Dream III El verdadero peso de las elecciones.

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Después de detener a mitad de pasillo, Harry volvió a encaminarse a la torre de Gryffindor, aunque primero tuvo que recuperarse de la impresión que le había ocasionado el nombre de su futura pupila, pero cuando llevaba un buen trecho del camino recorrido, escucho una voz conocida que le llamaba.

—¡Harry, espera! ¡Harry! —le llamaba Neville, que parecía que luego de haber terminado con el trámite del sorteo inmediatamente despues de él se había apresurado en seguir a su compañero.

 Harry se detuvó y esperó al joven, mientras arrugaba y guardaba disimuladamente el trozo de papel que mostraba el resultado del sorteo. Finalmente, Neville no tardó en alcanzarlo.

 —¿Nos vamos juntos? —preguntó el chico recién llegado, para luego agregar sonrojado— me acabo de dar cuenta que no recuerdo la clave de la sala común.

—Bueno —aceptó Harry en tono condescendiente, pensando en que su amigo, a pesar de todo no había cambiado demasiado, seguía teniendo una pésima memoria— ¿Quién te toco de pupilo? —preguntó el joven moreno, para romper el silencio que se había formado.

—No la conozco, pero es de Hufflepuff y me parece recordar que la profesora Sproud me habló de ella porque es muy buena en Cuidado de Criaturas Mágicas, así que debería estar en tercero —respondió Neville animado— ¿Y a ti?

—Alguien de Slytherin que supongo debe ser de primero, pero no estoy seguro su nombre no me parece familiar —fue la vaga respuesta de Harry tratando de esconder lo nervioso e incómodo que le había puesto el tema, ya que quería evitar que la chica llamará innecesariamente la atención.

 Neville, con lo distraído que era,  no se percató del nerviosismo de su compañero, así que comenzó a hablar de las diferentes clases de ese año y de su materia favorita, Herbología. Harry, ya aliviado por el desvío sútil del tema, solo se limitó a escuchar, asintiendo de vez en cuando mientras sus pensamientos volaban hacía otra parte, para ser precisos, al recuerdo patente en su memoria sobre lo que mencionaba la profecía en la que los mencionaba a ellos dos. Según lo que Dumbledore le había explicado con respecto a está, Neville podría haberse transformado en el “niño que vivió”, mientras que él podría haber sido un alumno más en Hogwarts y tal vez, como Neville, tendría a sus padres vivos pero internados en San Mungo. El muchacho no sabía que situación era la peor.

 —Demonios —masculló Neville que desde hacía un rato se había quedado en silencio y revolvía con afán sus bolsillos—. Harry, lo siento pero tengo que devolverme… sigue tú —le pidió el muchacho mientras se detenía y comenzaba a caminar en dirección contraría—, se me quedo algo en el Gran Comedor y debo volver por él —explicó.

—¡Hey, Neville! —llamó Harry antes que su compañero se alejará más— la contraseña es “Corpus Mandragora” —le informó

 Neville asintió dando a entender que se daba por enterado y sonrió mientras volvía a encaminarse, esta vez con paso más raudo, de vuelta al Gran Comedor.

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La luz del sol golpeaba en sus ojos y el muchacho no entendía el porqué, en su habitación de Hogwarts jamás había entrado el sol con tanta fuerza a esas horas de la mañana. Se incorporó de la cama con gesto extrañado, con su mirada borrosa se percató del distorsionado paisaje que se veía desde una cama, que no reconoció como la suya, ya que el lugar donde se encontraba en esos momentos definitivamente no era Hogwarts. Finalmente, decidió tomar sus gafas que estaban sobre una mesita de noche al costado de la cama y decidió averiguar que era lo que sucedía. Cuando pudo ver con claridad, observó que el lugar donde se hallaba era un cuarto pequeño muy bien iluminado, pero pobremente amueblado. En ella solo había una cama, un guardarropa y una mesa de noche.

Harry Potter y la Lágrima de Cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora