Capítulo 04

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El atractivo joven tocaba el piano con concentración y maestría.

La melodía se interpretaba sin error alguno, pese a los seductores y húmedos labios que se arrastraban a lo largo de su cuello y nuca, succionando con cuidado su piel, mientras que una mano traviesa se colaba por su ropa para tocar su fuerte pecho.

- ¿Está hipnotizado? – peguntaron tras él.

- Fue un obsequio – respondió el hombre sin dejar de tocarlo – casi moría esta mañana en un accidente, yo lo salvé –

- Sólo quieres acostarte con él – acusó Sicheng, cruzándose de brazos.

- Cuida tu tono – advirtió, agachándose a la altura del oído del pianista – sigue tocando, John, lo estás haciendo bien – susurró antes de alejarse de él - ¿qué los trae por aquí? –

- Queríamos saludar – mintió el peli rosa.

- ¿En serio? – sonrió brillante – porque vi todo el desastre que hicieron en esa cafetería –

- ¿Entonces por qué mierda preguntas? – bramó Sicheng.

- Cierra la puta boca – ordenó Jeno, temeroso de molestar a su superior – lo sentimos mucho, Jungwoo –

- No tienes que hacerlo, mi niño – acarició su barbilla con cariño – tú no hiciste nada –

- Fue un accidente – se apresuró a decir Jaemin – estábamos tratando de arreglarlo y... -

- ¿Arreglar qué? – rió con sorna – estaban tratando de deshacerse del muchacho que Sicheng enamoró por error, cuya madre había estado orando para que pidiera la mano de esa joven con la que salía – lo tomó por el cuello de la camisa – no para que te acostaras con él, pedazo de mierda –

- Yo iba a hacerlo –

- Pero no lo hiciste – lo soltó con brusquedad – y ni siquiera ibas a dárselo a la chica –

- Él no la quiere –

- Tampoco al niño con quien ibas a dejarlo –

- ¿Vas a ayudarnos o no? –

- Te mereces lo que está pasándote – negó – pagarás por ello lo que tenga que durar –

- ¿Qué hay de nosotros? – interrogó Jaemin.

- Lo siento, Afrodita, es parte de las consecuencias de sus actos – caminó hacia el músico – la próxima vez lo pensarán dos veces antes de intentar ayudar a esta porquería –

- Fue un accidente –

- Ya dijiste eso – abanicó su mano – salgan de aquí, estoy ocupado –

Los tres salieron del lugar desganados.

- Lo siento – susurró Sicheng una vez fuera del edificio.

- No es tu culpa – animó Jaemin – fue un error –

- Pero no podemos arreglarlo, y yo los metí en esto –

- Sí podemos – aseguró Jeno.

- Zeus dijo que no – recordó el peli rosa.

- Exacto – lo apuntó – Zeus dijo que no, entonces... -

- Hades dirá que sí – completó el mayor.

- Eros es un chico listo – bromeó.

- ¿Cómo llegaremos al inframundo? – cuestionó Jaemin, exasperado.

Sicheng suspiró pesado.

- Sabes que no tenemos opción –

- Será asqueroso verlos juntos, lo saben ¿verdad? –

- Tiene razón – defendió Jeno – tenemos que llamar a Hermes, lo siento –

- Da igual – se cruzó de brazos – pero tendremos que hacerlo mañana, ahora tenemos que buscar a esos estúpidos humanos –

- Al menos el tuyo está bonito. Se ve virgen y eso –

- Se ve virgen porque probablemente lo es – gritó en un susurro – tiene como siete años –

- Entonces vas a divertirte mucho – se burló Jeno, golpeando su hombro.

- También tú, con tu perro, y tu boda, y las alergias.... –

- Ni lo menciones – rió – ese chico es patético –

- Al menos es gracioso verlos – Sicheng rodó los ojos – Yuta es un tipo aburrido como la mierda –

¿Cómo se habían metido en eso?





Donghyuck limpiaba la mesa sin quitar los ojos de la puerta, al igual que Sungchan, quien fregaba el piso.

- ¿Viste sus ojos? – recordó emocionado – eran oscuros y profundos –

- ¿Viste su cuerpo? – dijo el menor, abrazando el trapeador – era tan sensual – mordió sus labios y apretó con fuerza el objeto entre sus manos. 

- ¿Crees que vengan? – preguntó temeroso – tal vez sólo estaban mintiendo –

- Él no lo haría – defendió Sungchan – él no me mentiría, me ama –

- Tienes razón – frunció el ceño - ¿cómo se llaman? –

- Ni idea – suspiró – "Hermosos seres celestiales del cielo" –

- Tendría sentido –

La campana sonó, haciendo ambos corazones latir con fuerza.

Ambos dioses entraron con miradas cansadas y semblante molesto.

- ¿Dónde estuviste? – enfrentó Sungchan - ¿no llegaste a tu casa durante la noche? – inquirió al mirar su ropa.

- Niño... -

- Tienes razón, tú no me engañarías –

- Viniste – susurró Donghyuck al hombre frente a él – cumpliste porque me amas –

- No te amo, tienes que dejar de pensar eso –

- Claro que me amas. Me amas tanto como yo a ti, y si no lo haces, lo harás –

El azabache giró a ver a su amigo, quien también lo miraba boquiabierto.

Esos chicos en verdad no tenían dignidad.

- ¿A qué hora sales? –

- En dos minutos – abanicó sus pestañas - ¿vas a llevarme a pasear? –

- No –

- Está bien, podemos ir a mi departamento – se encogió de hombros.

Sungchan, por su parte, miró avergonzado al peli rosa.

- ¿Quieres desayunar algo? –

- Sí, ¿por qué no? – respondió Jaemin con una sonrisa resignada.

- Yo... - rascó su nuca – ¿a dónde quieres ir? –

El mayor lo consideró.

- Lo que sea está bien –

- Conozco un lugar a dos calles – se acercó a su oído para hablar más bajo – su café es mejor que el nuestro –

Jaemin reprimió una risa y asintió.

- Servirá –

- Bien, dame un minuto, te veré afuera – dijo caminando hacia la caja para entregársela a los chicos que recibirían el turno.

Jaemin acordó el plan y fue donde su amigo para hablar con él.

- Tengo que irme –

- Ya sé, lo escuché – hizo una mueca – suerte –

- A ti – rió – tú eres quien irá a su departamento –

Jeno lloriqueó discretamente.

- Nos vemos más tarde –

- Adiós, Apolo – se despidió antes de salir del local.

Esperaban que las cosas no se salieran de control.

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