Dream IV Una mirada hacia el futuro.

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Todos los alumnos se encontraban cenando en el Gran Comedor, que como siempre era un lugar que se hallaba envuelto en múltiples cuchicheos, lo cuales solían ir acompañados por el tintineo de los cubiertos al comer.

 —Es difícil creer que este será nuestro último año en Hogwarts —soltó Parvati inesperadamente, con tono de añoranza.

—Sí, pero resulta curioso el saber que nosotros contamos con la “suerte” de estar un año más de lo normal —agregó Seamus irónicamente, pero luego le sonrió a su compañera.

—Nunca hemos sido una generación muy normal que digamos —dijo Hermione con naturalidad, mientras empezaba a enumerar con los dedos—. En primer año apareció un trol en el castillo, en segundo fue lo de la Cámara de los Secretos, en tercero la evasión de Sirius Black… —ante la mención de su padrino, Harry se tensó involuntariamente

—En cuarto el Torneo de los Tres Magos, etc… etc… etc —interrumpió Ron a su novia—, entendemos cuál es tu punto Hermione…—la chica observó con rostro ceñudo al pelirrojo, dando a entender que la interrupción la había enfadado y que ya se lo iba a cobrar más tarde.

—A mí, más que pensar en lo que ya nos ha pasado, me gustaría saber en dónde estaremos en cinco o diez años más —dijo Neville meditabundo, sin percatarse que entre Ron y Hermione, comenzaba a engendrarse una posible pelea—, es difícil imaginárselo en este momento —concluyó.

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 Estaba reclinado sobre un cómodo sillón que al tacto se notaba hecho de cuero, mientras mantenía sus ojos firmemente cerrados; pero al cabo de unos instantes de meditación, decidió incorporarse mientras masajeaba suavemente sus parpados los cuales sentía extrañamente cansadas. Finalmente, abrió sus ojos para observar a su alrededor.

 Se encontraba en un despacho —suponía que el suyo, dado que estaba sentado frente al único escritorio del lugar— el cual estaba amueblado con varias butacas elegantes, hermosos estantes de caoba llenos de libros de diferentes grosores y una chimenea de tamaño medio. Sobre el escritorio se encontraba una multitud de papeles que se esparcían por aquí o por allá sin orden ni concierto, además de algunas plumas y un tintero y, lo que más llamó su atención, un par de fotografías mágicas.

 En una de ellas se encontraba junto con Ginny, abrazados mientras él daba un cariñoso beso en la frente a su pelirroja; ambos estaban sonrientes. La otra fotografía lo dejo sin aire; allí aparecían dos niños pequeños de pelo negro y revoltoso, como el suyo, junto con un bebe de cabello rojizo, quien cargaba una pequeña muñeca. Harry no quería hacerse falsas ilusiones, pero las similitudes eran demasiadas… esos tres niños no podía ser otros que sus hijos.

Sin entender del todo en donde se encontraba, se dirigió hacía el espejo más próximo, el cual no tuvo que buscar demasiado, pues se encontraba fuera de su despacho en una especie de vestíbulo contiguo, donde no había nadie más que él. Finalmente, se colocó frente al espejo y observó el reflejo que este le devolvía.

En él encontró a un hombre que no pasaba la treintena, con ojos verdes que le miraban con un brillo lleno de curiosidad y asombro, seguía usando lentes redondos y su cabello, más largo que a sus dieciocho años, le tapaban la cicatriz. Se sonrió y al hacer este gesto, miles de pequeñas arrugas se le formaron en la comisura de los labios y alrededor de los ojos.

—¿Qué haces Harry? —preguntó la voz de Ginny detrás de él. Era la misma voz que él conocía desde los once años, pero algo más suave y madura.

—Mirándome al espejo —respondió el hombre, señalando lo obvio.

—Vanidoso —rió Ginny, quien se acercó y le dio un ligero beso en los labios—, pero veo que estás listo, llamaré a los niños para irnos a casa de Teddy, recuerda que quedamos de pasarlo a buscar —agregó y se encaminó hacia la puerta que se encontraba a su lado. Harry la siguió.

Harry Potter y la Lágrima de Cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora