[5] Masoquismo.

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Grecia

Jamás pensé que a Gerardo le fuera a gustar tanto que acariciara su cabello, del cual sin duda alguna estaba enamorada, porque era brillante, pero natural, se veía que no usaba nada para eso, también era suave y aunque dijo que no se había bañado, olía muy rico, algo así como mentolado. Cuando se quedó dormido, acomode su cabeza en el sillón y me dirigí hacia las escaleras para ir a su habitación, aunque, no me había dicho cuál era, habían al menos cuatro. Bien, me tocaría buscar.

Llegué a la que era la mía y abrí la puerta que le seguía a esa, había ropa tirada en un sillón, zapatos, botas y chanclas por el piso y una guitarra sobre la cama, así que supuse era esa. Que suerte, a la primera acerté. Se notaba que pasaba mucho tiempo en su habitación por todo el reguero que había, el cual no dudé en empezar a recoger. Me fui directo por la ropa, la cual no tenía ni idea si estaba limpia o sucia, así que decidí olerla, pero quedé igual, porque todo olía a perfume, así que la mejor idea ella llevar todo a lavar, aunque tendría que esperar a que despertara para que me dijera dónde estaba todo. Fui al baño y había una canasta con ropa, así que supuse que era la ropa sucia, llevé la que estaba tirada en el sillón y la deposite ahí.

Lo segundo fueron los zapatos y madre santa que este hombre tenía dinero y muy buen gusto, todos sus zapatos de marca y muy elegantes, me había enamorado de unos cuantos, aunque cuando llevé todo a su clóset —enorme, por cierto—, quedé enamorada de otros también, lástima que no eran de mi talla. Puse todo en orden, los deportivos por un lado, las botas por otro y hasta las chanclas que parecían de playa. A pesar del desorden que había, el clóset estaba muy bien organizado, sus sacos por un lado, sus pantalones por otro, las camisas planchadas y muy olorosas en un lugar. Lo que se veía más elegante, como los trajes, estaba en una zona, lo más casual, por otra. Todo ahí se veía muy bien, a excepción de unas camisas demasiado coloridas, parecían hechas con vómito de duende.

Consideraría la idea de dejar de ver caricaturas de Disney, porque los duendes no existían y no vomitaban arcoíris.

Volví a la habitación y decidí arreglar la cama, quité la guitarra de ahí y la dejé sobre un sillón, entre las sábanas había un lápiz y una libreta, donde decía Siento, no quise leer lo demás, me parecía una falta de respeto, quizás era su diario. Dejé eso sobre la mesita de noche y me dispuse a quitar las sábanas, para acomodarlas bien. Entre estas también encontré el control de la televisión y me vi tentada a encenderla, quizás podía encontrar algo de música. La encendí y puse YouTube, busqué una canción de Aerosmith, que me gustaba mucho y ya con más ánimo empecé a ordenar, aunque la canción sí dolía tantito, pero igual no hablaba muy bien el inglés, me faltaba poquito para terminar mis clases, en algún momento volvería, bueno, al menos si Gerardo lograba demostrarme que valía la pena seguir viviendo, porque aunque pareciera estúpido, veía más fácil el suicidio que enfrentar todo lo que me estaba pasando. Mis propios padres la habían preferido a ella antes que a mí.

Sí bien tenía veintitrés, estaba acostumbrada a estar en mi casa, nunca fui de ir mucho a fiestas o de irme de viaje, siempre fui muy hogareña, pero ya no tenía más un hogar.

Sacudi las almohadas de Gerardo y todas desprendían el mismo aroma mentolado de su cabello. La canción que estaba escuchando terminó y busqué otra que también dolía tantito, era una de Bryan Adams. Porque para masoquista, yo. Escuchando música triste cuando más triste estaba. Terminé de poner todo en orden y me senté en una esquina de la cama para apreciar mejor la canción.

Una vez más esa espantosa imagen de ellos dos en la cama llegó a mi mente atormentando todo dentro de mí. Nunca hice nada para merecer eso, a él siempre lo amé, siempre estuve a su lado, nunca lo abandoné, incluso cuando no tenía dinero yo estuve ahí. Y ella, nunca nos llevamos de maravilla, pero siempre que necesitó algo y pude ayudarla, lo hice. Las personas eran tan mal agradecidas.

La canción terminó, así que me puse de pie, apagué la televisión y fui a hacer los que en un principio iba a hacer, en el baño en la parte de abajo del mueble, había jabón extra, pasta dental y también cepillo de diente, tomé todo y luego su champú, todo en su baño olía tan bien. Salí de su habitación, cerré la puerta a mis espaldas y volví a la habitación que me correspondía, lo primero que hice fue ir al baño, me urgía tomar una ducha, así como de dos horas tal vez. Al entrar me topé con una hermosa tina por un lado y por otro una ducha grande, aunque la que estaba en el baño de Gerardo era más grande que esa. Definitivamente necesitaba la tina, volví al baño de Gerardo y busqué algunas cosas para la tina, en cuanto las desocupe volví a ponerlas en su lugar.

Mientras esperaba que la tina se llenara, busqué un par de toallas en el mueble que estaba en el baño, saqué una grande y una pequeña para mí cabello. En cuanto la tina se llenó, me deshice de la ropa y entré en ella, el agua estaba tibia y lo que sea que le había puesto, tenía un leve olor como a canela, me gustaba. Cerré los ojos y me relaje un momento antes de empezar. a tallar mi cuerpo con una esponja a la que le había untado jabón. Se sentía tan bien tomar un baño después de tanto tiempo.

Luego de pasar la esponja por todo mi cuerpo, tomé un poco de champú en mi mano y con mis manos lo esparci por todo mi cabello, mientras con mi mano lo masajeaba. Era tan relajante, con razón Gerardo se había dormido. Cuando terminé de limpiarme, recosté mi cabeza en el borde y me acomode para descansar un rato. Cerré mis ojos y me quedé dormida.

No supe cuánto tiempo dormí, pero debió de ser bastante, por dos razones, mis piel ya estaba como de anciana y Gerardo estaba despierto llamando a mi puerta. Rápidamente me envolvi en la toalla grande, la pequeña en mi cabello y fui a abrir, Gerardo que también estaba en toalla y con el cuerpo y cabello mojado me vio asustado.

—Pensé que te habías hecho algo —bufó—. Que susto me llevé —reí un poco. Como había dicho antes, estaba enamorada de su cabello y en ese momento, que lo llevaba húmedo y desordenado, me gustaba más.

—¿Qué pasó? —le pregunté.

—Es que me estaba bañando e iba a lavarme el pelo, pero luego recordé que tú tenías mi champú.

—Déjame voy por él —fui al baño mientras sostenía mi toalla para que no se cayera, porque tenía tan mala suerte que capaz y quedaba desnuda frente a Gerardo. Tomé el champú y volví a la entrada—. Aquí está, gracias —se lo di y lo tomó.

—Gracias a ti por poner orden en mi cuarto —asentí—. Bueno, voy a terminar de bañarme —se giró y noté que tenía un tatuaje en su espalda, no pude leer que decía—. ¿Después te parece bien si vamos a comer?

—Me parece bien —asintió y estuvo a nada de dirigirse al contrario del pasillo y de donde estaba su habitación—. Me equivoqué —se giró nuevamente y entró a su cuarto, yo cerré la puerta y me quedé pensando en la situación de un momento atrás.

Nos acabamos de conocer y ya nos habíamos visto en toalla, grandioso. Debía aceptar que aunque Gerardo no tenía un abdomen marcado y realmente se notaba que el gimnasio no era lo suyo, no se veía mal, aparte hacía bien, entre más músculos, más estúpidos se volvían. El desgraciado aquel estaba muy musculoso y era un maldito estúpido. Busqué algo que ponerme entre todas las bolsas y me arreglé para ir a comer.

Dos Extraños [Fanfic] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora