[15] Sentir.

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Grecia

Abrí la puerta de la casa, mientras Gera estaba detrás de mí, con su mano buena aferrada a mi cintura, mientras que sus labios estaban en mi cuello. Después de eso que me dijo, inmediatamente le dije que pidiera la cuenta para irnos a casa y eso hicimos.  Entramos a la casa, me giré y seguimos besándonos. Me gustaban muchos los besos de Gerardo.

—¿Vamos arriba? —me preguntó y asentí. Subimos las escaleras sin dejar de besarnos y tocarnos.

Realmente no podía mantener mis manos lejos de él.

Abrí la puerta de su cuarto y entramos a este. Gera me pegó a su cuerpo, sin dejar de besarme, yo puse mis manos detrás de su espalda, acariciando de arriba a bajo, pero sin llegar a su trasero, aunque sí quería llegar ahí. Cuando estuvimos cerca de la cama, él estaba de espaldas a ella, así que lo empujé un poco para que se sentara en ella. Inmediatamente pasé mis manos de su espalda, a su camisa, la cual en cuanto vio que tomé del dobladillo, levantó los brazos para que se la sacara, su gesto me hizo sonreír. Lancé la camisa hacia atrás sin importarme donde cayera y seguí besándolo, mientras él con su mano derecha, acariciaba lentamente uno de mis pechos.

—Ponte de pie —le pedí y lo hizo.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó viendo que me agache hasta que mi cara quedó muy cerca de su entrepierna ya abultada.

—Sólo voy a quitarte los zapatos —reí—. ¿Qué pensabas que iba a hacer?

—Nada —negó esforzándose por no reír.

Le desamarre los zapatos, los mismos que él terminó de sacarse y luego solté su cinturón y terminé por quitarle el pantalón.

—Me lleva la... yo no puedo quitarte la ropa —vio el yeso en su mano y bajó la mirada. Hice que volviera a sentarse sobre el borde la cama y me alejé un poco de él.

—Tú no, pero yo sí —le guiñe. Lentamente me saqué la blusa y con la misma lentitud me quité el pantalón que llevaba, cuando estuve sólo en ropa interior me volví a acercar a él.

Tomé su rostro con ambas manos y acerqué mis labios a los suyo, pero en lugar de besarlo, mordí un poco su labio inferior. Cuando lo solté sonrió. Puso su mano sobre mi trasero y poco a poco empezó a bajar mis bragas. Y eso que no podía. Con un poco de mi ayuda, terminó de quitármelas, luego hizo lo mismo con el sostén, hasta que quedé completamente desnuda. Se puso de pie y el solo se quitó el bóxer.

—En serio la otra vez estaba muy borracha —dije viéndolo de pies a cabeza—, porque no recordaba nada de esto —lo señalé.

—Yo sí recordaba todo esto —se acercó y besó mi cuello—, pero no dejas de sorprenderme y gustarme cada vez más —lo tomé de las mejillas y lo besé.

—Tú me gustas mucho también —lo empujé hacia la cama, esa vez sí se acostó bien y yo sobre él.

Empezamos a besarnos y tocarnos, ya sin la barrera de la ropa, sintiendo nuestras pieles con cada roce y cada toque. Nunca en mi vida me había sentido tan excitada y tan deseosa de estar con alguien. Gerardo en un momento nos hizo girar, quedando sobre mí.

—Te vas a lastimar la mano así —dije con la respiración entrecortada.

—Estoy bien —vi a mi lado donde se encontraba su brazo izquierdo, pero realmente su mano estaba bien, no corría peligro de lastimarse pues estaba recostado en su brazo.

Volví a verlo, con una sola mirada pude entender lo que quería y asentí, luego de eso sólo sentí como empezó a entrar en mí y en como mi cuerpo entero se arqueaba al sentirlo completo. Por un momento estuvo quieto, sólo besándome, luego empezó a moverse lento, cada movimiento se sentía tan bien. Pasando los segundos o minutos, empezó a moverse más rápido. No podía explicar con palabras lo bien que se sentía todo, pero al menos podía decir que nunca en mi vida me había sentido como en ese momento. Gerardo no dejó de besarme durante todo ese tiempo y eso me gustó, antes era muy diferente.

Cuando ambos terminamos, Gerardo se quedó recostado a mi lado, él me abrazó y yo me acurruqué en su costado, besó mi cabello y sonreí. Luego de un momento sólo escuchando como su corazón empezaba a recuperar su ritmo normal, levanté la mirada y lo vi.

—Antes de esta noche, yo sólo había estado con un hombre —levantó ambas cejas— y déjame decirte que nunca sentí, durante todos los años que estuve con él, ni la mitad de lo que sentí contigo —me acerqué y besé sus labios.

—Yo tampoco había sentido esto, fue diferente —vio mis labios y luego subió a mis ojos—. Es muy diferente cuando lo haces por placer, a cuando lo haces porque lo deseas más que nada, al menos contigo lo deseaba más que nada. Tenerte aquí conmigo, tenerte entre mis brazos —lo abracé y dejé un beso sobre su pecho.

—Sólo espero que esto no arruine nuestra amistad y que al contrario la fortalezca —le guiñe y él frunció el ceño—. ¿Qué? —negó—. Eres el mejor amigo que nunca he tenido y no quiero perderte —apartó la mirada.

—No lo harás —me vio y sonreí.

—¿Estás muy cansado? Porque si no podemos repetir —se rio.

—Sí, estoy cansado, mejor hay que dormir, mañana tengo cosas que hacer y quiero que me acompañes —asentí.

—Está bien —me acerqué y le di un pequeño beso—. Descansa —iba a ponerme de pie para irme a mi cuarto.

—¿Adónde vas? —me tomó de la mano.

—A dormir.

—Quédate aquí conmigo —asentí con una sonrisa.

—Bien, pero, yo no tengo sueño, así que, ¿qué tal si me cantas esa canción que gabaste hoy? —me acomode a su lado.

—Está bien —me abrazó y respiró hondo—. No se me ocurre qué cantar, no tengo historias que escribir, desde que tú no estás aquí. Se me acabó la inspiración y no hay motivo ni canción que ya me haga sentir —en serio amaba esa canción, la letra era tan hermosa—. Dime si algún día sientes un poquito de esto que yo siento, muy dentro. Recuerdos que queman que fuego lento —me vio—. Canta conmigo el coro.

Realmente había memorizado esa parte y cantaba muy mal, pero igual, estaba segura que él no se reiría de mí.

—Somos dos extraños que se buscan, pero que no se encuentran.

—Somos de esos casos que, ni lejos, pero tampoco cerca y después de darle vueltas a lo que vivimos. Somos dos extraños que por errores del destino, coincidimos.

—En serio, amo esa canción, amo como la cantas y no dejo de pensar en que nos queda muy bien.

—Sí, nos queda muy bien —besó mi frente.

—Ahora sí, a dormir —nos cubrimos con la sábana y abrazada a él, poco a poco encontré el sueño que no tenía.

Dos Extraños [Fanfic] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora