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Se levantó temprano en la mañana, como de costumbre, recordando que en algunas horas tendría una entrevista de trabajo y, que después de eso, debía ir a su aburrido trabajo en una concurrida cafetería del centro a cubrir su turno -y el de un compañero, que el día anterior había solicitado permiso para ausentarse.

Largando un suspiró, intentó levantarse de la cama notando así que, no sólo tenía una terrible migraña destrozando su cabeza, sino que también había un brazo pesado envuelto alrededor de su cintura. Y que la calidez que la envolvía no era gracias a las cobijas, sino a un cuerpo detrás suyo.

Mmm...

Bufó casi con molestia.

—Hey, arriba. Son casi las siete, vete a tu casa, que esto no es refugio para desamparados.

Tenía un pésimo humor mañanero, en especial cuando despertaba con migraña. Lo mejor en esos casos era no molestarla, por lo menos hasta que bebiera su café matutino o dieran las dos de la tarde.

El chico a su lado despertó de un salto, casi asustado al hallarse en una habitación desconocida, con una desconocida. 

Como un borrón, pasó corriendo por toda la habitación a la vez que tomaba su ropa del suelo y se vestía con rapidez, dando pequeños brincos para no tropezar con sus propios pies -casi temiendo ser visto desnudo. Murmurando en voz baja al menos una docena de "lo lamento", "yo...-", y "discúlpame", sus palabras enredándose en su propia lengua, seguramente debido a la impresión, o los nervios.

A ella le resultaba casi cómico.

—Hey, ricitos. Hay aspirinas en el tercer cajón, tómate dos y sal de aquí. Si te quieres duchar usa el baño de abajo. Y, por favor, cierra al salir—, le explicó con simpleza a la vez que se levantaba de la cama sin pudor alguno, también desnuda y caminaba directamente al baño de la habitación arrastrando los pies, con pasos cansados.

No había necesidad de explicar qué había sucedido la noche anterior.

Se duchó con rapidez, vistió y peinó de modo tal que su corte de cabello pareciera común y corriente. No era nada del otro mundo, ni estrafalario en absoluto. Simplemente mantenía ambos lados de su cabeza rapados, dejando cabello solo en la parte superior y central de la cabeza; y de largo, un poco más abajo de los hombros.

La primera impresión era lo que contaba, a fin de cuentas.

Al salir del baño notó que el chico de cabello chocolate y rizos despeinados ya no estaba, y no había rastro alguno de él -salvo la ausencia de dos aspirinas en el cajón mencionado.

Escuchó un suave chillido ligeramente dramático al otro lado de la puerta de su habitación, por lo que la abrió sin dudarlo ni un segundo, acto seguido, como una estampida de animales salvajes, entraron corriendo a la habitación tres enormes perros; un golden retriever, un gran danés, y un dóberman.

Apolo, Adonis y Ares, respectivamente.

Luego, con gracia y elegancia, entraron dos felinos. Uno anaranjado con blanco y la otra blanca con negro.

Newton, como el famoso físico, y Valentina, como la primera mujer en viajar al espacio -la rusa, Valentina Tereshkova.

Se vistió y maquilló lo justo, cubriendo bien varios de sus tatuajes con base y corrector, también un poco sus oscuras ojeras.

Una vez lista, bajó a la cocina y sirvió aquellos cinco platos de comida enlatada para los cinco animales de aquella casa.

Vivía sola -sin contar a sus mascotas, claro. Su trabajo en aquella cafetería tenía una paga medianamente buena, no se quejaba, era lo suficiente para sobrevivir a lo largo del mes sin tener que recurrir a sus ahorros. 

Hide & Seek || Spencer Reid [Criminal Minds] (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora