XXVIII.

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Cuando entramos en el súper mercado para hacer las compras de toda la semana una sola palabra resonaba en mi mente. Claro, todo esto a favor de Dante Hamilton, y está era, Valentía.

Acompañada de una melodía que sonaba por los altavoces le vi dar un paso tras otro, pasar por las puertas de cristal barato que se deslizaban hacía adentro cuando las personas las atravesaban y hacía afuera cuando las personas salían de la tienda.

Pero lo que más me asombro no fue su rostro, sino lo bien que se le veía, lo cómodo que estaba siendo y jugando por un día el papel de padre.

Con una mano mientras yo traía un carrito había ayudado a Aura a subirse en el apartado para niños menores dentro del mismo carrito de la compra y con la otra me ayudó a llevarlo dentro.

Hacer la compra para mí no es nada del otro mundo, aun así tengo un sistema que nunca falla, llevó una lista y me apego a ella lo más que pueda.

Sin embargo hay un pequeño detalle que nunca me acompaña en dichos recorridos, un pequeño detalle de cinco años que muchas veces logra portarse mal cuando algo se le atraviesa, pero es que es mi culpa por haberle llevado aun cuando sé que eso no se debe hacer nunca.

Porque toda madre responsable que cuando se hace la compra en un lugar tan grande y con tantos departamentos te arriesgas a que muchas cosas inesperadas puedan pasar.

Accidentes, berrinches, entre otras cosas eran las que solían ocurrirme, por eso siempre dejaba en casa a Aura o con la niñera para que no me hiciera pasar por ello o para no perder el tiempo comprando cosas innecesarias que después me harían lamentarme por semanas hasta que el próximo cheque de pago llegará para poder compensarlo.

No es que no tuviéramos mucho dinero en ahorros, pero aun así me gustaba medirme, no me privaba de cosas lindas o costosas al menos una vez al año o de tener viajes o excursiones con Aura a lugares interesantes, pero claro que si te pones a decidir entre comida, renta y pago de servicios, cosas cómo las que mencioné anteriormente pasan a segundo plano.

Pero... siempre hay un pero con Dante Hamilton, eso lo empezaba a entender desde hace apenas unas cuantas semanas.

Que cuando el hombre decía que podía hacer algo no había nada en el mundo que le impidiera cumplir con la tarea asignada.

Creo que por eso era tan bueno en los negocios como yo creía que lo era.

Por ello cuando Dante propuso cancelar a la niñera y salir los tres a hacer los mandados juntos, no pude negarme, sobre todo porque él mismo propuso hacerla de niñero si solo así podríamos tener tiempo juntos.

Y aunque está no fuera una escena tórrida salida de una de las mejores películas cliché de todos los tiempos, era mejor. Era mucho mejor.

No sabes cuánto puede significar realmente esa pequeña acción, ese gesto, hasta que le ves jugar con Aura para distraerla de no tomar más cosas de las que podemos pagar o llevar en nuestro carrito.

Mientras yo cómodamente tomó bolsas de plástico transparente de un rollo y me paseo por toda la tienda tomando todo lo de la lista. Tomate, calabazas, limas, lechuga.

Pasamos a los pasillos para llevar algunos productos empacados y en latas.

Dante toma en sus grandes manos una lata de lo que parecen ser chiles encurtidos en vinagre, la levanta en el aire y luego me la enseña.

—¿Qué es esto?

Me rio.

No porque se adorable haciéndome esa pregunta, sino porque lo dice en serio.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora