Capítulo 12

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Jungwoo tamborileaba los dedos sobre la mesa de madera cuando el otro se acercó a él.

- ¿Qué hacemos en un club campestre? –

El menor alzó la vista y lo miró por encima de sus lentes oscuros.

- ¡Eros! Pensé que no vendrías – señaló la silla junto a él – toma asiento, ponte cómodo, ¿te ofrezco algo de beber? –

El mayor se sentó, mirándolo con desconfianza.

- ¿Qué es lo que quieres? –

Zeus suspiró pesado.

- Verás – aclaró su garganta - ¿ves al chico caliente que nada en la piscina? –

El otro asintió.

- Bien, él es John, el chico al que salvé que conociste el otro día –

- No creo una mierda de eso –

- Yo en serio lo salvé – lloriqueó – el imbécil había tenido un accidente de auto por conducir en estado de ebriedad cuando lo encontré. Estaba moribundo, tan sólo le quedaban un par de minutos de vida –

- ¿Y? –

- Es tan joven – tocó su pecho – y tan malditamente guapo –

- No veo el punto –

- La cosa es que el chico estaba agradecido por eso, aún lo está – lo miró – pero ahora es un maldito abstemio –

- ¿Eso es malo? –

- Quiero divertirme, Eros – aclaró - ¿de qué me sirve un chico ardiente si el imbécil se rehúsa a salir conmigo por ahí? –

- ¿Qué quieres que yo haga? –

El azabache juntó sus palmas en un aplauso.

- Nada que no sepas hacer – endureció su mirada – sólo fléchalo por mí y para mí –

El castaño negó.

- No, lo siento –

- ¿Por qué? –

- ¿El chico te ama? –

- Y lo amo a él – asintió.

- Si yo lo flecho eso va a arruinarse. Te lo aseguro –

Zeus silbó encantado.

- ¿Mala experiencia? –

- Pésima –

- Bien – miró al mortal que nadaba – no lo flecharé si me aseguras una relación real, pero esto se tornará aburrido y terminaré por abandonarlo yo –

- Entonces te flecharé a ti – apretó su hombro, levantándose.

- Lo que sea que le de algún toque interesante a mi vida – bromeó.

- Me voy –

- Espera – pidió girando hacia él – habrá una fiesta en un bar la próxima semana. No tengo idea de que es, pero si esta belleza no quiere ir, sería bueno tenerlos por ahí –

- ¿Ahora eres fiel? –

- Como nunca –

El querubín rodó los ojos.

- Llevaré algunos encantos, de todos modos –

- Contaba con ellos – guiñó el ojo – adiós, guapo –

- Adiós –

Una fiesta no le caería tan mal, pensó.

Conocería a un par de chicos guapos con quien divertirse, tal vez bailar, o acostarse.

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