Capítulo 20

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- Fibonacci – respondió con simpleza.

- Wow, tú en serio lo sabes todo – Sungchan negó impresionado – ni siquiera yo sabía la respuesta –

- ¿Entonces cómo puedes estar tan seguro de que no miento? –

- Confío en ti – comenzó a limpiar el mostrador – das la impresión de haber vivido tanto –

- ¿Me estás llamando viejo? –

- Sí – rió – bien, te toca –

- Veamos – apretó los labios - ¿deidad griega de la belleza? –

Sungchan sintió su estómago revolverse.

Tragó duro y aclaró su garganta.

- Afrodita – murmuró.

- ¡Correcto! – celebró Mark, ignorando el malestar del menor – es la primera de la noche –

- Me gusta la mitología – mintió – oye, me está dando hambre, iré a buscar algo para preparar waffles, ¿quieres? –

- De hecho – miró su reloj – creo que es hora de que me vaya – dijo levantándose.

- Está bien – aceptó con desgano.

- ¿Mañana a la misma hora? –

- No iré a ningún lado – bromeó.

- Espero que no – caminó hacia la puerta – adiós –

- Adiós – respondió en voz baja.

Mierda.

Estaba comenzando a sentirse realmente deprimido ahora.

Había momentos en el día, momentos oscuros, en los que realmente pensaba que tal vez no valía la pena seguir adelante.

No tenía un futuro asegurado, no tenía estudios que lo respaldaran, y tampoco un buen empleo.

Donghyuck apenas podía visitarlo, y su madre y abuela estaban pasando por una situación de reconciliación que estaba ocupando toda su atención.

Sentía que tal vez debería terminar con todo.

Subir a lo más alto de un edificio y... eso.

Eso haría.

Lo haría esa misma noche.

Lo siento, Mark.





Sicheng cubrió su rostro con ambas manos y suspiró pesado.

Era realmente agotador hacer una investigación antes de realizar su trabajo. Comenzaba a recordar por qué había dejado de hacerlo.

Eran tantos humanos, y todos querían amor.

Y él era como "no, Susan. Marty no es para ti".

¿Por qué les era tan complicado entenderlo?

Gruñó molesto cuando escuchó que alguien golpeaba la puerta principal.

Se levantó de mala gana y abrió, las palabras quedando atoradas en su garganta cuando vio de quien se trataba.

- ¿Yuta? –

- Hola – saludó el mayor, notablemente molesto.

- ¿Qué...? – se movió para dejarlo pasar - ¿qué haces aquí? –

El japonés asintió dudoso y entró.

- Siento llegar así, pero necesitaba decirte algo –

- Te escucho – dijo cerrando la puerta tras de sí.

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