Nunca he sido una santa.
Tengo una vida después de pasar y cumplir todas y cada una de mis obligaciones cómo trabajadora, cómo madre, amiga y compañera. Porque al final soy todo en uno, cómo muchas otras mujeres en el mundo, sin embargo al final soy una mujer.
Por ello nunca me olvidaría de las necesidades que tiene una cómo mujer.
Por eso es que digo que no soy una santa, lo que si es que jamás dejaría que mi hija viera esa parte de mi vida hasta que fuera lo suficientemente cuerda, responsable y madura cómo para comprenderlo.
Qué ser una profesionista no tiene por qué cerrarte puertas si quieres entrar en ese cielo.
Solo debes aprender a tocarlo de poco a poco, sin olvidarnos que somos humanas. Somos mujeres y necesitamos sentirnos deseadas, sensuales, correspondidas y que a nosotros también nos gusta jugar de vez en cuando.
Por ello entendí la declaración implícita que era esa caja, lo que no entendí es porque el cabrón de Dante Hamilton se le había ocurrido darme esto aquí, en mi casa, con mi hija y mi amigo presente.
Es como si hubiese estado observándome pacientemente, esperando el momento perfecto para humillarme de esta manera.
Guardé la caja donde nunca jamás Aura pudiera encontrarla, si me lo preguntas a mí ese lugar siempre tiene que ser uno que este bajo llave o que esté lo suficientemente alto como para que una niña de cinco años no pueda llegar a él, o debajo de un artículo del hogar que fuera lo suficientemente pesado como para no poder levantarlo.
Para mí, ese artículo fue el colchón de mi cama.
Metí la prenda cuidadosamente como para que no fuera romperse, pero aun así conseguiría arrugarse un poco. Esto debido a la tela de la que estaba hecha.
¿Qué había en la caja?
El solo pensarlo me pone el cabello de punta y se me doblan las piernas por el recuerdo de lo que había sucedido entre los brazos de Dante Hamilton. Ahora que lo pensaba lo mejor había sido que ese paquete hubiese sido enviado aquí, me hubiera muerto de la pena el tener que abrir dicho paquete con tal contenido dentro de la oficina.
¿Era está una declaración de Dante Hamilton para volver a sus brazos y su cama, para jugar de nuevo?
O solo era un juego para distraerme de lo que verdaderamente estaba pasando por su cabeza.
Porque si me dices ahora mismo que esto es solo para ser otra chica más de la lista, no te preocupes, yo jamás seré eso. Yo soy todo o nada y eso se lo dejaría muy en claro cuando lo volviera a ver pero por ahora saldría a tener una buena noche con mi mejor amigo y con mi hija.
***
El lunes siguiente todo parecía diferente para todos los demás mortales de la tierra.
Todos los adultos nos levantamos temprano para ir a trabajar y para llevar a los niños a la escuela. Hicimos su almuerzo y el nuestro, hicimos cama, lavamos platos y recogimos ropa tirada por la casa para no dejar demasiado sucia la casa, y sobre todo para no regresar a hacer más tareas por la tarde.
Pero había algo diferente está vez guardado en forma de bolsa reutilizable en el fondo de mi bolsa de mano.
La noche anterior casi no había podido dormir cuando consulté en internet la marca de la prenda que el Señor Hamilton me había enviado. Así es, dentro venía un costoso negligee bastante sensual y descubierto para ser usado como pijama para dormir, en tres piezas y del mismo color.
ESTÁS LEYENDO
Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".
RomantizmDante Jonathan Hamilton es ahora un cascaron vacío del hombre que un día fue. Camina por las calles, va a trabajar y se ejercita diariamente sin pensar demasiado. Pero no por eso deja de ser un atractivo hombre de treinta y pocos años, además de se...