La campana marcaba como siempre el fin del último turno de clases, y esta además representaba el final de la preparatoria. En septiembre finalmente estaría en la Universidad y ya las cosas serían diferentes.
Anna había decidido a estudiar psicología. Quizás así lograra entender un poco más a los seres humanos y su complicado proceder y quería poder brindar a otros la ayuda que ella nunca tuvo.
Pero no era tiempo de pensar en eso. Finalmente saldría de esa cárcel que representó siempre la escuela. Era una estudiante excelente, pero era diferente y eso fue suficiente para que esos años fueran todo una tortura.
Ahora iría a pasar las vacaciones de verano en el campo, en casa de sus abuelos a los cuales no veía desde hace tres años atrás, cuando recién acababa la secundaria.
Adoraba el campo. Allí no la conocían muchas personas. Se sentía plena en compañía de la Soledad y tenía además tiempo para hacer aquello que amaba más que nada en el mundo: escribir.
Se quedó dormida en el bus. Mientras este rodaba por más de dos horas por la carretera ella fantaseaba en sueños con las historias que luego recrearía en las páginas de su novela.
Abrió los ojos de nuevo a la realidad con un escalofrío que le recorrió todo su cuerpo. Estaba sudando y las manos le temblaban. Abrió la ventanilla para coger un poco de aire y tras calmarse se recostó nuevamente en su asiento. Recordaba exactamente lo que había soñado y tan pronto tuviera en sus manos su laptop y una buena taza de café caliente una nueva historia nacería.
Su parada llegó finalmente. Bajó del bus y recogió su escaso equipaje. Su estómago le recordó que hacía ya más de dos horas que había probado el último bocado así que se dirigió a la cafetería de la pequeña estación.
Absorta en sus pensamientos, no se percató que justo en frente y en dirección contraria venía otra chica cargada de cuadernos y libros y mirando fijamente la pantalla de su móvil. El impacto las sacó a ambas de su ensimismamiento.
Se disculparon al unísono y entre las dos recogieron las pertenencias que se habían esparcido por el suelo. Un libro en particular llamó la atención Anna, ya que este formaba parte de su saga preferida.
-¿Te gusta Harry Potter? -le preguntó mientras le devolvía el libro.
-¿Gustarme? No, me encanta, de hecho es uno de mis preferidos.
-Yo también lo amo. Desde que lo leí por primera vez cuando era una niña me fascinó por completo.
-¿Tú no eres de por aquí? ¿Verdad?
-No, soy de la capital, vengo a pasar las vacaciones con mis abuelos. Por cierto me llamo Anna.
-Mucho gusto Anna, yo soy Isabel. Me aceptarías un café a modo de disculpas por mi despiste.
-La culpa fue mía también, pero cómo decirle que no a un café.Después del café y una plática bien animada donde descubrieron que tenían mucho más en común que el gusto por la saga de J.K. Rowling, se marcharon de la cafetería y como durante las próximas semanas serían prácticamente vecinas se hicieron compañía durante el trayecto a casa.
Una vez en su casa y después de haber saludado a sus abuelos quienes se habían preocupado por su retraso y tras haberse instalado en su habitación, se dispuso a tomar una ducha.
Su pijama, una taza de café y su laptop la esperaban para ponerse a escribir el primer capítulo de la historia que había soñado durante el viaje y que aún no sabía cómo terminaría.
¿Destino o Casualidad? Así tituló a al sueño que comenzaría a vivir durante los dos meses siguientes.
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Almas Perdidas
Historia CortaMuchas son las almas perdidas que andan vagando por este mundo en busca del amor, de la amistad, de atención, de afecto, de un sentido para sus vidas y para sus muertes. Tú puedes ser una de esas almas...