Para Santiago los días no pasaban tan rápido, se sentía frustrado, vacío, nada lo animaba, ni divertía. No podía asegurar el motivo, simplemente ya no se sentía bien con su vida en ese momento. Y tampoco entendía demasiado bien cuándo había cambiado tanto, desde cuándo estaba tan desconforme con todo lo que lo rodeaba, habiendo sido siempre lo que había querido, ni comprendía qué era lo que había cambiado, si él o su vida.
Romina lo distraía, se entretenía y la pasaba bien por momentos, pero ella también había sido seducida por la simpatía de Sofia y compartían muchos momentos juntas, dejándolo a él solo con sus angustias. Claro que su prima no sabía de sus problemas, nunca se había animado a hablar con nadie de sus dudas, de sus miedos, de sus inquietudes, ni siquiera con Mariano había querido tocar el tema después de ese sábado en la cancha de tenis. Ya nada era lo mismo desde esa tarde y tenía la plena certeza que ni Sofía tenía que ver con sus dudas. Era otra cosa, iba más allá de una mujer atractiva o de una atracción sexual, tenía más que ver con valores, necesidades, realidades, proyectos...cambios.
Sabía que el momento en que pusiera en palabras sus sentimientos y dudas comenzaría a tambalear su vida y ya nada sería lo mismo. Todo empeoraría más y más.
Las salidas con Paula y sus pocos conocidos ya le aburrían, los juegos de seducción que ella le proponía ya no lo seducían, su incondicional predisposición a seguirlo en lo que le pidiera le molestaba, nada de lo que tanto le gustaba de su vida hoy le servía. Hasta su trabajo, estaba siendo un peso insoportable.
Ya no podía más, pero tampoco podía barajar y dar de nuevo, su vida no era un simple juego de naipes. Estaba acorralado entre su feliz pasado y su incierto futuro, no quería seguir así, pero no sabía por dónde empezar a cambiarlo.
Tal vez lo que necesitaba era estar solo. Así se sentía mejor, cuando quedaba solo en su despacho y con los ojos cerrado inhalaba profundo y analizaba su vida y anhelaba más momentos como ese. A veces un poco de música lo distraía y se olvidaba de sus problemas, pero siempre que estuviese solo. Sí, definitivamente, estaba mejor solo. Necesitaba estarlo, dejar tratar de agradar, de entender, de discutir por cosas insignificantes, el solo hecho de entrar a su casa y escuchar a su esposa hacer ruidos o verla cocinar algo diferente a lo que había imaginado comer, o...cualquier cosa le provocaba discutir, ya no soportaba su compañía, sus conversaciones vacías, su vida despreocupada sin nada importante que compartir. Ya no se soportaba él mismo en presencia de Paula.
Por supuesto que ella también notaba algo diferente en él, ya no era el de siempre, esa dulzura característica de su esposo, había desaparecido, las caricias y los besos tiernos le habían dejado el lugar a los pocos momentos apasionados y explosivos. Paula era consciente de que nunca había sido un hombre tan espontáneo ni de grandes arrebatos, por el contrario, con ella siempre había sido muy pensante, organizado y minucioso, y también eso estaba perdiendo, no solo en el aspecto íntimo de la relación, sino en todo el orden y estructura de sus días.
Cada vez más ausente en su hogar, siempre una excusa...el gimnasio, una cena con un cliente, un partido de tenis, cualquier pretexto estaba bien para irse y al volver, tal vez, la despertaba para hacer el amor y al otro día comenzaba nuevamente la rutina de ausencias.
Paula ya no soportaba esa situación, necesitaba una charla con Santiago, descubrir que le estaba afectando tanto, en que podía ayudarlo. Ella le era absolutamente incondicional y lo que él necesitase ella se lo daría, porque era su esposa, su pareja. Así funcionaba su cabeza. Ella estaba a su disposición.
Esa noche lo esperó, con la cena lista y arreglada para que la vea linda, como siempre hacía y después de comer, cuando creyó el momento adecuado, comenzó la charla, un poco insegura de hacer lo correcto, pero necesitando hacerlo. Un par de inspiraciones profundas le dieron la valentía necesaria para dejar salir las palabras.
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No me alcanzó con mirarte (Completa)
RomanceSantiago López Arregui, exitoso contador de 33 años, llevaba una vida tranquila, rutinaria y prolija, tal vez, monótona y aburrida, pero eso lo descubriría con la llegada de Sofia Quevedo, una hermosa estudiante de derecho de sólo 23 años, que tomó...