan con ansias el día de la boda.»

Agarré mi celular y me fui directo a su perfil de Instagram, ahí estaban las fotos y vídeos de los preparativos, no faltaba ni un sólo detalle, todo se veía tan bien y ella se veía tan feliz. Y en ese momento me pregunté si esa felicidad era real, si ella realmente lo amaba o sólo era por interés, según decían el tipo tenía mucho dinero, pero esa era la teoría menos acertada que tenía. Quizás sólo estaba enamorada. Aunque si estaba tan enamorada, ¿por qué lo engañaba conmigo? Sí, yo sólo era un juego, una distracción, un imbécil...

Dejé el celular caer a mi lado y pasé mi mano buena por la cara, no quería seguir viendo más todas las fotos con el tipo, en las cuales aseguraba que era el gran amor de su vida. No era la primera vez que revisaba su perfil, ese fue uno de los detonantes del momento de estupidez que tuve, pero es que las malditas redes sociales nos hacían tan masoquistas, revisando el perfil de quien no nos amaba para comprobar una vez más que no éramos nada en su vida.

Para colmo, en la tele no dejaban de hablar de la hermosa pareja que hacían y de que su historia parecía de cuento de hadas. Ojalá fuera uno de los cuentos de los tal Hermanos Grimm.

—Para mí, ambos están de la verga —me giré y Grecia estaba parada detrás de mí, cruzada de brazos—. Y no lo digo porque crea que ustedes harían linda pareja, nada más lo digo porque es la verdad. Mira el tipo se ve que está quedando calvo.

—Ay por favor, eso no está bien, alguien alguna vez dijo eso de mí y...

—¿Estás calvo? Ahora entiendo tu gorra.

—No, no lo estoy —me quité la gorra—. Sí, se me estaba cayendo un poco el pelo, pero ya lo arreglé.

—Y que bien lo hiciste, tu pelo es hermoso, ¿puedo tocarlo? —sonrió mostrando todos sus dientes.

—Ni siquiera me he bañado, está sucio.

—No importa —fruncí el ceño. ¿Qué tenía de lindo un pelo?

—Bien —se acercó y pasó una de sus manos por mi cabello, luego la otra y empezó a masajear mi cráneo. Se sentía bien ser consentido.

Cerré mis ojos y ella siguió acariciando mi pelo, el cual se enredaba entre sus dedos.

—¿Te estás durmiendo? —preguntó y asentí—. ¿Dónde puedo encontrar jabón, champú y esas cosas?

—En mi baño, en la parte de abajo, ahí hay jabón, pasta dental y puedes usar mi champú —me sentía cada vez más adormilado y ya casi sin fuerzas para hablar.

Luego de un rato, me quedé completamente dormido.

Dos Extraños [Fanfic] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora