XX.

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¿Estamos fuera del bosque ya? ¿Estamos fuera de peligro ya?


Nunca me ha gustado ser o parecer débil, así que nunca lo demuestro en nada de mí ser, ni en mi mirada, ni en mis acciones, ni en mis palabras. Por lo que una vez que entré en el coche y el motor se encendió para llevarnos al hospital no dije nada.

Solo entré y me dejé caer hasta el fondo más apartado del mismo.

Pero aunque me gustará estar sola con mi dolor y mis pensamientos eso no significaba que no me importará, al contrario no podía sacar de mi cabeza las últimas palabras que le había dicho a mi hija antes de que se metiera por las puertas dobles de la escuela esa misma mañana.

—Ahora ve a estudiar mucho y pórtate bien, ¿sí?

Como pude haberle dicho solo eso, debí de haberle dicho lo mucho que significaba para mí, para su madre, para nuestro recuerdo, para nuestra vida, juntas.

Debí de haberle dicho que ella era lo único que hacía que me levantará por las mañanas cuando las cosas se ponían imposibles de sobrepasar, debí decirle que ella era todo mi corazón y que todo esto era por ella.

Debí.

Pero no lo hice.

Si algo le pasa a ella, me muero.

No puedo perder a Ness de nuevo, no puedo.

Siento mis ojos picar y mi pie no deja de moverse de un lado a otro en un acto nervioso que aunque pueda intentar frenar no he de lograrlo, me tiemblan las manos, me suda el cuerpo completo y siento que las paredes del fino auto del Señor Hamilton se cierran hacia mí lentamente.

No puedo respirar.

—Señorita Ávila ¿se siente bien? —Pide saber el Señor Hamilton a mi lado.

No puedo responder.

Me han descubierto con la guardia baja. Llevó mis manos hacia la manija del coche, quiero salir de aquí, tengo que hacerlo.

La fuerzo pero está no abre, no cede, cierro los ojos para pensar que estoy en un lugar mejor, en casa, sí, estoy en casa con Aura.

¿Por qué a mí?

¿Por qué ahora?

No había pasado esto en años, yo siempre estoy en control. Yo lo controlo todo.

Me llevó las manos a la cabeza y lentamente pongo mi cabeza entre mis piernas.

Respira Susana, respira lentamente.

El aire llega desde afuera hacia adentro.

—¿Señorita Ávila? —Pregunta un preocupado Dante Hamilton.

No se calla, cállese por favor. Cállese...

—Cállese por favor. —Le digo en apenas un susurro.

Él lo hace, cierro los ojos, el auto se detiene y cuando los abro de nuevo, soy yo de nuevo donde siempre debí de estar.


***


A todo el mundo le gusta su cumple años, ¿no?

A mí no, porque fue precisamente unos días después del mío que perdí a Ness para siempre.

Pero a diferencia de mí, Aura esperaba su cumple años y el mío con todo el amor y la felicidad de una niña de cinco años podía esperar.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora