Como ya dije antes, no es fácil para mí ceder en nada. O perder.
¿Por qué?
Porque siendo un Hamilton el perder no es una opción.
Pero tampoco desde ese día, no he querido nada más, no he deseado a ninguna mujer como ese día, no he mirado a otra mujer como a esa dulce chica.
Desde chico siempre tuve la teoría de que un hombre puede saber mucho de una chica/mujer por la manera en la que está se viste.
Mujeres con falda y zapatos de tacón en pleno día andando por las calles solo pueden significar una cosa. Compromiso inminente. Si quieres a una mujer seria y desesperada. Quédate con una de esas.
Luego están las chicas que visten más relajadas, con chaquetas de mezclilla y ropa suelta, blusas con escotes en v que dejan ver solo un poco de lo que podrás obtener si les invitas la copa adecuada, pero si te equivocas, las perderás ya jamás las recuperaras, si no buscas solo problemas corre, ellas solo son eso.
Mujeres con la palabra dinero escrita en cada una de sus prendas, que huelen a Channel no. 5, con tacones de diario, esos que les permitan caminar, ejercicio, correr y hasta hacer en el amor en ellos, son de temer, pero solo cuando no tienen lo que quieren cuando lo quieren.
Mujeres con vestidos obscenos y costosos, donde lo único que puedes ver de ellas son sus piernas kilométricas, su perfume costoso, su labial carmín esparcido por toda su boca y su cabello rubio de miles de dólares que les acompaña a donde sea que vayan el viernes por la noche, y el sábado y todos los días de la semana si ellas quieren, ten cuidado ellas te dejaran limpio y si no tienes dinero ni siquiera te voltearan a ver.
Y luego están las mujeres fuertes, calientes por su independencia, esas que sudan confianza y las cuales no se impresionan con nada.
Y a esas mi amigo, si las tienes no las dejes ir.
Y si no las tienes, es por algo.
Porque ellas no se casan, ellas solo dominan el mundo a merced de sus caderas, su cerebro y de sus palabras.
Mujeres como Susana Ávila.
Mujeres como ella, jamás me voltearían a ver, es más las he visto reírse de mí en mi cara y eso es lo que debo reconocer más me pone de ellas.
No quería ir a ese tonto evento de la familia de Marcial, pero mi amigo y Camila terminaron por convencerme de que ya los había dejado esperando demasiadas veces, pero yo no quería ir más que nada porque yo quería ir de cacería está noche.
Estaba de lo más cansado y estresado tratando de hacer lo correcto para la familia Hamilton.
Y necesitaba descargarme, de preferencia con compañía femenina, si saben a lo que me refiero.
Me imaginaba en un bar a las tantas de la noche, cazando desde la zona privilegiada, con un buen trago en la mano, mientras las mujeres bailaban para distraerme con música estrepitosa y ridícula que nunca en mi vida hubiera querido escuchar en el día.
Y que nunca querría recordar.
Como a esas mujeres.
Ellas no eran nada para mí, solo presas que debía de conseguir para colgar después en mi museo de la fama, solo un objeto para presumir después, para alardear de una conquista más del Gran Dante Hamilton.
Pero en su lugar me encontré yendo hacia la casa de mi amigo. Después de todo se lo debía. Y si lograba salir de eso, aun podía estar temprano en algún bar de la ciudad haciendo la segunda cosa que más me gustaba.
ESTÁS LEYENDO
Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".
RomanceDante Jonathan Hamilton es ahora un cascaron vacío del hombre que un día fue. Camina por las calles, va a trabajar y se ejercita diariamente sin pensar demasiado. Pero no por eso deja de ser un atractivo hombre de treinta y pocos años, además de se...