Capitulo 50 |Capitulo final|

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Mi garganta está seca, duele y arde. Ya no puedo contar las veces que he gritado por piedad. Matteo descubrió la herida que me he hecho con la rama de árbol cuando caí. Desde entonces ha estado utilizándola como cenicero. Perdí la cuenta después de los cien cigarrillos apagados con mi sangre y el fuego absorbido por mi piel. Estoy amordazada, pero eso no me impide tratar de gritar por auxilio. Mis muñecas arden y siento que están tan laceradas en este momento por mis intentos fallidos de tratar de librarme del amarre en el que me tienen. 
Mis pies pegados a las patas de la silla, al igual que mis muñecas están atadas a los brazos de la silla con una soga que se siente tan áspera que me duele en cada leve movimiento que hago. 
Tengo los ojos vendados con Dios sabe que, no se quien me custodia. Pero suelen ser los dos tipos de siempre o Matteo. 
No puedo hablar, no puedo ver. Lo único que hago aparte de escuchar los innumerables insultos que me dicen, es sentir el ardor y dolor de los cortes y golpes que me hacen en la piel. En mi boca predomina el sabor a sangre. Siento hinchadas mis mejillas. Mi sudor hacen que arda infinitamente los cortes que tengo al rededor de mi cuello y mejilla. 

Después de que me rindiera. Me suben a una camioneta tipo ban. Me amordazan y tapan los ojos. Un sujeto pensó que seria peligrosa y comenzó a pegarme, coloco su navaja en mi cuello para amenazarme, pero estaba tan nervioso que la mano le temblaba y comenzó a cortarme. A partir de ahí comenzó mi tortura, comenzaron mis laceraciones.

Esto es una tortura.
En mi vida había sufrido tanto... En mi vida.

Alguien se acerca a mí y me quita el trapo que tengo atado al rededor de la cabeza para que no hable. 

— ¿Tienes sed, gatita valiente? —pregunta una nueva voz.

—No mucha—le espeto con odio.

— ¡Maldita insolente! —grita y su mano se estampa en mi mejilla. 

No grito. Me muerdo el labio para no hacerlo. 

—Mmh— murmura ese tipo con voz gutural-que sexy te vez cuando te muerdes el labio, gatita

Me pongo lo mas alerta que el dolor me permite. Siento que se acerca y me sacudo por el miedo y el asco.

Su mano toca mi hombro izquierdo: y baja por el costado de mi pecho y abdomen, hasta llegar a la parte frontal de este. Su pesada respiración y mal aliento caen por mi cuello.

—Eres tan sensual, gatita—me susurra al oído y un escalofrío recorre mi espina dorsal. -Oh si que lo eres. 

Ahora es su otra mano la que me "acaricia" desde el cuello, bajando también por mi costado.

Me sorprendo de la manera más horrible con siento que sus dos manos están encima de mis senos. 
Temo lo peor: Que quiera violarme. 
Me sacudo para librarme de su agarre. Y lo logro. Sus manos liberan mi cuerpo. 

—Veo que no te gusta que te toquen, eh. —su voz es apenas un susurro, pero escucho maldad en sus palabras. 

Mis tobillos se sienten liberados. También mis manos. Pero estas son llevadas al frente y las amarra juntas. 

—De pie—me dice y lo intento. Pero apenas logro levantarme. Cuando pienso que mis piernas están rectas, mis rodillas y el dolor en mi herida me ganan; vuelvo a caer de centón a la silla. 

—A ver, te ayudo. —me dice, tomándome por la cintura. 

El me levanta y solo ayuda a que yo camine.
Trastabillo unos cinco pasos, cuando me empuja fuertemente. 
Mi cabeza golpea fuertemente contra la pared, caigo al suelo. Gimo de dolor.
Algo suave hace que mi caída no sea tan pesada, pero aun así mi cuerpo duele. Demasiado. 
Siento que mi frente sangra. 
Alguien me toma de los pies y me tironea hacia abajo. Para que desdoble las piernas. Doy un grito ahogado 

Destiné à ne jamais mettre fin à cetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora