El timbre la sobresaltó, Sofía no esperaba a nadie ese miércoles y mucho menos a esa hora. Estaba distraída y absorta en la conversación con su madre. Desde que había llegado no habían podido dejar de hablar.
Abrió la puerta, pero no solo no pudo ver quien había tocado timbre, sino que tampoco pudo saludar o mantenerse en pie, Santiago la tomo en sus brazos despegándola del piso y le cubrió la boca con la suya en un intento desesperado de saciar su necesidad.
-Hola, amor, no sabes lo que te extrañé en ese hotel, solo –dijo Santiago mientras la abrazaba y la besaba sin detenerse –. Hoy no me saca nadie de acá.
Había llegado antes de lo pesado y estaba dispuesto a encerrarse en el departamento con Sofia y poder por fin hacer el amor con la mujer que le quitaba el sueño. Las conversaciones telefónicas lo habían cargado de más fantasías, pero no era excusa, él alimentaba ese tipo de fantasías desde hacía tanto tiempo que ya estaba a punto de volverse loco.
-Mi mamá está en la cocina y se va a quedar toda la semana, lo siento –le dijo dándole un abrazo y un beso para después separarse de él.
- ¡¿Qué?! ¡¿Pero vos entendés que yo me voy a morir?! No puedo esperar más Sofia, te necesito.
-Yo también te necesito y me encantaría que te quedes, pero hace varias semanas que no la veo y ¿qué le voy a decir, que se vaya a un hotel?
-Tenés razón, perdón. Soy un egoísta. -Tomó la cara de su novia entre sus manos y le dio un beso en la punta de la nariz. -Te pido disculpas, es que venía con la cabeza llena de cosas que quería hacer, que quería... hacerte, porque vos me provocaste todos estos días y... -Le dio un beso suave y tierno y suspiró. -Listo, ya pasó. Vamos a conocer a la suegra.
Sofía se rió de sus inspiraciones profundas y lo abrazó para después darle la mano y acercarlo hasta donde estaba su madre. Santiago la saludó y se presentó, si bien ya se conocían desde esa reunión en casa de sus padres, esta era otra presentación, ya no como jefe de su hija, sino como novio.
Charlaron hasta que oscureció, como si se conociesen de toda la vida. Le contó historias de Sofia, de su infancia y adolescencia, algunas lindas, otras no tanto y otras por demás de divertidas. Santiago creía conocerla desde siempre con toda esa información. Vivió en su imaginación cada una de las anécdotas y la podía ver sonriendo en los festejos de cumpleaños, abriendo sus regalos de Navidad o llorando en sus accidentes de bicicleta y en las peleas con sus amigas. Veía en esa mujer, su mujer, mucho más que deseo y pasión, ella le inspiraba ternura, cariño...amor, mucho amor.
-Señora le molestaría que yo me lleve a su hija un rato, vamos a comer algo y volvemos temprano, no la voy a retener mucho tiempo. No es que no disfrute de su compañía, pero hace unos cuantos días que no nos vemos y me gustaría charlar con ella.
-Por supuesto, querido, yo me voy a descansar, porque el viaje me agotó. Sos un encanto de persona. Vayan tranquilos.
-Ya estoy grandecita para pedirle yo misma el permiso a mi mamá. No necesito que mi novio se lo pida -le dijo Sofía acariciando su cabeza mientras la abrazaba, ya dentro del ascensor.
-No escuché bien, peleadora, ¿Tu qué? ¿Novio? ¿Yo soy tu novio? - le preguntó juguetón y le dió un beso dejándose acariciar el pelo por esos largos y delicados dedos.
-Eso eras cuando te fuiste hace unos días.
– ¿Sabe señorita que su novio la extrañó un muchísimo?
-Tal vez deberíamos tener un medidor para saber quién extrañó más a quien.
Santiago necesitaba estar a solas con ella para poder mirarla, tocarla, besarla como estaba haciendo. Por supuesto que ansiaba mucho más, pero a falta de posibilidades se conformaba con esos besos y abrazos. Le hubiese sugerido ir a un hotel a pasar un par de horas, pero él no lo quería así, al menos no la primera vez. Quería que hacer el amor con ella sí, pero también quería que fuese especial, en la intimidad de su casa o en la de él, no en un frio hotel. Su cuerpo le pedía tomarla a gritos, pero no lo haría, había esperado tanto que por un día más o menos no podían echar todo a perder. Lucharía contra su propia voluntad y trataría de concentrarse sólo en la conversación y hasta intentaría que sus besos y caricias sean lo menos tentadoras posible, al menos por ese día.
-Me gusta que mi mamá pase unos días conmigo, pero me encantaría que no sea esta semana. Lo siento, de verdad.
-Puedo esperar, al menos lo intentaré. ¿Cuándo se va mi suegra?
-El sábado a la tarde. A la noche tal vez, podemos dormir juntos, después de la despedida de Romina.
Santiago la llenó de besos y le prometió ser paciente, también se prometió a sí mismo ser paciente. No recordaba cuando había estado tanto tiempo y todo era por ella. Esa mujercita preciosa que lo único que hacía era provocare amor, mucho amor y de todo tipo, hasta del lujurioso.
La semana paso lenta, al menos para él. Solo salieron un par de veces, Sofia se había dedicado a estar con su mamá, a llevarla de paseo, de compras y hasta habían visitado a Rodrigo que estaba con Pablo al que también conoció. Tomaron el té con Nicky y solo una vez cenaron con Santiago, invitadas por él después de conocer la nueva oficina de Sofia.
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No me alcanzó con mirarte (Completa)
RomanceSantiago López Arregui, exitoso contador de 33 años, llevaba una vida tranquila, rutinaria y prolija, tal vez, monótona y aburrida, pero eso lo descubriría con la llegada de Sofia Quevedo, una hermosa estudiante de derecho de sólo 23 años, que tomó...