El timbre la sobresaltó, miró el reloj con el único ojo que pudo responder a su pedido de despertar. Era el casi mediodía. Se levantó de un salto y abrió la puerta con cara de dormida, ojos hinchados, algo despeinada, con su pelo rebelde y el mismo vestido de la noche anterior.
- ¿Alguien se quedó dormida? – dijo Santiago abrazándola por la cintura, le acomodó un poco el cabello que le tapaba la cara y después de darle los buenos días le dio un beso corto en los labios.
- ¡No puedo creer la hora que es! Dame un rato que me cambio. ¿Qué me pongo, adónde vamos? -Lo que él no podía creer era que no estaba ni un poco intimidada ni por su presencia ni por su estado. A él no le importaba mucho tampoco porque estaba dulcemente preciosa.
-Cualquier cosa te queda bien –respondió sonriéndole y guiñándole el ojo mientras la miraba entrar a su cuarto -. No te arregles mucho, algo informal.
La llevó a un restaurante que conocía a orillas del rio. Era el momento de las citas románticas, ahora sí. Ese lugar tenía una terraza a la sombra de los árboles, rodeada de naturaleza y sonidos tranquilos, nada del bullicio de la ciudad.
Se sentaron enfrentados, no podían dejar de mirarse.
- ¿Qué? -Santiago le sonrió antes de que ella responda, no estaba incómodo, pero sí intrigado. No había podido dormir mucho intentado adivinar lo que ella pudiese pensar de su declaración y si sumaba su mirada...
-Nada, solo que...nada. -Sofía no se atrevía a decirle lo lindo que le parecía y tampoco se atrevía a pedirle ese beso que quería en ese preciso momento.
- ¿Pensaste anoche? –preguntó, necesitaba respuestas, palabras no solo miradas, necesitaba, sobre todo, saber si algo había cambiado -. Sé que me dijiste que sí, pero quiero que estés segura, quiero saber que sentís hoy.
-En realidad no pensé mucho en lo que me dijiste. -Hizo una mueca con sus labios que a Santiago le encantó, era una mezcla de disculpas con indiferencia. -Eso me gustó, me convenció y te creí. En lo que no dejé de pensar es en lo que no dijiste. ¿Cuándo te fijaste en mí, cómo pasó? ¿Por qué yo?
- ¿Por qué no podría fijarme en vos? -Le tomó la mano para sentir su piel, ahora tenía la oportunidad y quería aprovecharla –Sos una mujer hermosa, desde el primer día que te vi me di cuenta de eso y después, no se...simplemente pasó, no pude resistirme y un poquito todos los días te fuiste metiendo en mi cabeza y en mi corazón, pero eso fue después.
- Ayer pensaba que hace poco más de dos años que te conozco y recordaba ese día en que me pediste perdón por tirarme las carpetas. Es día yo te miré a los ojos por primera vez y me gustaste, mucho, a decir verdad, me encandilaste con tu mirada. Pero me parecías tan antipático y a veces engreído, como ya te conté. Eras casado, mayor que yo y eras mi jefe, todo eso hizo que yo te vea como hombre hermoso pero imposible, ese del que te hable en el restaurante, el que tenía en mi cabeza -dijo sonriéndole mientras él se asombraba levantando las cejas.
-Con que ese "imposible" era yo. Interesante.
-Sí, eras vos. Después te separaste y te conocí un poco más, entonces me di cuenta que eras un buen tipo y me caíste bien. Pero nunca esperé, ni pretendía nada con vos... seguías siendo imposible. Ayer me sorprendiste, nunca imaginé que yo te gustaba, de verdad nunca me di cuenta.
-Bueno somos dos, Tampoco noté que yo te gustaba y es cierto que yo también pensé que esto sería imposible, hasta que lo vi posible. -Sus dedos se enredaron entre los de ella. -Me dí cuenta que me había enamorado y que cualquier cosa que se interpusiera era una excusa por mi miedo a tu rechazo. Pero la verdad es que te descubrí ese día, en que te pedí perdón.
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No me alcanzó con mirarte (Completa)
RomanceSantiago López Arregui, exitoso contador de 33 años, llevaba una vida tranquila, rutinaria y prolija, tal vez, monótona y aburrida, pero eso lo descubriría con la llegada de Sofia Quevedo, una hermosa estudiante de derecho de sólo 23 años, que tomó...