[7] Bodas.

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Grecia

Desperté con un fuerte dolor de cabeza, un mal sabor de boca y mis tripas ardiendo. Me senté en la cama y me sujete la cabeza con ambas manos, mi cabeza parecía que iba a explotar. Me levanté de la cama y en el momento que mis pies tocaron el piso, me maree, cuando me recompuse, lo primero que hice, fue ir al baño, acercarme al inodoro e intentar vomitar, pero no, así que me puse de pie y cepille mis dientes. Aún llevaba puesto el vestido que llevaba el día anterior. Eso de ser borracha no era lo mío. Salí del cuarto, necesitaba que alguien con experiencia me dijera qué hacer en esos casos.

Al llegar a bajo, me sorprendí, habían tres botellas tiradas en el piso, cerca de ellas, estaba Gerardo, no estaba dormido, pero parecía estar pensando.

—¿Gerardo? —se giró y me vio. Tenía los ojos entre cerrados—. ¿Estás bien?

—Noooo —se sentó. Se veía peor que yo.

—Me duele la cabeza.

—Pues somos dos —se pasó una mano por el pelo, se levantó y se sentó en el sillón grande—. Esto es una mierda, tirémonos juntos del puente.

—Deberías ser coach de vida o algo así, tienes futuro —me dejé caer a su lado—. Siento que voy a morir.

—¿No era eso lo que querías?

—Sí, pero no quería morir de una cruda—rio.

—Hay que arreglarnos y buscar desayuno, luego de eso, todo estará bien... bueno, la vida seguirá siendo una mierda, pero sin dolor de cabeza —suspiré.

—Tienes razón.

Y así fue, nos fuimos a bañar, cada quien por su lado, obvio; y cuando estuvimos listos, salimos de casa a un restaurante de comida mexicana, ahí ordenó chilaquiles para ambos y eso fue suficiente para ayudarnos a recuperar un poco el ánimo. Aunque a pesar de sentirse mejor físicamente, Gerardo se veía triste, aunque no podía notar mucho en su mirada ya que llevaba lentes oscuros.

—Gerardo, ¿somos amigos, verdad? —me vio y asintió—. Sé que sí acaso tenemos un día de conocernos, pero... ¿confías en mí?

—Siento que confío más en ti en que otras personas que conozco desde hace mucho tiempo —sonreí.

—¿Vas a contarme por qué estás triste? —suspiró y asintió.

—Stephania me escribió ayer, dijo que extrañaba hablar conmigo, porque éramos buenos amigos —se dejó caer en el respaldar de su silla—. No me gusta eso de amigos cuando se trata de ella.

—Yo también soy mujer y si hubiera estado en su lugar, habría querido saber si me extrañabas y eso de amigos, se usa para obtener una reacción. Ella realmente quería saber si tú sientes algo por ella. Así que por favor, dime que no le diste gusto.

—No, le dije que tenía visita.

—Perfecto, porque estoy segura que ella sabe a que tipo de visita te referías.

—Pero es mentira.

—Pero ella no lo sabe y debe estar que se la lleva el diablo —reí y él se quedó pensando.

—¿Tú crees? —asentí—. Oye, su boda es en menos de dos semanas, ella me invitó, pero no quiero ir solo. Mi plan era encontrar una chica, conocernos, tener una relación e ir juntos a la boda —fruncí el ceño.

—¿No te puedes enamorar de alguien en dos semanas? Eso es ilógico.

—En ese momento sonaba lógico, pero ya no, así que... ¿te gustaría acompañarme a ese martirio?

—Será divertido, hay que fingir que somos novios, así súper enamorados —me quedé pensando en todo lo que podíamos hacer frente a ella para que se muriera de rabia—. Sólo de imaginar su maldita cara plástica roja de furia, me emociono.

—Eres muy mala —Gera lanzó una carcajada.

—A veces sí, bueno, ella se lo merece. Entonces oficialmente tienes compañera y novia para ese día —extendí mi mano y la tomó.

—Será un gusto ir contigo a ese lugar.





🤠👑🤠





Las idea de que acabar con todo era más fácil que enfrentarme al mundo y a mi familia, bueno, al menos a las personas que me dieron la espalda, aún seguían en pie, porque no quería volver a ver sus caras nunca más, sólo quería alejarme de ellos, el problema era que no tenía adónde ir. Gerardo estaba siendo muy generoso conmigo, pero en algún momento todo llegaría a su fin y me tocaría buscar qué hacer con las sobras de lo que alguna vez fue mi vida.

Terminé de servir el desayuno y esperé a que Gerardo bajara para desayunar con él. El fin de semana tendría varias presentaciones, a las cuales me invitó, pero antes dijo que me haría aprenderme todas sus canciones, algo en lo que no estaba en contra, pues no quería sólo ir a estar de adorno, quería cantar a todo pulmón y disfrutar del concierto. El regional mexicano seguía sin ser mi género favorito, pero Gerardo me agradaba y aparte tenía mucho talento, por lo tanto no sería un sacrificio escuchar su música.

Cuando fui por servilletas, vi la tablet que Gerardo me había prestado para distraerme, no había abierto ninguna de mis redes sociales, no quería saber nada de nadie. La tomé y revisé un poco de lo que estaba pasando, en una de las páginas de chismes, en un pequeño apartado, apareció la foto de la mal nacida de mi prima y el perro, infeliz, traidor, pito chico, de mi ex. De lo que hablaba el pequeño artículo —porque ambos eran una caca y a nadie le importaban—, era de su boda y de lo feliz que estaban. Eso era obra de la madre del pito chico, ella tenía amistades en esa revista, si tan sólo tuviera la versión física, la haría pedacitos.

—¿Quiénes son? —di un salto al escuchar la voz de Gerardo que estaba detrás de mí viendo sobre mi hombro.

—Adivina, adivinador —dejé la tablet y me senté un taburete, el la tomó y la vio con el ceño fruncido.

—¿Esa es tu prima? —asentí.

—¿Acaso no ves la cara de zorra que tiene?

—Lo que si veo, es que no tiene nada de bonita, para mí no, eres mejor tú, aún con todas tus locuras —sonreí un poco y bajé la mirada.

—Lo sé —claro que yo era mejor que ella y no lo decía por presunción, quizás no tenía el cuerpo de ella, pero le ganaba en muchas otras cosas.

—¿En serio ese era tu novio? —lanzó una carcajada—. Que mal gusto te cargas, mija —no paraba de reír y lo vi mal.

—No sólo me fijo en el físico.

—Tú misma dijiste que era una mierda de persona, no intentas arreglar lo que no tiene arreglo.

Tenía un buen punto.

—El día que vayamos a la boda y finjamos ser novios, presúmeme, porque yo si estoy bien pinche guapo, echo por los mismísimos dioses —lo vi y reí.

—Cállate, gordito —me bajé del taburete.

—Quizás no tengo el cuerpo que tiene ese tipo, pero tengo muchas otras cosas mejores que él —me guiñó.

—Pervertido —me acerqué y tomé ambos extremos de su cinturón, los sujete bien y me separé un poco de él—. ¿Sigue siendo raro?

—Sí y no creo acostumbrarme —reí.

—Vamos a desayunar, cuerpo escultural que ni hecho por Miguel Ángel queda tan bueno.

Dos Extraños [Fanfic] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora