XXXIII.

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Si hay algo constante en la vida, es el cambio.

Claro que yo lo sabía cuándo Penny se lo dijo a Sheldon en el último capítulo de La Teoría del Big Bang, la serie de la televisión.

El cambio es inevitable, y eso es aplicable a todos los seres humanos del mundo.

Y lo que tampoco podemos controlar es que tipo de cambios tendremos en nuestras vidas.

A excepción de los cambios que provocamos con nuestros propios planes y decisiones, el cambio no está en nuestro control.

Y no hay nada que odie más que no estar en control de las cosas que me rodean, pero yo sabía que eso era una posibilidad en cuanto entré por aquellas puertas de madera y hacía los brazos de Dante Hamilton.

Lo que nunca me imaginé es que iba a ser casi imposible, porque cuando una idea se le atravesaba en la cabeza era tan difícil de quitársela como cuando me ponía a limpiar la estufa después de una buena tarde cocinando todo tipo de delicias.

Aquella tarde parecía de lo más normal en compañía de Dante y de Helena en casa las tardes se me hacían eternas, sobre todo por la presencia del primero en la ecuación.

Era de lo más difícil a veces concentrarme en las cosas que debía de hacer y decir para que el cayera.

Y lo peor de todo es que estando en casa, no me sentía en un ambiente que pudiera controlar para nada. Y aunque a menudo le pedía que por favor fuéramos a su casa para poder estar solos, él no me dejaba.

Seguía repitiendo que debía de involucrarse más en mi vida.

Ya sé que sueno como toda una loca y tonta.

No te culpo por odiarme a este punto, si no estuviera enfrascada hasta el cuello en esta misión de hacerle sufrir y pagar por lo de Ness yo también me odiaría. Sobre todo porque cuándo a menudo una mujer, madre soltera tenía una mano extra de la mano de un hombre como Dante Hamilton.

Además, dentro de mí ser, mi estúpida e indeseable diosa del sexo le clamaba, pedía y rogaba que le tocará de nuevo.

Y eso era otra cosa que no lograba tener en control, porque cuando él me tocaba, hacía aún más difícil el estarme centrada.

Mi piel, mi ser, mi cuerpo estaba acostumbrándose a su toque y eso me asustaba y no era bueno para la misión, no llegaría a ningún lado si seguía ese camino.

Había sido atrapada por su pantano sexual.

Disculpen la expresión, me rio internamente mientras lo pienso pero es que no hay otra manera de expresar ese sentimiento.

Por ello es que trataba de tener ocupaciones yo misma que me mantuvieran más ocupada de lo normal o al menos lo suficiente como para que él no quisiera estar tanto tiempo conmigo, y si se ponía pesado usaba la carta de "tenemos que tener actividades aparte" porque era verdad, no podíamos estar todos los días juntos todas las horas del día.

Porque la realidad es que el aún era el jefe y yo la secretaria, los dos teníamos que trabajar y comportarnos como lo que éramos profesionales, por encima de todo y todos.

Además eso me ayudaba a mantener mi cordura, porque cuando él estaba acerca de mí últimamente era aún más difícil concentrarme en lo que sea.

Esperen... Eso ya lo dije, ¿no?

Ven lo que provoca en mí, no puedo concentrarme ya ni en lo que digo.

—Y dime ¿cuánto tiempo hace que vives en este departamento? —me dijo Helena. Se sentó conmigo en el sofá mientras me veía hacerle una pequeña trenza sencilla a Aura para esta pudiera irse a jugar tener el cabello en la cara.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora