Santiago había empezado a formar parte de las cosas cotidianas de Sofia. Disfrutaba cada instante con su compañía y la sentía cada vez más cerca, más suya. Había descubierto que lo deseaba tato como él a ella, porque se agitaba con sus besos y temblaba en sus brazos cuando los besos subían de tono. Podía sentirlo, pero quería esperar a que estuviese segura de sus sentimientos. La verdad era que no sabía cuánto se esperaba a una mujer, había perdido la práctica, pero se manejaría por instinto, dominaría la pasión y el deseo que ella le provocaba. Aunque se le hacía cada vez más difícil porque ahora su cuerpo lo rozaba, sus abrazos lo provocaban y sus besos lo excitaban. Pero ahora también era suya, lo podía adivinar, se estaba adueñando de ella, la estaba haciendo su mujer. Faltaba poco para tenerla justo en el lugar que él quería.
Como cada mañana, tomaban café, juntos en la oficina de él, robándose algunos besos y abrazos antes que llegue Adolfo. Escucharon la puerta de entrada, pero no el clásico sonido del saludo del Doctor, entonces Sofia se asomó para ver quién era, aunque no esperaban clientes tan temprano. La imagen de Paula caminado con elegancia hacia ella no era precisamente lo que quería ver, de todas maneras, salió a recibirla y a saludarla, sintiéndose absolutamente incómoda.
-Hola, Sofia. ¿Está Santiago en su oficina?
-Hola. Si está ahí
-Permiso, paso a verlo, ¿podes, por favor, traerme un café?
-Claro, con gusto te lo llevo –dijo sin atinar a responder de otra forma, ni tener tiempo de avisarle a él de su presencia. No podía pensar correctamente ante tan inesperada presencia, estaba desconcertada, Paula había entrado sin permiso y le había pedido...un café, obviamente ella no estaba enterada que ya no era la secretaria, era todo tan confuso, pero no le molestaba prepararle un café, lo que le importaba era conocer el motivo de su visita.
Al entrar a la oficina pidió permiso, había perdido esa costumbre, pero esta vez tenía que hacerlo para mostrar su presencia e interrumpir la conversación que suponía íntima. Eso era lo peor que ellos tenían una conversación íntima. Cruzó la mirada con Santiago y con un movimiento de cabeza le hizo saber que no había sido necesario prepararle ese café.
-Está bien, no me molesta -dijo ella habiéndolo entendido y dejando la bandeja sobre el escritorio.
- ¿Qué pasa, de que me perdí? No entiendo – dijo Paula tan desconcertada como ella.
-Es que Sofia ya no es más la secretaria, Paula. Papá la propuso como socia, ya se recibió y ahora es abogada del estudio.
-Felicitaciones, no lo sabía. Te pido disculpas por mi confusión.
-No hay problema, no te preocupes. Permiso –dijo y se alejó, escuchando el reproche de Paula que lo hacía a los gritos.
- ¡Cómo voy a saberlo si estoy fuera de todo! Me echaste de tu vida Santiago, me apartaste.
-Sabes que no fue así, Paula, no te eché de mi vida. ¿Tenemos que volver a hablar de esto? Estamos separados, por eso no estás participando de mis asuntos, como yo no estoy haciéndolo de los tuyos. Ya no formas parte de mi vida ni yo de la tuya.
-Pero quiero seguir haciéndolo, quiero ser parte de tu vida. No puedo acostumbrarme a estar sola, ya no quiero vivir sin vos.
-Paula, necesitas intentarlo, procurá hacer cosas que te gusten, distraerte. Yo lo siento y me duele mucho decírtelo de esta forma, pero no vamos a volver. -Hizo una pausa sintiéndose mala persona, cruel y despiadado por haberle dicho de esa forma las cosas, pero ya no sabía cómo hacerlo para que entienda. Pensó unos segundos agarrándose la cabeza con impotencia, no era sencillo no lastimarla. - ¿Te acordás que te gustaba pintar y nunca encontrabas la oportunidad?, puede ser esta, aprovechala. ¿Porque no buscás adonde tomar clases?
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No me alcanzó con mirarte (Completa)
RomanceSantiago López Arregui, exitoso contador de 33 años, llevaba una vida tranquila, rutinaria y prolija, tal vez, monótona y aburrida, pero eso lo descubriría con la llegada de Sofia Quevedo, una hermosa estudiante de derecho de sólo 23 años, que tomó...