Sofia descubría día a día cuantas cosas los unían. Más lo miraba y más le gustaba. Estando juntos el tiempo pasaba con la pausa perfecta. Cocinaban, paseaban, jugaban al tenis, miraban películas...Podía imaginarse, sin mucho esfuerzo, una vida con él.
Solo le faltaba sentir su cuerpo, conocerlo, tocarlo y lo deseaba intensamente. Pero no sabía cómo darle esa señal, ¿que esperaría un hombre con su experiencia de una chica como ella? Tal vez pretendía que ella se insinúe o se lo pida abiertamente, claro que si ella pudiera lo haría, pero ahí estaba el problema, su timidez, al menos en el tema sexual anulaba su confianza, en realidad anulaba su personalidad completa, ¿por qué la hacía sentirse tan insegura? La diferencia de edad la intimidaba, la experiencia de él o su madurez, no lo tenía muy claro. ¡Pero por Dios! Ella era una mujer adulta, independiente, con experiencia, poca...muy poca, pero experiencia al fin y sobre todas las cosas era una mujer que sabía lo que quería y lo quería a él, no solo eso, lo deseaba desde hacía una eternidad y ahora con la posibilidad tan real no podía tenerlo como lo había soñado. Ni siquiera había podido decirle cuanto lo amaba, porque no se animaba, se acobardaba, no sabía cómo hacerlo o cuando. Ella nunca se había enamorado así, había dicho más de un te amo, pero este sería un verdadero te amo, colmado de amor.
Sofia se despertó sobresaltada y una vez más sudada después de ser protagonista de un sueño muy placentero, tanto que se había quedado dormida y llegaba tarde a trabajar.
En menos de lo que alguna vez imaginó, pudo levantarse, ducharse y cambiarse para llegar a trabajar con la lengua afuera y agitada como pocas veces.
Santiago la esperaba con la puerta abierta de su oficina, como cada mañana para darle los buenos días. El teléfono del despacho de su abogada preferida sonaba sin parar, ya era la tercera vez que lo hacía y estaba a punto de responder esa llamada cuando la escuchó taconear con velocidad desde la puerta.
Sofia oyó la llamada desde la entrada y corrió para atender antes de que quien sea que llamaba, corte. Entró corriendo y sin prestar atención a nada más, apenas pudo esquivar los muebles.
Él la vio entrar agitada y a toda velocidad para atender el teléfono, estaba de espaldas, sexi como siempre con esa falda ceñida que dejaba ver su silueta y marcaba su cintura. Entró despacio cerrando la puerta a su espalda, en silencio, esperó que se despida y corte la comunicación.
-Perfecto, lo espero mañana entonces y recuerde traer los papeles que le pedí. Hasta mañana.
Esas palabras accionaron los brazos de Santiago y la rodeó por la cintura, con una mano le corrió el pelo hacia el costado y con sus labios tibios y húmedos le besó el cuello. Sofía se estremeció de pies a cabeza con ese contacto suave y excitante y ese cuerpo fuerte apoyándose en ella.
- ¿No es muy temprano para este tipo de mimos? –preguntó mientras movía el cuello para que siga besándoselo.
-Nunca es temprano para mimos.
Ella giró entre sus brazos, enredó sus dedos en el cabello de ese hombre dulce y caliente que la abrazaba, lo miró fijamente, mientras con sus pulgares acariciaba sus sienes y recorría sus ojos como dibujándolos.
-Me encantan tus ojos... y esta arruguita que se te forma acá en la frente –dijo Sofia.
- ¿Te das cuenta que estas arruinando el momento? –preguntó él en broma.
-Perdón...no tenés arruguitas –dijo ella sonriendo y le acarició la mejilla y los labios que tanto le gustaban. Volviendo a ponerse seria.
Él la miraba si perder detalle de ese rostro que le parecía hermoso y disfrutando sus dulces caricias que de un momento a otro lo hicieron imaginar otras caricias. Apretó fuertemente sus brazos para pegarla a su cuerpo, subió una mano y la tomó por detrás de la nuca, empujó sus labios entreabiertos sobre los ella y los apoyó tan fuerte como pudo, cerró los ojos mientras inspiraba larga y profundamente, para alejarse después muy lentamente, saboreando ese beso y ese abrazo por cada una de las milésimas de segundos que duró. Amaba a esa mujer con la misma intensidad que la necesitaba desnuda en su cama, ya era una tortura la espera. Cuando abrió los ojos, Sofia permanecía inmóvil sin abrir los suyos.
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No me alcanzó con mirarte (Completa)
RomanceSantiago López Arregui, exitoso contador de 33 años, llevaba una vida tranquila, rutinaria y prolija, tal vez, monótona y aburrida, pero eso lo descubriría con la llegada de Sofia Quevedo, una hermosa estudiante de derecho de sólo 23 años, que tomó...