Aún con el pasado atorado en mi garganta, impidiéndome el si quiera respirar llevé a mi hija de la mano por la calle, mientras en la otra mano sujetaba firmemente mi portafolio, no estoy segura para que lo llevaba, quizás solo para ayudarme a dar seguridad, porque no es como si llevara mucho dentro.
Solo mi currículo, mi cartera, las llaves de casa y un poco de maquillaje y por supuesto mi libreta de apuntes.
No vaya a ser que durante la entrevista tuviera una idea magnifica para una gran historia.
Así es, iba a una entrevista de trabajo, recuerden que no soy rica y debo pagar las cuentas sino no tendría donde vivir.
Ahora mismo me dirigía a una entrevista de trabajo, para el trabajo de mis sueños, jefa de piso en la editorial más prestigiosa de la ciudad. No voy a mentir, apenas y pude dormir anoche por la emoción de obtener este trabajo.
Actualmente trabajo como camarera para poder llegar a fin de mes. Y aunque es un buen trabajo y las personas de ahí han sido más que amables al dejar que Aura este ahí cuando tengo que trabajar y no hay nadie para cuidarla, no deja mucho dinero a fin de mes.
Y yo le había prometido a la madre de Aura que le daría un mejor futuro del que ella y yo habíamos tenido.
Y para eso necesitaba dinero para ahorrar para su universidad.
Y por eso este trabajo era el mejor, para ayudarme. Esperaba conseguirlo, lo único malo es que no había conseguido nadie que hiciera de niñera para Aura.
Era una niña buena, no tenía queja nunca de ella, si le decía que se quedará quieta pintando ella lo haría, sin dudar.
—Editorial Pingüino, ¿en qué le puedo servir? —una chica de aproximadamente la misma altura que yo me sonrió al entrar. Una risilla familiar provino de detrás de mí al escuchar las palabras de la chica.
Sabía porque, pero agradecía que no lo comentará, al menos no frente a la chica.
—Hola, mi nombre es Susana Ávila y vengo a una entrevista de trabajo para el puesto de jefe de editores.
—Oh Dios, ¿cuándo la llamaron? —la chica se veía preocupada.
Oh no.
No.
No, que no sea lo que estoy creyendo.
Pero si recién me llamaron hoy para la entrevista.
No podía estarme pasando ahora, no justo ahora y con mi hija de cinco años esperando a que le llevará a comer helado al salir de mi gran entrevista de trabajo.
No es que hubiera alardeado de más con que el puesto era mío de sí o sí, pero si algo por el estilo, para que voy a negar haber caído en mi propia trampa.
—Es que... —la señorita se pone de pie para hablarme y es entonces cuando ve a Aura abrazada a mi cintura. Le sonríe y luego se dirige a mí de la manera más disimulada posible—. El puesto ha sido ocupado hace apenas una hora.
—Pero si me han llamado para una entrevista a las diez de la mañana, apenas.
—No sabes cómo lo siento, el puesto justo se ocupó a las nueve, nos acaban de avisar vía email hace apenas veinte minutos.
—¡Dios mío! Y ahora cómo pagaré las cuentas de este mes. —Digo llevándome las manos a la cara en señal de vergüenza.
Con ellas me cubriré la cara roja, pero no puedo cubrir la vergüenza de mí ser ante mi hija.
Cuando me descubro ella, está mirándome como si le hubiera dicho que el hada de los dientes ha venido al fin por su diente.
No hay mejor medicina para un momento como este que esa sonrisa.
Evidentemente ella no sabe nada de lo que pasa, y espero que siga así por muchos años más.
—De verdad, lo siento —dice la chica nuevamente.
—Está bien —suspiré— no pasa nada, ¿verdad? —sonrió hacia mi hija.
—Sí —dice mi pequeña hija.
—De todas maneras, gracias —le sonrió a la chica y me giro sobre mis tacones para irme.
—Espera —dice la chica yendo tras de mí, me detiene y gira sin darme mucho tiempo a decir nada— ya sé que no es lo que buscas, pero hay otra vacante aquí, si es que te interesa.
Miró a mi hija.
Aún sonríe.
—Claro que nos interesa.
—Es en el piso cincuenta y cuatro en diez minutos y si llegas antes de que el tiempo se agote, seguro te contratan, y si sirve de algo les diré que te conozco para que te contraten de sí o sí.
—Pero si no me conoces, ¿por qué haría eso por mí?
—Porque si no nos apoyamos entre nosotras, nadie más lo hará, unidas somos mejores, unidas lo somos todo —dice sonriéndome— solo que ella no puede subir por obvias razones, si ven a un niño aquí, el dueño nos corre a todos.
Miré hacia Aura y no supe que hacer, dónde y con quién la dejaría, el restaurante quedaba a diez calles de aquí, no es lejos pero tampoco es tan cerca como para ir a dejarle y regresar en menos de diez minutos.
La chica vio mi predicamento y hablo de nuevo, salvándome.
—No te preocupes, déjala conmigo, la esconderé detrás de mi escritorio, de lejos no se ve nada. —La chica cuyo nombre hasta ahora no sabía, sonrió de nuevo, le extendió la mano a Aura y luego la llevó a donde me dijo que lo haría.
Me recargué en la repisa del escritorio y le vi jugando en paz con un par de unicornios que sacó de manera ordenada de su mochila.
Les juro que si no lo supiera, podría jurar que era hija mía.
—Ve ahora, date prisa o tu futuro jefe te matará antes de que entres a trabajar —iba a comenzar a caminar cuando me regresa a preguntarle dos cosas vitales a la chica para mi supervivencia en ese lugar.
—¿Cómo te llamas y cómo se llama el jefe?
—Soy Helena y él es Dante Hamilton —casi se me cayó la cara cuando escuché ese nombre— Ah, sabes quién es... —dijo la chica de manera despreocupada.
Como no saberlo, si él era el padre biológico de Aura.
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Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".
Roman d'amourDante Jonathan Hamilton es ahora un cascaron vacío del hombre que un día fue. Camina por las calles, va a trabajar y se ejercita diariamente sin pensar demasiado. Pero no por eso deja de ser un atractivo hombre de treinta y pocos años, además de se...