[20] Mi amor.

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Gerardo

El día de la boda había llegado y sorprendentemente, en los medios aún se hablaba más del beso que le di a Grecia en el concierto, que de la gran boda que se realizaría ese día. Stephania seguramente estaba que se la llevaba el diablo al no ser el centro de atención, como le fascinaba serlo. Apagué la televisión y fui a la cocina para intentar preparar el desayuno, ya que Grecia estaba dormida, ella no estaba acostumbrada a mis desvelos y ya le empezaban a cobrar factura todas esas noches sin dormir bien. Yo no tenía intenciones de despertarla, porque en la tarde sería la boda y quería que fuera descansada y con toda la energía, no son sus ojeras de mapache y de mal humor.

El día anterior me habían quitado el yeso, estaba contento por ya no tener esa cosas puesta en mi mano, pero aún así necesitaba terapia, me dolía un poco la mano y después de varios días con eso, ya no sentía igual. No quería ni imaginar cómo me sentiría si me lo hubiera dejado un mes entero. Fui a la cocina y desde el primer momento en que intenté agarrar una sartén con mi mano izquierda se me cayó.

—Ok —asentí. Agarré mi celular, llamé a un restaurante que me gustaba y pedí desayuno para dos.

Mientras esperaba que llegara el desayuno, me senté a ver una película que me gustaba mucho, Enemigo Público, era la mejor forma de distraerme. Esperé un buen rato, luego tocaron el timbre, fui a abrir y era mi pedido, pagué y llevé todo a la cocina. Saqué todo y lo puse sobre la isla.

—Que rico huele —me giré y Grecia iba caminando hacia a mí, mientras se arreglaba el cabello.

—Pedí el desayuno, pero pensé que no te ibas a despertar ahorita.

—Quise seguir durmiendo, pero ya no pude más —se sentó a mi lado y recostó su cabeza en mi hombro—. Esto debió haber sido en sábado, no en domingo. Los domingos son para descansar.

—Yo pensé lo mismo, pero bueno, de todas formas en sábado debía trabajar —había ido al estudio a ver lo del álbum que iba a sacar y luego había tenido sesión de fotos— y primero el trabajo, porque a mí el teatro de Stephania no me da de comer —puse el plato de chilaquiles frente a mí para empezar a comer.

—Ni tampoco te da para comprarte otro Lamborghini —reí—. Ese auto es hermoso, ¿me lo regalas? —lancé una carcajada.

—No —empecé a comer.

—¿En serio no le vas a regalar un auto a la futura madre de tu futuro hijo? —levanté una ceja.

—¿Entonces eso ya está decidido? —ladeó su cabeza un poco.

—Me gusta la idea de tener un bebé, no ahora, pero sí quiero.

—¿Conmigo?

—¿Con quién más lo haría? —se encogió de hombros.

—¿Para cuándo lo haremos? —empecé a dar besos en su cuello.

—Tranquilo, aún no —me apartó—. Hay que desayunar, tengo hambre —ella también empezó a comer.

Cuando terminamos de comer nos recostamos un rato en el sillón grande, con la tele encendida, pero sin prestar atención. Ella estaba en un extremo y yo en otro, nuestras piernas estaban entrelazadas.

—Estoy nerviosa —fruncí el ceño—. Si algo debo aceptar es que yo no soy como ella...

—¿Cómo quién?

—Como Stephania —hice una mueca.

—Tú eres mejor, eres hermosa, divertida, real —apretó sus labios.

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⏰ Última actualización: Mar 10, 2021 ⏰

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