Apasionante Final.

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El Lobo se enamoró de la perfección en la falsa inocencia de Caperucita, y ella quedó cautivada con la ferocidad del Lobo.
Aixa de Alsina.
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Diciembre 22 de 2017

—No sé qué hacer —me quejo, ya cansada de ver a Gideón detrás de la cámara. Estoy temblando y no precisamente de frío. Nunca había posado en ropa interior para alguien.

—Solo quiero que poses para mí, más nada. —Evito bufar. Me recuerdo que es su cumpleaños, él lo merece.

Tomo aire antes de acostarme en la cama, recoger un poco la pierna derecha y mirar hacia el lado contrario de la cámara. Me avergüenza posar casi desnuda para él, ¿por qué? No tengo idea.

Después de una larga sesión de fotos, en las que me puse más cachonda con todas las poses que Gideón me hizo hacer, ya necesito tenerlo adentro. El tiempo pasa y sé muy bien que hoy será la última noche que voy a disfrutar de su cuerpo. Debo hacer que valga la pena.

—Ya estoy cansada —sentencio. Gideón levanta la cara y sonríe.

—Ya tengo suficientes. Ahora viene la mejor parte. —Su voz cambia, es sugerente y atrapante. Justo lo que quiero.

Me ofrece un espectáculo digno de ver, en el que se desprende de cada prenda de ropa con una total sensualidad. Casi estoy babeando, de hecho, he tenido que utilizar mis manos para cerrar mi boca de vez en cuando.

—Date la vuelta —ordena, cuando ya solo le queda el boxer. Trago saliva y lo obedezco—. Me encanta tu culo. —Jadeo, su mano ha impactado contra una de mis nalgas. Las corrientes que ese simple gesto envió a todas mis partes sensibles, fue alucinante—. ¿Otra? —inquiere. Sin descaro alguno, antes de siquiera poder pensarlo, digo que sí.

Otra palmada, a esa le siguen dos más, una en cada nalga. Mi respiración es una montaña rusa; cuando levanta la mano es que empieza a subir la presión, al escuchar la mano estrellarse contra mi nalga es cuando me encuentro en el punto más alto de la montaña y después el descenso es demoledor porque su otra mano se frota contra mi sexo sin preocupación.

—Tan receptiva como siempre. —Cierro los ojos. Si se me dificulta respirar, no se imaginan cuanto me cuesta no gritar que me coja de una vez.

—No me tortures más —suplico. Gideón ríe bajito.

—Dime que quieres y lo tendrás —admite.

—Te quiero dentro de mí —confieso.

—Montame. —¡Mierda, mierda, mierda! Eso es lo que quiero. Me levanto, lo veo acostarse a mi lado, sin esperar más, paso una pierna por encima de él, me acomodo y tengo que morder mis labios para no jadear de satisfacción al sentir su miembro erecto rozar con mi sexo.

Pasiones Infieles. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora