Ahora si la cosa cambia!. Espero les guste...
- ¡Felicitaciones! -dijo Adolfo cuando vio a Sofia después de su último examen –. Ya sos una socia de este estudio y como tal, te doy la bienvenida.
La abrazó cariñosamente y la acompañó a su nueva oficina. Él le había acondicionado una que, hasta el momento, se usaba como archivo, ubicada justo frente a la de Santiago. Había sacado los viejos muebles y comprado un lindo y amplio escritorio de cedro que se veía imponente al abrir la puerta, un enorme ramo de flores de colores que llenaba de perfume la habitación lo decoraba, una cómoda silla de cuero marrón, una biblioteca haciendo juego a un costado y en la pared opuesta un sillón con un cuadro grande sobre éste para dar color y calidez.
-Solo faltan tus detalles de buen gusto. No quiero que te sientas invadida, solo quise recibirte como te merecés. Además, te voy anticipando que debemos elegir juntos una nueva secretaria, pero, tiempo al tiempo. Ahora te dejo para que te acomodes.
-Gracias Adolfo, no creo merecer tanto, de verdad, no me va a alcanzar la vida para decirles gracias. -Y en ese "decirles", incluía a su hijo.
Ya sola en su nueva oficina, pudo soltar los muchos suspiros retenidos. No cabía en su cuerpo de la alegría, quería gritar y reírse a carcajada. Nunca, ni en sus mejores sueños había sido capaz de imaginarse ser socia de un estudio con su título aun oliendo a tinta. Ese título que no tenía ni tres días de logrado ya le estaba dando grandes satisfacciones.
Recorría cada rincón de su oficina, para memorizarla, era suya... se sentó frente a su escritorio, acariciándolo con la yema de los dedos, sonriendo y como una niña comenzó a girar con su sillón ya riendo a carcajadas largando toda la alegría contendida. Lo que nunca imaginó fue que en una de esas vueltas vería a Santiago sentado en su propio despacho, observándola, sonriente.
-Se te nota feliz. Tenés la cara iluminada –le dijo acercándose y atravesando su puerta -. Te lo merecés. Solo tenés que disfrutarlo.
-Gracias, Santiago, de verdad. Acabo de agradecerle a tu padre también...gracias por confiar en mí. Les debo mucho.
Le hubiese encantado abrazarlo fuerte como lo había hecho con Adolfo, pero sus libidinosos pensamientos se lo impedían, no confiaba en ella misma si lo tenía tan cerca. ¿Qué tal si se veía tentada de besarlo?, no, no podría hacerlo y mucho menos ahora...Se sentía cada vez más lejos de ese hombre. Como si no hubiese suficiente interponiéndose entre ellos, se sumaba ahora el que sea su socio y un buen amigo, al menos eso parecía que era el camino que tomaba esa nueva relación.
Qué difícil le parecía su futuro intentando sacarlo de sus pensamientos y algunas noches de su cama, en realidad, de sus sueños.
El solo pensar que, con levantar la cabeza desde su escritorio podía observarlo trabajar y concentrado en sus papeles con ese inquietante aire intelectual, la hacía sentir confundida, ansiosa, asustada y tantas otras cosas que no podía enumerarlas todas. Cuánto trabajo interno debía hacer de ahora en adelante para frenar sus instintos, esos que se mantenían agazapados y preparados para dar el zarpazo ante la primera oportunidad que esos labios, esos ojitos o esas manos, les den.
Definitivamente necesitaba un hombre en su vida, tenía que proponerse seriamente encontrar un novio y canalizar toda esa pasión contenida. Sí, tal eso debía hacer.
-Nada de deudas. Es lo justo, lo que te merecés, pero si aun así pensás que me debés algo, lo arreglamos con un almuerzo, hoy, ¿qué te parece? Es mi regalo y tu posibilidad de pagar la deuda.
Sofía no titubeo como hubiese pensado que lo haría, aceptó la invitación con un firme si, feliz de tenerla por cierto.
Otros de sus sueños increíbles se le estaba cumpliendo, aunque supiese que el motivo era muy diferente al que a ella le hubiese gustado, lo disfrutaría de todas formas. Solo su compañía alcanzaba para alegrarle el día. A veces. Nunca, a decir verdad, ya no le estaba alcanzando, pero con resignación asumía que era lo único que podía tener. Esos retacitos de su presencia debían servir para su conformismo, por el momento inconforme.
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No me alcanzó con mirarte (Completa)
RomanceSantiago López Arregui, exitoso contador de 33 años, llevaba una vida tranquila, rutinaria y prolija, tal vez, monótona y aburrida, pero eso lo descubriría con la llegada de Sofia Quevedo, una hermosa estudiante de derecho de sólo 23 años, que tomó...